En este viaje nostálgico por la Marvel del pasado, sin ninguna otra doble intención ni propósitos ocultos, toca echar la mirada un poco mas atrás que ayer hasta 1986 (ahhh, mis queridos años ochenta) y al Thor de Walter Simonson. Una etapa épica como pocas que llevo al Dios del Trueno a unas cotas de calidad tan altas que nadie mas ha sido capaz de alcanzar y que a estas alturas de la misma contaba con el dibujo de un clásico con mayúsculas como es Sal Buscema. Pero hoy quiero centrarme en una mini saga de dos números en las que Thor tuvo que hacer frente a un enemigo de su pasado con la inesperada y complicada ayuda de un aliado del futuro y ayudar a este a entender que no todo vale a la hora de impartir justicia.
Un mafioso que busca hacer daño a Thor ha organizado la fuga de prisión de un viejo enemigo del Dios del Trueno, Zaniac. Un villano peligroso con el único objetivo de asesinar mujeres y a quien el mafioso quiere utilizar para que asesine a Jane Foster y así hacer daño a Thor. Lo que este no sabe es que Zaniac es mucho mas peligroso y poderoso de lo que imagina, tanto que desde el lejano futuro ha llegado un agente de la ley dispuesto a todo para detener a Zaniac en el presente y evitar así que este provoque el inicio de la 7º Guerra Mundial en su era. Pero cuando los expeditivos métodos de este guerrero del futuro encuentren la oposición del Dios del Trueno, mas valdrá que ambos dejen a un lado sus diferencias si quieren evitar una tragedia…
La habilidad de Walter Simonson como guionista era tan grande que podía agarrar a uno de esos villanos genéricos de un solo uso del que nadie se acordaba y hacer con el una gran historia como la que hoy nos ocupa. Un villano que en manos de Simonson y Buscema sufre un giro radical en el que se nos descubre su misterioso origen (indeterminado en su primera y hasta entonces única aparición) convirtiéndole en una criatura aterradora de pesadilla. Un villano que sirve de eje para contraponer los métodos de Thor (que en esta época aun no era caracterizado como un vikingo salvaje y violento casi tan dispuesto a matar como Lobezno) con los de un misterioso antagonista/aliado a la fuerza dispuesto a todo para detener la amenaza de Zaniac.
Y es que este adversario que se cruza en el camino de Thor pese a lo que su nombre pueda dar a entender no es precisamente pacifico. Justice Peace es un oficial de la ley venido de un lejano futuro en el que la ley le convierte en juez, jurado y verdugo y cuya inflexibilidad y aplicación extrema de la ley queda patente desde su primera aparición, cuando al encontrarse con unos peatones que cruzan la calle sin esperar a que el semáforo les de paso les dispara con su arma para modificar su comportamiento y evitar que nunca vuelvan a quebrantar la ley. Unos métodos extremos que inmediatamente encuentran la oposición de un Thor que aun no sabe que tendrá que forjar una incomoda alianza con este visitante del futuro.
Porque es que como suele suceder en estos casos, no hay alianza entre héroes que se precie que no comience con un malentendido y un enfrentamiento que da paso a la revelación de que ambos se encuentran en el mismo bando aunque sus métodos sean algo diferentes. Pero es que Thor no tiene mas remedio que acabar colaborando con Justice Peace cuando descubre que Zaniac será responsable en el futuro de un apocalipsis que Peace esta dispuesto a impedir a cualquier precio.
Un apocalipsis que sera posible gracias a que Zaniac no es exactamente un villano, sino una especie de infección, una horda de alimañas monstruosas que dan a su huésped una fuerza y resistencia sobrehumana, la habilidad de crear cuchillos de la nada y un odio homicida hacia las mujeres (si este cómic se hubiese publicado hoy en día hubiesen llamado de todo a Simonson). Una infección difícil de erradicar ya que cada vez que su huésped es asesinado el cadáver libera a esa horda de criaturas que corren en todas direcciones buscando un nuevo hombre al que poseer.
