Vaya por delante que esto no es una reseña, pero me he leído los tres primeros números del Wonder Woman: Dead Earth de Daniel Warren Johnson y, como a M’Rabo el año pasado, me ha parecido un gran tebeo. Un tebeo bien hecho por los cuatro costados, impecable en todos sus aspectos excepto por una razón… Yo mismo.
Veréis, Wonder Woman: Dead Earth es un cómic postapocalíptico en el que la protagonista despierta en mitad del caos y trata de reconstruir la civilización de mientras intenta entender cómo el mundo pudo llegar a estar como está. Por el camino irá reencontrándose con viejos amigos -o lo que queda de ellos- y conociendo nuevos, luchando contra villanos y tratando de devolverle la esperanza a un mundo que ya la ha perdido. Vamos, lo que nos contaba M’Rabo, Mad Max con Wonder Woman. Y ahí está el problema…
Porque aunque, repito, es un cómic la mar de bien hecho, de un tiempo a esta parte el género postapocalíptico está explotadísimo. Tenemos referentes en -hasta cierto punto- Old Man Logan y sus imitadores, el Capitán América de Remender y hasta el Thor de Tom DeFalco. Eso por no hablar del King Thor de Jason Aaron, casi toda la galería de los Marvel: The End de hace unos años, La Era de Apocalipsis y la madre del cordero, Días del Futuro pasado. Todas son historias en las que el único superviviente es un protagonista que trata de resucitar el pasado o asimilar su derrota, buscar la paz consigo mismo a través de arreglar el mundo que se ha ido a hacer puñetas. Entre la multitud de aciertos de Dead Earth está el de enfrentar a Diana a sus propias acciones antes del apocalipsis, tratando de asimilarlas y reconciliarse consigo misma, pero manteniendo su identidad, no cambiándola «porque sí». Porque lejos de sus peleas contra mutantes y demás criaturas, el conflicto principal de la historia lo lleva Diana por dentro y eso es lo bueno, porque cada situación que ocurre en el cómic no es gratuita en absoluto. Y aun así, joer, es que me costó muchísimo empezar a leer este cómic.
Y ahora es cuando podría venirme el ramalazo cínico y decir que ya todo está contado, que no podemos esperar historias nuevas, que qué se le va a hacer. Y va a ser que no, porque al cine le pasa exactamente lo mismo. Hay multitud de formas de contar una historia, y el cine -al igual que el cómic- ha experimentado con ellas a lo largo de toda su historia, pero a la vez no paramos de ver quejas sobre lo poco original de lo que vemos. Curiosamente, con el cine está pasando algo curioso con la entrada de los «universos cinematográficos», y es que los espectadores se han empezado a encontrar un nuevo tipo de narrativa, historias que no dejaban de ser las de siempre, pero contadas de forma algo diferente. Resulta que, si al cine le añades un punto de continuidad de una entrega a otra, la implicación del espectador con la trama es más alta y se plantará el día del estreno con el bol de palomitas más grande que le puedas vender. Y maldita sea, eso provocó que absolutamente todos los grandes estudios de Hollywood se plantearan el explotar ese «novedosísimo» concepto.
