No es la primera vez que descubro la existencia de un autor de cómics tras su fallecimiento pero si es un buen ejemplo, aunque trágico, de que a través de su obra su recuerdo permanecerá con vida durante muchísimo tiempo. Y esto es lo que me sucedió a finales del año pasado con Howard Cruse, un autor del que apenas había oído hablar y al que sin duda jamas me acerque por mis prejuicios a todo lo que oliese a cómic underground o se le pareciese. Por suerte una vez mas los consejos de algún amigo hicieron superar mis prejuicios y le di una oportunidad a su obra, descubriendo en su Wendel a un autor magnifico al que vale muchísimo la pena descubrir aunque sea un poco tarde.
Wendel Trupstock sueña con ser escritor mientras se gana la vida como encargado del correo en una revista mientras Ollie Chalmers pasa sus días haciendo fotocopias en una copisteria y dedicando todo su tiempo libre a su pasión por el arte dramático. Pero un día un encuentro fortuito hace que se crucen sus caminos y surja el amor entre ellos, un amor que puede con todo y contra el que ni el ser homosexuales en los Estados Unidos de Reagan podrá hacer mella.
Como decía al comienzo mis prejuicios contra cierto tipo de cómics (básicamente lo que aquí en España publicaba la Cúpula) hicieron que me perdiese en su día muchos grandes cómics y desconociese casi por completo a muchos autores. Y aunque con el paso del tiempo he ido corrigiendo eso, aun me queda mucho por descubrir como me ha sucedido con Howard Cruse y su obra, una obra de la que de momento solo conozco su Wendel, pero que me ha servido para descubrir el enorme talento que poseía Cruse. Un cómic que nació como tira de prensa en las paginas de The Advocate, una revista orientada a la comunidad LGBT, en la que Wendel, Ollie y sus amigos y familias desarrollaron sus vidas entre 1983 y 1989 (con un pequeño parón entre el 85 y el 86) y que ha sido reeditada en tomo un par de veces.
Y lo que nos encontramos en Wendel es ni mas ni menos que la vida cotidiana de dos personas que se quieren y que tienen que hacer frente a problemas domésticos, a lidiar con conflictos en sus trabajos o a ser padres mientras luchan por hacer realidad sus sueños. Algo para lo que Howard Cruse creo para ellos una versión algo idílica y bucólica de la realidad, con una intención clara de mostrar que sus personajes eran simplemente gente normal y corriente que intentaban ser felices y con unas vidas tan ordinarias como la de cualquier pareja heterosexual.
Pero esto no supuso que Cruse quisiese mantenerse al margen ante la inevitabilidad de la realidad de la época, y por ello en las paginas de Wendel también nos encontramos el amargo reflejo de lo que fueron aquellos años en los que ser cualquier cosa menos heterosexual convertía a uno en blanco de la homofobia en todas sus formas, de sentir miedo a las políticas conservadoras de aquellos años o a la epidemia del Sida que casi hacia tanto daño por el estigma que acarreaba que por las muertes que provocaba.
Pero Howard Cruse ademas de ser un gran guionista capaz de sacar el lado cómico de las situaciones mas cotidianas o dramáticas, o de emocionar al lector con esta historia de amor, fue ademas un gran dibujante. En Wendel utilizó un estilo muy “cartoon” que parece deudor de cómics como Archie, con el que Cruse supo dotar a sus personajes de una expresividad y dinamismo envidiables. Ademas, como nota para los mas pudorosos, pese a que el sexo es algo de lo que Cruse no rehuía en sus historias, todo esta reflejado aquí de una forma bastante elegante y casi parece un cómic infantil comparado con muchos cómics realizados en Europa.
Siempre suelo decir en estos casos que cuando muere un autor lo mejor que podemos hacer es recordar su obra y ayudar a descubrirla (que aun tengo pendiente su Stuck Rubber Baby), algo que en este caso es mas cierto que nunca. Pero aunque me entristece no haberme enterado de su existencia hasta su fallecimiento, al mismo tiempo me alegro de haber descubierto este pequeño pero importante trozo de su legado, un cómic emocionante y conmovedor con el que cualquiera, independientemente de su orientación sexual, acabara viéndose reflejado en alguna de sus paginas porque a fin de cuentas y tal como Howard Cruse trato de reflejar aquí, la gente es gente.