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Marvel, DC y lo «alternativo»: Breve historia sobre las dos grandes haciéndole ojitos al cómic independiente

Pues igual es que a estas alturas, Marvel y DC sobran. Y que lo diga yo tiene tela, porque aquí no hago otra cosa que hablar de ellas mientras M’Rabo se repasa (casi) toda la producción de cómics británica. Pero claro, a raíz de que ayer publicaramos la reseña sobre la miserable de Laura Dean (sí, sigue siendo gentuza) se habló bastante sobre lo poco que experimentaban Marvel y DC con géneros y formatos, dejando el costumbrismo y el slice of life en manos de las independientes.

¡Es que esto iba contra natura!

Que, vale, miento, Vertigo llegó hasta a publicar el American Splendor de Harvey Pekar, pero casos como ese son tan puntuales que destacan como un rey que no se fuga de su propio país cuando le pillan en un renuncio (obligatoria referencia a la actualidad para que haceros notar que no me he ido de vacaciones, cabrones). Se podría hablar de que la propia Marvel (Timely) era una independiente en los años 30, y que la EC era la gran indie de los 50, pero a la hora de hablar de las dos grandes y el indie creo que nos toca empezar a principios de los 70, cuando tanto Stan Lee como Mort Weisinger dejan de supervisar con mano de hierro ambas editoriales.

Sí, esto es contemporáneo a la llegada de Galactus. Y a Barbarella.

En DC estaban en la era de Carmine Infantino, el cual lo más parecido a la experimentación que hizo fue darle carta blanca a Jack Kirby para crear su Cuarto Mundo y, dentro de un orden, dejar que los melenudos de Schwartz (O’Neil y Adams) hicieran y deshicieran a placer. Por su parte, Marvel había caído en las garras de los Roy Thomas, Gerry Conway, Len Wein y Marv Wolfman, que no recurrieron al permiso de nadie para poner patas arriba la editorial y experimentar lo más grande; la influencia del underground y del Metal Hurlant europeo se iba a notar en los cómics de la época, y autores como Jim Starlin iban a despuntar versionando los grandes éxitos formales de los Moebius o Druillet. Pero la influencia más grande tal vez vendría de la mano del propio Martin Goodman…

Starlin, Steranko y demás no eran ajenos a lo que se publicaba «ahi fuera».

Veréis, la cosa es que el flamante fundador de Marvel siempre quiso que la editorial fuera algo más que cómics, su objetivo era el de publicar «revistas de verdad» y Stan Lee venía a estar de acuerdo con él, tenía esa espinita clavada. Por eso y en 1968, estando en medio de las negociaciones con la futura Cadence Corp para venderles la editorial, Stan Lee empieza a publicar un experimento la mar de raro, lo que conoceríamos como el volumen 1 de Spectacular Spider-Man. Aquellos eran cómics de Spiderman, sí, no había ninguna duda, pero el formato era distinto y estaban publicados en blanco y negro. Durante los años posteriores habría más cómics «en formato revista» y, además de una poco afortunada incursión en el underground supervisada por el propio Stan Lee con la revista Comix Book -con gente como Denis Kitchen o Art Spiegelman- Marvel empezaría a lanzar regularmente títulos como Astonishing Tales o Savage Tales -el precedente directo a La Espada Salvaje de Conan-, dando así lugar a una línea de cómics en blanco y negro que trataban temás «más adultos» como un nivel mayor de violencia en los cómics de artes marciales, más carnes al aire en las historias de Conan (pezones femeninos y genitales no, les aterraba un simple culo) o hasta llegar a mostrar sangre en el género de terror, que hasta muy poquito todavía seguía siendo tabú para la censura del Comics Code.

No tendría mucho éxito y el cómic acabaría siendo reciclado para un par de números de Amazing Spider-Man.

Y es que cuando entra la generación de los melenudos, el Comics Code ya ha sufrido una revisión y tanto Marvel como DC empiezan poder volver al género de terror con mucha más libertad, tratando de recuperar aquel mercado que supuestamente desapareció con la destrucción de EC Comics por la censura que ellos mismos impulsaron, pero no fueron los únicos. Paralelamente a todo esto, en la editorial Warren, Archie Goodwin y otros editores estaban teniendo un éxito tremendo con otro cómic en blanco y negro con toques de horror clásico, Vampirella, que aunque en realidad tenía mucho más que ver con los superhéroes que con el Drácula de Terence Fisher -que era el Drácula que lo petaba en aquel momento, con Christopher Lee y Peter Cushing- por lo que no tardarían en ser cazados para Marvel y Goodwin puesto al cargo de toda la editorial, que buena falta le hacía en mitad de todo aquel caos lisérgico y melenudo. Y entonces llegó Jim Shooter…

Los cómics de terror de Marvel no estaban nada mal, pero los de DC ya es que eran unas malas bestias; se notó que muchos autores tenían ganas de estirar las piernas más allá del género de superhéroes.

