Diógenes últimamente me esta dando mucho la lata con que ya no hablo de cómics de superhéroes (que según el es lo único que interesa a nuestros lectores) y que solo hablo de cómics ingleses viejos, así que para conseguir que se calle un rato he decidido dedicar esta semana al cómic superheroico de Marvel, que es lo que le gusta de verdad. Pero en lugar de hablar de algo actual he preferido hablar de un clásico con mayúsculas, el Excalibur de Chris Claremont y Alan Davis, uno de los mejores cómics de mutantes de finales de los 80 y principio de los 90 por el que parece que no han pasado los años y que sigue siendo tan divertido y apasionante como entonces. Un cómic del que quiero reseñar un numero perteneciente a aquella épica saga en la que el grupo se paso una buena temporada viajando en tren sin control a través del Multiverso y de lo que sucedió aquella vez en la que tuvieron que hacer frente a la Ley…
Excalibur sigue su travesía sin fin ni esperanza a través del Multiverso, saltando de una extraña dimensión a otra y encontrándose en cada una de ellas versiones distorsionadas de ese hogar que comienzan a creer que jamas volverán a ver. Una tragedia a la que hay que sumar la perdida de su compañera Kitty que se separo de ellos y cuyo destino es incierto. Pero cuando Widget, la misteriosa criatura que les permite saltar entre realidades cree haber localizado a su perdida compañera les llevara a una megalopolis de pesadilla en la que es demasiado fácil quebrantar la ley…
Algo que me encanta de los cómics de esta época es que resultaba relativamente fácil subirse a cualquier serie aunque uno la pillase a medias gracias a que los autores asumían que los lectores podían llegar en cualquier momento y realizaban su historia en consecuencia y no como si fuesen un puñado de paginas sueltas de un tomo (aunque para ser justos hoy en día también hay autores así de atentos con su publico). Un cuidado al lector que Claremont y Davis ya dejan patente en la primera pagina cuando unos misteriosos testigos resumen para los despistados que Excalibur se encuentra en una búsqueda desesperada por encontrar su dimensión de origen mientras viajan sin control por el Multiverso mientras que en las dos paginas siguientes nos presentan a los nuevos personajes con los que se van a encontrar y nos dan una rápida actualización de la situación actual del grupo sin necesidad de recurrir a paginas de resumen, sino a través de diálogos que cumplen la doble misión de servir de punto de entrada y de hacer avanzar la historia.
Una historia enmarcada en la saga mas recordada y añorada de este primer volumen de Excalibur, en la que el grupo de mutantes se fue de gira involuntaria por el Multiverso visitando incontables mundos tan familiares como delirantes y grotescos en los que todo era posible. Un viaje que en esta ocasión les llevo a una tierra alternativa en la que el urbanismo había escapado a todo control llenándolo de algo que solo se puede definir como megaciudades, gigantescas construcciones que atraviesan los cielos y atravesadas por autopistas elevadas que se han convertido, como define el propio cómic, en junglas de cemento en las que alguien debe mantener firme a la población…
Una misión que recae en las manos de una fuerza paramilitar conocida como los Justicieros y que pese a que tienen una clara inspiración en el Capitán Britania (y solo en el Capitán Britania) sus métodos les asemejan mas a una fuerza fascista que a Brian Bradock. Unos métodos que incluyen una aplicación estricta y extrema de la ley, disparar primero y preguntar después o convertir en ilegales a todos los que no se conformen a las normas de esta régimen totalitario como sucede con los mutantes.
Y entre estos Justicieros nadie es mas dura y estricta que la Justiciero Cassandra Bull, con quien Excalibur ha tenido la mala suerte de encontrarse y que no tarda mucho en dar buena cuenta de grupo de forma rápida, brutal y expeditiva. Y es que como bien nos explican en el cómic no es que la Justiciero Bull represente a la ley, es que ella ES la Ley.
Pero tras vivir un infierno, descubrir que esa fachada de alta tecnología y grandes rascacielos oculta una tierra maldita contaminada repleta de monstruos como nunca se había visto, hacer frente al autentico enemigo, revelar algunos secretos de estado y forjar una tenue y breve alianza con los Justicieros, Excalibur consiguió salir de allí para proseguir su viaje a través del Multiverso y seguir entreteniendo a sus lectores.
Un cómic en el que destaca y de que manera, el trabajo de Alan Davis (entintado por Paul Neary) que en aquella época lo dio todo creando un mundo tras otro que debían ser al mismo tiempo familiares y extraños. Un trabajo que aquí cumplió con creces transformando el familiar uniforme de los Capitanes Britania en una versión mas militarista y autoritaria del mismo tremendamente claremonoriginal, con esas enormes hombreras que aumentan la envergadura de los justicieros y esos cascos que les deshumanizan permitiendo ver solamente una cruel e inflexible mueca. Una estética a la que Davis añadió una poco sutil simbología fascista combinada con los símbolos británicos.
Pero ademas aquí podemos disfrutar de todo lo que ha hecho grande a Alan Davis, no solo de esa habilidad para crear mundos casi imposibles, sino de esos personajes que mas que moverse fluyen por las paginas moviéndose casi como bailarines. Personajes con los que Davis deja patente su absoluto control de la expresividad y el lenguaje corporal de los mismos y el ser capaz de dotar a cada uno de ellos de rasgos físicos completamente diferenciados, haciendo de estos individuos únicos sin estancarse como les sucede a otros dibujantes en un único modelo de cuerpo y cara que solo podemos diferenciar por el pelo y los uniformes.
Y se que esta feo decir que ya no se hacen cómics como antes (en parte porque hoy en día siguen haciéndose grandes cómics) pero no puedo negar que añoro la Marvel de estos años y no solo porque era una época en la que podíamos disfrutar del talento de autores tan grandes como Claremont y Davis de forma regular. Y tras hablar de este cómic tan estadounidense que rebosa americanidad por los cuatro costados mañana seguiremos con una tónica similar para recordar otro gran cómic a cargo de otro de esos autores con mayúsculas, el Thor del gran Walter Simonson. Así que hasta mañana con esta semana tan marvelizada.