La misión se vuelve mas personal cuando Thor descubre que el nuevo objetivo de Zaniac no es otro que su antigua amada Jane Foster, y aunque el Dios del Trueno y el policía del futuro encuentran algunas dificultades consiguen llevar a cabo su misión de detener al villano con el coste de la vida de este. Y aquí es donde nos encontramos no solo con la mayor diferencia entre ambos héroes, sino ante una parte de la caracterización de Thor que en tiempos recientes algún guionista que otro ha dejado de lado, la de que para este la vida era algo sagrado, un lamento por la muerte del villano que Justice Peace no acaba de comprender (y no debió ser el único) y que va mas en la linea de deplorar el desperdicio de la vida del villano que por su muerte en si. Pero supongo que el éxito de series como Vikings ha terminado provocando que los Asgardianos pasen a ser nobles guerreros de otro mundo a ser seres violentos que piensan con sus armas.
Y como me sucedió con Excalibur he vuelto a tener con estos números de Thor la sensación de que ya no se hacen tantos cómics como este. Porque aunque es cierto que he hecho algo de trampa escogiendo cómics a cargo de autores que son prácticamente leyendas, aquí se aprecia un mimo y un cuidado que da gusto leerlo. Esta mini saga de dos números se puede leer perfectamente habiéndose saltado los números anteriores porque la propia historia ya nos da el contexto necesario para entender en que momento de su vida se encuentra Thor, en unas pocas paginas sabemos lo suficiente de Justice Peace para entender sus motivaciones y no nos queda la sensación de haber leído cuarenta paginas sueltas de un tomo, sino una historia completa con su introducción, nudo y desenlace. Pero claro, es que entonces los autores no trabajaban pensando en el tomo, sino en los lectores que seguían la serie mes a mes y que podían subirse al carro en cualquier momento.
Un carro al que da gusto subirse cuando nos encontramos con que, aunque a estas alturas de su etapa Walter Simonson ya no dibujaba la serie, contaba con unos compañeros de lujo como Sal Buscema y Bret Blevins (que entintaba a Buscema y firmaba como Albret Blevinson). Difícilmente hubiese podido encontrar Simonson a alguien mas adecuado para reemplazarle en la tarea de dibujar a Thor que Sal Buscema. Ambos comparten esa cualidad “cinética” en su estilo, esa habilidad de reflejar como pocos el poder de sus personajes o la fuerza de sus golpes cuyo mayor ejemplo es esa marca de fabrica de Buscema de retratar a personajes recibir un enorme impacto que les lanza hacia el lector. Y eso sin descuidar en ningún momento elementos tan importantes como la expresividad facial y corporal de sus personajes o una habilidad narrando envidiable.
Pero también conviene destacar la habilidad de Buscema diseñando. Un gran ejemplo de esto lo tenemos en Zaniac, un villano visualmente horrible diseñado por Keith Pollard al que Buscema se limito a simplificar reforzando los rasgos simiescos del villano y desechando lo demás y consiguiendo con ello que el personaje resultase mucho mas aterrador y peligroso que nunca. Un acercamiento opuesto al que utiliza con Justice Peace en el que opta por recargar el diseño para acentuar el carácter casi militarista del mismo con esas grotescas hombreras y ese casco casi desproporcionado que apenas nos deja ver su rostro y envuelto en los colores de la bandera de Estados Unidos. Pero para que no nos olvidemos de que Justice Peace es un policía, nos recuerda esto haciendo de su insignia una estrella como la de los sheriff o la de muchos departamentos de policía e inscribe su nombre sobre ella (algo que habría que imitar en el mundo real) detalles todos ellos absolutamente originales y no inspirados ni el diseño ni su personalidad en personajes previos, que va. Lo dicho, Buscema es de lo mas grandes.
Con esta segunda incursión en la nostalgia echo mas de menos que nunca los tiempos en los que los autores planteaban sus historias para el formato en el que se publicaban y no en el que se reeditaban mas tarde, lo que les permitía contar historias como estas, pequeñas y auto contenidas, y que tres décadas mas tarde siguen siendo tan apasionantes y emocionantes como entonces. Y para mañana esta semana nostálgica saltara una década adelante en el tiempo y aunque el clima no acompañe nos zambulliremos en unas navidades muy especiales en las que Howard el Pato tuvo que salvar las fiestas, golpear a muchos nazis y escapar del implacable largo brazo de la ley…