Tras ese triste intento por parte de Diógenes de reescribir la historia y mis heroicos esfuerzos para que el publico conozca la verdad, toca recuperar esa extraña rutina en la que llevamos viviendo ya no se ni cuanto tiempo y hablar de lo que interesa al publico, infecciones contagiosas. Y hoy toca alejarnos de los superhéroes americanos para retomar a un personaje muy querido por aquí, el Juez Dredd, en una clásica historia en la que el mejor equipo creativo que ha tenido y tendrá el personaje en toda su historia, John Wagner, Alan Grant y Carlos Ezquerra mostraron a los lectores de 1982 como algo aparentemente insignificante podía llegar a convertirse en una de las mayores amenazas a las que se había enfrentado Mega-City One.
Los ciudadanos de Mega-City One aun están tratando de recuperarse de las terribles secuelas dejadas por la Guerra del Apocalipsis (esta en la recamara el hablar de esa saga) y de la destrucción dejada a su paso. Ciudadanos como los que malviven como vagabundos entre los restos de lo que fue el Sector 1 de la ciudad, convertido ahora en un un puñado de escombros. Pero uno de esos ciudadanos sin rumbo que apenas tiene conciencia de quien fue o donde se encuentra, descubre un puñado de setas que parecen de lo mas apetecible y que no solo le recuerdan a algo de su vida pasada, sino que parecen una alternativa agradable a su dieta habitual de estofado de rata. Pero sin saberlo este ciudadanos esta apunto de desatar sobre su ciudad una de las mayores y mas terribles plagas que ha conocido el mundo…
Una de las características que mas me gustan de las historias del Juez Dredd es como todo tiene consecuencias y tras alguna de las sagas mas épicas siempre quedan cabos sueltos con los que lidiar a veces incluso décadas después, algo que se le debe sobre todo a que a diferencia de lo que sucede en el mercado estadounidense aquí no es raro que un autor se pase mas de cuatro décadas escribiendo de forma intermitente a estos personajes. Y eso es lo que nos encontramos en Fungus, una historia que parte de forma indirecta de lo sucedido en Apocalipsis War, una de las sagas que mas ha marcado al personaje del Juez Dredd y a la que John Wagner se ha seguido remitiendo hasta hace poco mas de un año.
La premisa de la historia es bastante simple, una amenaza infecciosa que pone en peligro a toda la ciudad y los desesperados intentos del implacable Departamento de Justicia que no se detendrá ante nada para frenar su expansión. Pero el gran talento combinado de Wagner, Grant y Ezquerra hace que esta historia que no llega a las veinte paginas se convierta en algo mas que una simple anécdota. A través de sus paginas nos encontramos reflejado ese pánico constante en el que viven los ciudadanos de Mega-City One y que provoca que prefieran enfrentarse solos y sin ayuda a una misteriosa enfermedad antes que ponerse en manos de los Jueces.
Unos jueces de los que vemos su lado mas frio y despiadado, encontrándonos con personajes tan devotos hacia lo mismo (la protección de Mega-City One por encima de todo) como el Juez Medico Kildare (la sutileza no es la especialidad de 2000 AD) que no duda en sacrificarse por el bien de la ciudad y que contrasta con la fría y brutal eficiencia de Dredd, quien no duda un instante en “hacer lo que debe” de forma despiadada y casi inhumana, sacrificando a unos pocos para salvar al resto.
Pero es el final de la historia lo que la hace mas memorable, cuando nos encontramos con un puñado de inocentes ciudadanos, pasajeros del transporte publico, que se vieron afectados de forma accidental y que mientras esperan con confianza ciega en la cura que sin duda les administrara el Departamento de Justicia, la Juez Jefe McGruder les trae de vuelta a la realidad de una forma brutalmente honesta recordándoles que el conjunto de los habitantes es importante, pero los individuos a menudo son sacrificables.
Historias como esta en las que se junta tantísimo talento tanto a nivel de guion como de dibujo y que demuestran lo mucho que se puede contar en tan pocas paginas (originalmente esto fueron tres capítulos de unas seis paginas) son el ejemplo perfecto de por que me apasionan tanto estos cómics. Y con este pequeño recordatorio de que hay mas infecciones que las que afligen a Superman seguimos amenizando estos días que amenazan con parecernos todos iguales deseando que esto acabe cuanto antes aunque solo sea por dejar de tener a Diógenes amenazándome todo el día para que deje de hablar de epidemias.