Decía la canción de Gabinete Caligari aquello de «bares, que lugares tan gratos para conversar». Que no hay como el calor del amor en un bar, oye. Y en estos tiempos de confinamiento los bares y las librerías de cómics brillan por su ausencia. Porque al final la función de las antaño llamadas «librerías especializadas» era precisamente ésa, la de crear comunidad. Juntar a gente con intereses parecidos y, aparte de tratar de convencer a los lectores de cómics de que tenían que pintar figuritas de plomo y llamarlo a todo «ser friki», dar rienda suelta a proyectos colectivos como fanzines, editoriales, salones del cómic y demás. Las librerías eran bares, y como los bares están muriendo.
El problema está en que mientras muchos bares van a cerrar durante todo esta penuria, cuando por fin haya una vacuna y se terminen todas las restricciones, muchísima gente volverá a llenar los bares, las librerías de cómics puede que no se encuentren con un panorama parecido; y es que ya lo decía Todd McFarlane -¡manda narices que lo tenga que decir McFarlane!- que el comprar cómics es un hábito fácil de perder, que si tu no tienes tu dósis de Spiderman cada mes igual te das cuenta de que te has hartado de Spiderman y que prefieres releerte poeta en Nueva York que te llena más. Yo que sé; en el fondo todo lo que rompa el hábito lo pone en cuestión, y aunque más de uno se de cuenta de que se puede quitar el café de máquina de las once de la mañana, los usos sociales le impulsarán a volver tarde o temprano, mientras que la «pull list» de cada uno se puede ver reducida dramáticamente y, por supuesto, muchas librerías se pueden encontrar que aunque consigan sobrevivir la travesía por el desierto se van a encontrar con una escasez tremenda al final del túnel. Vamos, que la crisis viene igual para todos.
Así que tanto a un lado como a otro lado del charco han empezado las campañas del estilo de Yo Espero a Mi Librero, con autores haciendo streamings, charlas, gente donando dinero para un fondo común, autores haciendo subastas en beneficio de las librerías… Donny Cates -que es un tipo que a los 24 tacos tenía una cadena de cinco librerías especializadas, con lo que debe de tenerles bastante cariño- hasta ha llegado a correr con todos los gastos de alguna que otra librería por pura solidaridad. La gente ama el modelo de las librerías de cómics y quiere que se perpetúe, con lo que parece que nadie quiere discutir un modelo alternativo de negocio y/o distribución de cómics. Pero hay que hacerlo, porque el modelo actual lleva a la industria del cómic a la muerte.
No nos engañemos, a este lado del atlántico la grapa ha muerto, y al otro también. Y ha muerto porque la grapa está creada para el kiosko, y la única razón por la que sobrevive en EEUU es por su valor de coleccionista. En España ese valor no es tan importante, y la gente hasta prefiere el tomo porque es más fácil de conservar que gastarse una fortuna en bolsitas antiácido -que ojo, a los yanquis hace ya bastante que se los venden todos con la bolsita de marras, eso que ahorran. La mayor parte de las nuevas generaciones -y todos los que no leen superhéroes- están abonados al tomo y, si acaso, consumen la grapa solo a través del digital. En resumen, la grapa es una reliquia espectacularmente cara, una renuncia a la especulación, y por la tontería de «no perjudicar al papel» -de eso sabemos bastante por aquí, anda que no costó meter los ebooks- tenemos la grapa a cuatro dólares en digital cuando en Japón están regalándola.