Y es que esto viene de muy lejos, porque la idea no es nueva en absoluto. Allá en los tiempos del folletín, de la novela por entregas, lo que realmente atrapaba a los lectores para seguir leyendo no era la siguiente historia autoconclusiva de este o el otro personaje, lo que buscaban era saber qué iba a pasar después. Si D’Artagnan podría desenmascarar las maquinaciones del perverso Richelieu, si Sherlock Holmes había sobrevivido a las cataratas de Reichenbach -que originalmente no lo había hecho y punto, pero el personal se lo tomó todo como un cliffhanger puro y duro- o, ya entrada la época del pulp, se la Fundación conseguiría reconstruir el Imperio. Por supuesto, muchas de estas historias las conocemos hoy en día exclusivamente como novelas, con lo que descartamos por completo su naturaleza serializada; la mayor parte de la gente ni siquiera conoce el original y lo que sabe de el viene de alguna adaptación cinematográfica que cambia toda la trama para ajustarse a las ciento y pico páginas de un guión cinematográfico. Tenemos tan metido en la cabeza el estándar cinematográfico que el guión de cómics, videojuegos y hasta series de televisión se escribe en fracciones de lo que sería una película. Y ésto no deja de ser normal en ciertos ámbitos, después de todo hay multitud de autores que combinan todas estas disciplinas; lejos quedan los tiempos en los que la mayor parte de los guionistas de cómics eran novelistas frustrados y eran completamente adictos a las descripciones, ahora lo que toca es enseñárnoslo todo mediante las imágenes con una página de guión por página de cómic.
La cuestión es, ¿cuántas páginas tiene un guión de cómic hoy en día? En torno a 20/22, tres o cuatro más que el cómic en sí. ¿Cuántas páginas tiene un guión de cine? Unas cien, entre noventa y cientro treinta. ¿Cuántas páginas tendría el guión de un tomo recopilatorio? Sí, unas 120 o 130. Anda, pues igual resulta que con tanto cinematic storytelling y tanta gaita estamos leyendo películas en viñetas…
Entendedme, no estoy buscando volver a los guiones de 30 páginas por número con descripciones redundantes de la acción que se produce en el propio cómic, pero si que es verdad que los cómics que funcionan mejor (de siempre, y sobre todo en estos últimos tiempos) han sido realizados por autores completos -o, que al menos desempeñaban las dos labores de guión y dibujo- o por dibujantes con buen ojo a los que el guionista les ha dejado trabajar, lo que algunos llaman el «método Marvel» y otros «Stan Lee eres un ladrón». Vamos, lo que Scott McCloud ilustraba tan bien como un baile entre el guión y dibujo en el que todo armonizaba y encajaba como un puzzle sideral.
En Wonder Woman – Dead Earth Daniel Warren Johnson se encarga tanto del guión como del dibujo, y supongo que ésa es una de las razones de que el cómic funcione tan bien. Sin embargo, la historia que nos cuenta me suena gastada, ya contada, y aunque repito que buena culpa de esto la tengo yo por hacerme viejo, no dejo de tener la sensación de que toda la fuerza dramática que tienen este tipo de historias vienen de hacernos conocer al personaje en sus buenos viejos tiempos. Por supuesto, tras más de diez años de historias de zombies, apocalipsis y varios y, admitamoslo, Zack Snyder, cualquier postapocalíptica de estos superhéroes ya parece una tontería. Porque, ¿qué sentido tiene contarnos una historia de «Superman se vuelve malo» si en la base precisamente de Superman, su originalidad, está el contradecir el cinismo que asegura que el tipo más poderoso del mundo tiene que ser un hijo de mala madre?
Desde luego, a WW:DE hay que concederle su originalidad en ponernos como protagonista a Wonder Woman y no a Superman o Batman (¡menos mal!) pero los ecos de Dark Knight o Injustice están ahí; precisamente una de las formas en las que Tom Taylor consigue salirse con la suya en Injustice es mostrando el contraste entre la JLA de antes de que todo saliera mal con la del todo fatal de después, con lo que provocas que hasta el lector más profano entienda hasta que punto han caído bajo todos esos personajes. Y supongo que ahí está la clave de lo que está provocando esta fatiga general en el cómic, esa especie de colapso narrativo que hace que muchos viejos lectores acaben tirando la toalla. Pero de eso hablaremos mañana, que esto ya está quedando demasiado largo. Pero que quede clara una cosa, Wonder Woman: Dead Earth es un pedazo de tebeo que recomendaría a cualquiera, que mis reflexiones vayan por otro lado ya es otra historia, que los cómics están metidos en una botella y los vamos a desembotellar…