Hace no mucho hablábamos sobre «algunas excepciones puntuales» en las que la Marvel y DC del siglo XXI, esas que pensaban ya más en franquicias que en personajes, volvieron su mirada hacia el cómic independiente. A los raros, a los alternativos, a los mugrosos que no sacan tanto dinero como ellos excepto cuando adaptan un cómic suyo al cine y se llevan un porcentaje más grande de royalties. Hoy voy a hablaros de una ocasión en la que a Peter Bagge le dió por dibujar Spiderman…
Peter Bagge no necesita presentación, después de todo gran parte de los 80 y 90 habían venido marcados por su personaje Buddy Bradley y El Odio. No, no tenía el pedigrí de haberse movido por la escena underground de finales de los 60 y principios de los 70, pero había supuesto un relevo generacional equivalente al de los Byrne o Starlin en el género de superhéroes a lo que había sido la explosión creativa de los 60. Sin embargo y según llegó el nuevo siglo, Bagge se pasó al enemigo y empezó a trabajar para El Hombre, y cuando digo el Hombre no me refiero a Stan Lee, si no a Joe Quesada.
Y es que en aquel momento Joe Quesada y Bill Jemas dominaban Marvel con la idea de romper con la imagen de la década interior y hacerla más «arriesgada», más alternativa. Con ese objetivo reclutaron al editor de Vertigo Axel Alonso -que había editado series como Predicador- y lo pusieron al cargo de Startling Stories, un proyecto que buscaba autores que nunca habían hecho superhéroes y los ponía al frente de historias cortas sobre los personajes de Marvel. Así comenzó un largo peregrinaje en el que se tantearon autores de todas partes, se hicieron ofrendas a Glycon para conseguir a Alan Moore -no coló- para que finalmente se consiguieran atraer solo unos pocos -Richard Corben- y, más sorprendentemente, consiguieron a un Peter Bagge que jamás reconocería siquiera haber leído un cómic de Spiderman en su vida…
The Megalomaniacal Spider-Man son solo 24 páginas, sí, pero en el Bagge vuelve a volcar todo lo que se le pasa por la cabeza sin el menor complejo. No se si creerme al propio Bagge cuando dice que la primera vez que leyó el Spiderman de Lee y Ditko fue al documentarse para este cómic, porque quieras que no esto es todo un homenaje tremendamente nostálgico al Spiderman de los 60, el de Gwen Stacy y Peter no mirando con buenos ojos a las manifestaciones estudiantiles. Y que narices, en el centro de su planteamiento hay una frikada muy marveliana, un What If? que responde a la pregunda de ¿y si el idealizadísimo Tío Ben no fuera tan buena gente? ¿Y si su asesinato no fuera algo accidental? ¿Y si el Tío Ben fuera un ludópata que se negaba a pagar sus deudas y decidió matar al usurero al que debía dinero, provocando que este lo matara en legítima defensa? ¿Y sí toda la existencia de Spiderman estuviera construida sobre una gran mentira, y lo correcto hubiera sido hacerse millonario con sus poderes?
Sí, Peter Parker descubre que todo es una gran mentira, y su queridísima Gwen Stacy le dice que apechugue y que empiece a preocuparse solo por el número uno, él mismo. Sí, Bagge está citando textualmente al Spiderman de Lee y Ditko, realizando un homenaje en toda regla; la cosa va más allá cuando Peter cambia de actitud y empieza a leer a Atlas Shrugged -sí, sí, el de Ayn Rand- y se convierte en un superhéroe Randiano: Se convierte en un emprendedor, en un empresario millonario a costa de la buena imagen de Spiderman y en un tirano explotador. ¿¿ESTO ES LO QUE QUERÍAS, STEVE DITKO??
A partir de aquí todo va cuesta abajo; Peter apoya a Ronald Reagan y tiene a Jameson literalmente lamiendo la suela de sus zapatos, insulta a Betty Brandt por «feminista», tiene broncas constantes con Gwen Stacy -que mirándolo por el lado bueno, por lo menos no está muerta- y en general se siente miserable, porque no es quien quiere ser y los años -y sobre todo una barriga cervecera- le empiezan a pasar factura. Hundido en una depresión y al borde del suicidio, tras un evento traumático decide convertirse en un ermitaño y vivir encerrado en su propia casa, lejos del lujo y la opulencia y, en resumen, convertirse en Steve Ditko.
Supongo que esto es lo más parecido a un homenaje que puedes esperar de alguien como Peter Bagge, quieras que no esta gente no es muy dada a las hagiografías pero sí a retratar las debilidades del alma humana y hasta dónde nos pueden llevar. En este cómic se nota lo mucho que se divirtió Bagge realizándolo, y aunque más tarde realizó The Incorregible Hulk -que por cosas editoriales no se publicaría hasta casi diez años más tarde- se nota que disfrutó muchísimo con este cómic. En fin, una gamberrada la mar de divertida que leída hoy en día sorprende por lo mucho que está teñida de nostalgia de los buenos viejos tiempos de Spiderman y el cariño al gran Steve Ditko, que espero que lo leyera y lo disfrutara, aunque conociéndolo jamás reconocería el haber hecho tal cosa.