Y es que el principal valor de la grapa está en mantener la discusión activa. Que el debate que se daba en las librerías especializadas, en aquellos bares, continúe activo; «¿has leído el último número de zutanitoman?» y tal. Ese debate no se daba con tanta intensidad en los Cimoc o en el Víbora de los 80, y por eso el género de superhéroes y el manga acabó arrasando con todo. Esas comunidades de librería se trasladaron a Internet, a las redes sociales y hasta a los weblogs, y ahora estamos en un momento en el cual las librerías y los salones están cancelados mientras que las comunidades de lectores de cómics están haciendo todo tipo de esfuerzos por mantener las librerías «vivas». Yo espero a mi librero, sí, me parece estupendo, pero lo que no os pide vuestro librero es que dejéis de producir tebeos. Y resulta que tenemos a todas las editoriales pidiendo a sus autores que dejen de producir porque no van a distribuir el producto y no lo van a vender. Llevamos mes y pico de confinamiento aquí y tres semanas en EEUU y las editoriales están de un inmovilismo tremendo. Que ojo, las españolas ninguna culpa tienen que bastante tienen con lo suyo las pobres, se han volcado en regalar cómics en digital, están en su mayoría haciendo campañas y gestos en favor de toda la estructura de producción y distribución y hasta ha vuelto el Víbora en digital y gratis. Me quito el sombrero, porque esta gente quieras que no lleva en la cuerda floja años y años y aun así siguen peleando a brazo partido por un medio que aman, bastante hacen ya. Pero lo de las todopoderosas Marvel y DC es totalmente lamentable…
Porque en todo este tiempo no han hecho nada. Especialmente sangrante es el caso de Marvel, con todo el monopolio de la Disney a sus espaldas y mirando al horizonte con ojos bizcos, a verlas venir. Sus trabajadores ya han empezado a parar y se rumorea que están empezando a trabajar en contenidos digitales -más que nada para que sus freelancers no se pongan a trabajar para la competencia, vaya- pero más allá de eso parece que tienen una fe casi enfermiza en que Diamond volverá a distribuir y todo volverá a estar como estaba. Y no, no lo va a estar. Porque multitud de librerías van a cerrar, sí, pero el bolsillo de los lectores va a estar más apretado. Y en el momento en el que vuestros lectores igual necesitaban más escapismo, resulta que vosotros no estabais ahí. Que sí, que han puesto gratis en Marvel Unlimited un montón de cómics, pero eso no va a mantenerlos en el candelero.
Y si Marvel parece amordazada y mutilada, el caso de DC ha sido bastante más proactivo; desde un primer momento han querido mantener la distribución de cómics contra viento y marea -cosa que no es del todo algo muy responsable habiendo una pandemia por ahi fuera, pero bueno- y anuncian que para finales de este mes van a distribuir unos cuantos cómics nuevos. Mientras tanto han estado publicando la continuación de Batman Animated Series en digital, con Paul Dini y Alan Burnett dándonos una buena dósis a los fans del personaje que nos sabe a gloria, pero queda claro que aquello de que «crisis significa oportunidad» no va con Marvel y DC.
Porque es cierto que el tiempo de reacción ha sido muy escaso, pero se podían haber hecho más esfuerzos en cambiar el modelo. Que hubo ideas y sugerencias a montones, que si realmente quieren defender a capa y espada a las librerías podían haberles echado un capote mucho mayor que todas las subastas benéficas que están haciendo. El digital podría haber sido un aliado y no un veneno para el pequeño comercio, pero aquí se han vuelto a cometer los mismos errores de siempre. En cualquier momento Amazon o cualquiera de las grandes tiendas de internet puede ponerse a vender grapa y cargarse todas las librerías haya pandemia o no, y esto que se está haciendo ahora no nos lleva a ninguna parte.
Y sí, llevo diez años diciendo que el cómic debería volver al kiosko. Que se refugió en la librería porque era un valor seguro, pero el kiosko era el que te permitía explotar de verdad. Entiendo que una editorial de perfil bajo -vamos, la heroica resistencia numantina que tenemos por aquí- no pueda jugarsela, pero que a estas alturas los que tienen a sus espaldas conglomerados gigantescos no puedan jugarsela me parece de una cortedad de miras tremenda. Dan DiDio -¡Dan DiDio!- volvió a meter cómics en los supermercados. Y los cómics que sacaron en los Wallmart fueron exclusivos, porque a Diamond y las librerías no les hubiera hecho ni pizca de gracia que pusieran a la venta allí los mismos cómics que vendían ellos. Y precisamente es en esas concesiones donde DC, Marvel y la madre que los parió están perdiendo la batalla, donde el cómic de EEUU se sigue hundiendo en sus propias arenas movedizas. Salvemos las librerías, sí, pero espabilemos de una puta vez.