Ya que M’Rabo está empeñado en llenar esto de plagas y como gracias a ella es posible que nos quedemos sin cómics por una temporada, con todo el dolor de mi corazón creo que lo mejor será cerrar la persiana de Brainstomping hasta nueva orden y… ¡JA! ¡Un cuerno! ¡A M’Rabo el día del juicio le pillará escribiendo el post del día siguiente! Y es esa gozosa idea mental de esa sucia alimaña torturada hasta el fin de los días la que nos da alas para seguir adelante a través de todos los encierros. Y para celebrarlo, nada mejor que el último cómic de Alan Davis. He dicho bien, un cómic de Alan Davis guión y dibujo, no os dejéis engañar por los créditos de la portada.
Giant-Size X-Men Nightcrawler es Alan Davis volviendo a uno de los personajes que mejor se le da dibujar y guionizar. La historia viene a contarnos como los mutantes detectan una extraña anomalía en la vieja escuela de Xavier -que por lo que recuerdo había sido destruida y luego reconstruida como escuela Jean Grey para luego ser destruida y reconstruida en Central Park, pero uno se pierde a estas alturas- y para allí que van Kurt, Illyana, Douglas Ramsey, Trevor -EyeBoy, un personaje inventado en la etapa de Jason Aaron-, Lockheed -porque a Davis le apetecía dibujar a Lockheed y porque le venía bien a la historia que se acaba contando, pero spoilers y tal- y Kurt Wagner, el mismísimo Rondador Nocturno.
Sí, básicamente Davis lo que hace es recuperar personajes con los que lidió en Excalibur y Nuevos Mutantes allá por los 80/90, y es tremendo esto de leer a estos personajes, tan maltratados hoy en día y transformados en criaturas que casi se nos hacen ajenas, de nuevo hablando como ellos mismos, con su propia voz. Davis se conoce estos personajes como la palma de su mano, y es una auténtica pena que ya no escriba guiones -por decisión personal, dice que acaba invirtiendo demasiado tiempo escribiendo y que no le compensa- porque muy pocos autores saben encontrar la voz exacta de estos personajes. Y ya que alguno estará gritando indignado «¡pero si esto lo escribió Hickman, que lo pone en los créditos bien gordo!» dejaré que hable el propio Hickman:
I really don't deserve much credit for that book. I wrote an rough outline and when the art came back Alan had scripted most of it as well.
I figured, who am I to rewrite this comic book legend? And we just went with it.
— Jonathan Hickman (@JHickman) March 25, 2020
En resumidas cuentas, si esto viniera firmado por Alan Davis como autor completo, habría vendido menos, así que le han dado todo el crédito del guión a Hickman y en paz; calculo que todo ha sido una operación parecida a los 4 Fantásticos de Heroes Return con Scott Lobdell, esos en los que misteriosamente Lobdell sabía guionizar como nunca lo había hecho y luego así de sopetón pasaron a una mediocridad desesperantemente familiar… Pero que no, que estábamos hablando de un tebeo bueno.
A decir verdad, éstos son los cómics por los que merece la pena seguir leyendo mutantes. Sí, es cierto que Hickman tiene un plan y se nota cada vez más que todo lo «chungo» de Krakoa tiene un porqué, pero aun así a Hickman siempre le faltó un puntillo de humanidad en todos sus personajes, cosa que con los mutantes es particularmente hiriente porque no dejaba de ser historicamente una franquicia más basada en interesar al lector en los propios personajes que por lo que pasaba a su alrededor; es algo parecido a lo que pasa con Spiderman o Wally West, si no haces el cómic sobre el personaje estás fallando. Y al revés, si en un cómic sobre estos personajes no falla la caracterización, todo lo demás parece funcionar solo.
Porque sí, son Krakoanos haciendo krakoadas, pero a la hora de la verdad son Kurt, Doug e Illyana enfrentados a una mansión que parece embrujada, afrontando algunos fantasmas personales y de paso respondiendo alguna que otra pregunta que llevábamos arrastrando desde HoX/PoX -no voy a soltar ningún spoiler sobre este cómic, ¡pero ése es mi Doug Ramsey!- además de recordarnos que los tacones de aguja que llevaba Rachel allá en los 80 han envejecido horriblemente.
En cuanto al apartado gráfico pues es Davis sin Mark Farmer, entintándose a si mismo, y es curioso ver como él es más partidario de la línea que de la mancha. Tras tantos años de Neary y Farmer, ver a Davis interpretándose a si mismo hacen que me remita mucho más a Neal Adams, una de sus influencias de cuando era chaval y que ocultaban unos entintadores que trataban de acercarse más a Byrne o Rubinstein que al propio lápiz original de Davis. Que, ojo, con esto no quiero decir que destrozaran los lápices originales de Davis -que siempre han sido bastante limpios, todo hay que decirlo- si no que lo sometían a una interpretación fiel pero distinta que durante años y para todos los que no habíamos visto originales de Davis fueron lo que creíamos que era Alan Davis.
Poco más que decir, más allá de dejar claro que es un especial a la antigua usanza, contando una historia autoconclusiva que explora un poquito a los personajes y nos da algunas pinceladas sobre todo lo que está pasando en el universo mutante, dejándonos con ganas de más y lamentándonos de que el Alan Davis guionista no se prodigue más. Esperemos que el hecho de que el editor mutante, Jordan White, sea un fan a ultranza del Excalibur original nos acabe trayendo más proyectos de Alan Davis guionizando en la sombra, que buena falta nos hacen.