El debate se repite hasta la náusea y da absolutamente igual la década, siempre está ahi. Se citó anteayer en los comentarios de Brainstomping, apareció en la década anterior con Secret Empire y demás, veinte años antes con Authority/Ultimates, hace treinta con el Retorno del Señor de la Noche (vamos, lo que es el Dark Knight de Miller) y mi respuesta siempre es la misma: No, y es algo completamente obvio. Pero claro, daba por supuesto que ya habíamos tratado el tema y que con enlazar el post en cuestión ya me libraba de la papeleta de explicarme… Pero no, no lo hemos hecho. Asi que toca hablar de ello, aunque preferiría no hacerlo…
Lo primero que tenemos que hacer para plantear este debate es definir qué es el fascismo, y eso ya de por sí es otro debate tremendo. El fascismo etimológicamente es un movimiento político de un señor con un culto a la personalidad notable que mandó a montones de sus seguidores fanáticos a marchar sobre la capital de su país para montar jaleo y hacerse con el poder de forma ilegal. El señor en cuestión, que se llamaba Benito, se daba unos aires tremendos y decía que quería restaurar la gloria del Imperio Romano; vamos, que era otro tarao que se creía Julio César. A raíz de todo esto y a lo largo del siglo XX y desgraciadamente también del XXI, se ha venido a calificar fascismo como un movimiento político totalitario de exaltación a un líder. Esta definición es completamente flexible, porque estos movimientos suelen ir muy acompañados de un fervor nacionalista y una adoración enfermiza hacia los símbolos, llegando hasta a cambiar el significado de los mismos. Y eso por no hablar de la xenofobia, el desprecio por la vida humana y la intolerancia en general.
En definitiva, lo decíamos el otro día y lo volvemos a repetir, estos movimientos son muy parecidos a esas sectas con un líder iluminado que promete algo maravilloso al final del arco iris y que demandan un fanatismo extremo a sus seguidores, solo que las sectas apelan a un sentimiento más espiritual y el fascismo al sacrificio por el bien de la nación. Esto debería contrastar diametralmente con el ideal ultraliberal de los EEUU, ése que bordea el anarcoliberalismo que habla de que el individuo debe valerse por si mismo aunque tenga que armarse hasta los dientes y pagarse sus propias facturas médicas «porque eso lo hace más libre»; y es que no hay mayor fanático que aquel que cree que va a ser más libre cuanto más borrego sea… Y con esto ya estaría el fascismo. Podríamos introducirle más matices, pero salvo omisión garrafal por mi parte (cosa que es muy probable) sería irnos por las ramas y eso es terriblemente fácil cuando se habla del facherío. Vamos con los superhéroes.
Los superhéroes en origen viven en una sociedad imperfecta que necesita de criaturas fantásticas para defender a los más débiles. El superhéroe se alinea siempre con el desprotegido, lo salva y defiende sus libertades respecto a los abusos de poder; Salvar a una mujer del maltrato de su marido, evitar violaciones, salvar niños de caerse desde un quinto piso, convencer a suicidas de no matarse… Éso está en el origen del superhéroe, como también está el luchar contra redes organizadas de trafico de marfil que asesinan elefantes, mafias en general, atracadores de bancos y gente en general que trata de conquistar el mundo o quedarse con lo de los demás. El superhéroe como defensor de la propiedad privada, pero la propiedad privada como parte de lo que hace que la gente sobreviva y sea más libre; para entendernos, no era normal un superhéroe que defiende a un millonario que dispone de un ejército para protegerse a si mismo.
Y luego tenemos el disfraz. Todo había empezado en el siglo XX con personajes como la Pimpinela Escarlata o el Zorro, pero el superhéroe tiene poderes o habilidades que casi parecen sobrenaturales y, como los dos casos citados anteriormente, oculta su identidad. Había excepciones como Submariner, pero en general todos trataban de ocultar su identidad porque sabían que sus trabajos de vigilantismo no serían bien vistos por las autoridades. Superman, con todo su idealismo, originalmente oculta su identidad de Clark Kent porque sabe que lo que está llevando a cabo no sería bien visto por la policia, y no se hace policía porque sabe que eso no le permitiría hacer su trabajo de forma tan «eficiente». Vamos, que los superhéroes son unos punkis que no siguen al pie de la letra las reglas del sistema pero tratan de compensar sus fallos.
Sin embargo y con las décadas que han pasado desde los años 30, la conversación se ha emborronado tanto o más que en el caso del fascismo. El Return of the Dark Knight de Miller nos contaba una historia imaginaria en la que un Bruce Wayne anciano se hacia con el control de una banda de mutantes y aprovechaba el culto que le profesaban para devolver la paz y la cordura a Gotham. El Dark Knight de marras, al igual que historias contemporáneas como Watchmen, no debían haber sido tomadas como ejemplo, y mucho menos ser utilizadas como primer contacto con el género de muchos nuevos lectores. Quiero decir, esto es como si yo te cuento el chiste de «¿Por qué la gallina cruzó la carretera?» y tu no sabes lo que es una gallina ni lo que es una carretera, no vas a entender lo que te están contando. El ejemplo más claro lo tenemos en Squadron Supreme de Mark Gruenwald y Bob Hall, un cómic cuya premisa es preguntarnos qué es lo que pasaría si los superhéroes tomaran el control del gobierno; si no sabemos lo que es un superhéroe, si no somos conscientes de que no estamos ante dioses ni mitos mamarrachiles snyderianos si no ante gente que trata de ayudar a otra gente a salvar su vida y preservar su libertad, no podemos entender que la gran barrera entre superhéroes y fascistas está en que el superhéroe no busca gobernar, obedecer ciegamente o que le rindan culto a su persona; en los superhéroes no hay lugar para el paternalismo o el «cumplir órdenes».
Por eso el Capitán América no puede ser presidente de EEUU y Steve Rogers sí. Porque Superman debe inspirar, no liderar o crear una raza superior; un superhéroe no debe ser el que mande por muy inteligente que sea, por mucho que la voluntad del pueblo sea que él gobierne, un superhéroe no debe cruzar esa linea o fracasara. Porque juega con ventaja respecto a los demás, porque no es igual a los demás, porque su trabajo es tapar los fallos de la humanidad para darle el tiempo suficiente como para que ella solita aprenda a curar el cáncer, acabar con el hambre en el mundo o poder negociar con los skrulls de igual a igual. Un superhéroe que rompe la «prime directive», que no deja que la sociedad avance ella sola, que somete la libertad de los demás su propio juicio por inteligentísimo o correcto que sea y que hasta admite un culto a su personalidad es, básicamente, el puto Doctor Muerte. Y sí, todos somos súbditos del Doctor Muerte y es nuestro dueño y señor, pero lo suyo tiene un nombre que no es superhéroe: Supervillano megalómano, de esos con una isla secreta llena de esbirros y un rayo láser gigante.
En resumen: los superhéroes no pueden ser fascistas -ya sea gobernando u obedeciendo ciegamente a un gobierno- porque si no se convierten en supervillanos.