Mientras tanto, DC también se había liado a sacar cómics de terror con el revival de House of Secrets y la creación de personajes como Swamp Thing, pero no había experimentado tanto con los formatos más allá de jugar con el precio de portada o el número de páginas. Hacia 1977 y ya sin Infantino y con Jenette Kahn y Dick Giordano a los mandos, DC si que empieza a experimentar con temáticas distintas, ya tanto de género pero buscando un material más experimental. Por su parte, la Marvel de Shooter pone a Archie Goodwin al cargo de la sección de «magazines», apareciendo así en el mercado antologías como Bizarre Adventures o, ya por fin, Epic Illustrated, la revista a imagen y semejanza de Metal Hurlant que se atrevía con el color y con lo que hiciera falta, suponiendo toda una válvula de escape para los autores de una editorial que solo publicaba pijameo.

 

La experimentación más grande igual la hacía Heavy Metal (o lo que es lo mismo, la edición yanqui de Metal Hurlant) y luego Epic la imitaba como hiciera falta.

DC aprovechará también el cambio de década para empezar a publicar sus series «recomendadas para lectores adultos» con títulos como Thriller; son cómics distintos, raros y que no siguen las convenciones. En el caso de Thriller, es un cómic ultraviolento a cargo de Robert Loren Fleming y dibujado por Trevor Von Eeden que se vendía solo por mercado directo, por lo que en cierto modo su mitificación entre los lectores de la época contribuyó a hinchar la imagen de cómic rompedor y su importancia en una época en la que Alan Moore empezaba a escribir Swamp Thing.

Que a mí el cómic este no me parece la gran cosa, pero en su época les flipó.

Y mientras Marvel consolidaba su línea Epic en la que los autores conservaban la propiedad de sus creaciones, las editoriales independientes empezaban a salir como setas. First, Dark Horse, Comico y demás llegan dando más cancha a los autores, aprovechando la explosión de un mercado directo que a priori les pone en pie de igualdad a las dos grandes. Pronto se impondrá la realidad y autores como Jim Starlin se darán cuenta de que no es lo mismo publicar Dreadstar en Marvel que hacerlo en First, que las ventas no son las mismas, pero lo importante de todo esto es que las dos grandes integran en sus políticas editoriales el retener a los autores a golpe de ofrecerles mantener los derechos sobre sus obras de creación propia, con lo que así es como aparecen obras como Ronin o Watchmen… Pero, como bien sabemos, esto no duraría mucho.

DC también publicaba cómics «de autor» de los que se quedaba los derechos, pero eso es porque DC era DC.

De entrada y para finales de los 80, los nuevos propietarios de Marvel no quieren nada que no sea superhéroes y clausuran la línea Epic sin el menor miramiento. DC por su parte le hace una mala jugarreta a Alan Moore y deja claro que hay que andar pisando huevos a la hora de tratar con ellos, por lo que muchos autores deciden optar por seguir publicando en terceras editoriales. Sin embargo, será DC la única en seguir tratando de publicar cómic «alternativo», cómic experimental, al crear distintos sellos de este tipo como Piranha Press o la añoradísima línea Vertigo de Karen Berger.

Sandman era rara a matar, y así es como marcó la tendencia a seguir por la línea Vertigo.

Vertigo combinaba cómics de superhéroes con un sello personal muy marcado como Sandman con obras «creator owned» como Predicador o Y the Last Man. El margen que da Berger para la experimentación en formatos, portadas o en los propios cómics es seguramente el más grande que se ha dado en la historia de la editorial, y esa manga ancha es recompensada año a año con algunos de los mejores cómics que ha publicado jamás DC Comics. Tal es así que durante los 90 y la primera década del nuevo siglo, Vertigo será un referente de calidad y prestigio para DC, permitiendo que muchos deslices y excesos editoriales de sus cómics de superhéroes pasaran desapercibidos para crítica y público.

La gente podía jurar no volver a comprar un tebeo de DC después de viñetas como estas y aun así seguir comprando religiosamente Fables o Y The Last Man.

Pero con el nuevo siglo la cosa cambió con la revolución de Image; si bien en la década pasada Image había sido una editorial basada en aprovechar la burbuja de la especulación y famosa por publicar algunos de los peores cómics de una época que ya de por sí nefasta, la nueva Image iba a configurarse como la editorial de cómics independiente principal de EEUU, permitiendo que cada uno explorara el género y formato que le viniera en gana. Por su parte, tanto Marvel como DC se volvieron mucho más conservadoras (aunque había algunas excepciones puntuales, por supuesto) y, aunque ambas han aprendido de la experiencia de Vertigo y empiezan a considerar el tomo recopilatorio o TPB como algo más importante incluso que el propio comic-book (y así es como empiezan a realizar los cómics pensando en él) con contadas excepciones no habrá mucho margen para experimentar.

¡Estos niños deberían estar leyendo Dr Fate!

Y así es como hemos llegado a lo que tenemos hoy en día, con las dos grandes mirándose el ombligo y editoriales «de libros» como Macmillan editando el cómic del año en EEUU o Scholastic vendiendo como churros los cómics de Raina Telgemeier, llegando a unas cifras de ventas que no vislumbraron Batman o X-Men ni cuando estaban en lo más alto de la burbuja especulativa. Algo se está haciendo mal en Marvel y DC y algo tiene que cambiar, porque empieza a dar algo más que la impresión de que a día de hoy a cualquier autor le sale más a cuenta tratar de publicar con una editorial de libros tradicional que con una de cómics.

Y sí, el que DC haya mandado al cuerno a Diamond tiene muchísimo que ver…

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