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Cien años de Curt Swan, el Superman que no me gustaba

No creo que yo sea el más apropiado para hablar de Curt Swan, porque tengo que reconocer que nunca me gustó la forma en la que dibujaba a Superman. Y claro, cuando estamos hablando del que para muchos es la quintaesencia de los dibujantes de Superman y el que definió su aspecto gráfico durante más de tres generaciones, casi parece una herejía que llegue yo con mis santos testículos y me quede mirando estos cómics de Superman y reconozca que sí, que Swan es un buen dibujante, pero… Es que no me gusta su Superman.

¡Podría pasarme toda la tarde poniendo a caer de un burro ilustraciones «clásicas» como esta!

Yo siempre fui más de Wayne Boring o del propio Joe Shuster, a pesar de que el problema principal de los tres dibujantes siempre vino más desde el aspecto editorial que desde los propios dibujantes en sí. Swan, repito, es un dibujante excelente, un maestro con todas las letras, pero aun así su Superman y su estilo impuesto por DC a todos los dibujantes contemporáneos a su reinado -Jack Kirby incluído- han venido a significar para mi todo lo que Superman no debe de ser. El Superman defensor del status quo y del establishment, el Superman que descubría una kryptonita nueva cada semana, el Superman que se creía que podía maltratar a sus amigos de la forma más cruel porque «era por darles una lección moralizante», en definitiva, el Superman que odia todo el mundo que no conoce a Superman. Ése era para mi el Superman de Curt Swan, y hasta no descubrir el Superman de Byrne/post Byrne no acabé de encontrarle la gracia al personaje, empezar a tener el suficiente interés como para ir más allá y llegar a leer el Superman de Siegel y Shuster, que sigue siendo la mejor encarnación del personaje y por algo la que más éxito tuvo en toda su historia. Pero debemos reconocer que el Superman de Curt Swan consolidó a Superman como lo que es hoy en día, por más que en su día hasta la propia DC quisiera borrarlo del mapa.

Casi cualquier cómic clásico de Superman de los 50 y 60 está dibujado por Curt Swan.

Douglas Curtis Swan nació en Minnesota el 17 de febrero de 1920, y como a tantos niños de la gran depresión, le tocó desempeñar distintos empleos para ayudar a sacar adelante a su familia, combinando estas actividades con su pasión por el dibujo. Pronto, y con el estallido de la segunda guerra mundial, Curt pudo empezar a trabajar como dibujante para el Stars and Stripes, el periódico de los militares norteamericanos. Allí pasaría la mayor parte de la guerra, bastante lejos del frente, y gracias a ello pudo beneficiarse de una beca GI Bill para formarse como dibujante. Al poco de terminar la guerra y a finales de 1945, Curt Swan sería contratado para colaborar en Boy Commandos, la serie creada y editada en un principio por Joe Simon y Jack Kirby que sirvió como auténtica cantera para muchos de los futuros dibujantes de DC y otras editoriales.

Aquí Swan entintado para que parezca Wayne Boring, porque Mort Weisinger y Jack Schiff eran así.

Sin embargo, Swan pronto se movería a otros títulos y por fin llegaría a Superman en 1948, en una historia complementaria titulada «The Man who bossed Superman», y que curiosamente sería reeditada cinco años más tarde para el archifamoso «Three-Dimension Adventures Superman», cómic en anaglifo -lo que vienen a ser las 3D con gafitas de colores- que aprovechaba la locura por las 3D de los 50 y que a su vez fue reeditado otra vez en los 90 porque impactó tremendamente en la chavalería de la época. Pero estábamos hablando de Curt Swan…

¿Que el hombre tiraba de poses cosa mala? Pues sí. ¿Que era mucho mejor que la mayor parte de los entintados que recibió? Pues también.

El éxito de Swan no fue inmediato, ni mucho menos. A finales de los 40 la borrachera de poder de Mort Weisinger estaba en todo su esplendor, y el tiránico editor jefe de DC Comics trataba a todos sus colaboradores con desprecio en el mejor de los casos y como un auténtico monstruo de sadismo en el peor. Swan no sería una excepción para Weisinger, por lo que desde un principio tuvo encontronazos con el hasta que en 1951 el dibujante decide mandar al cuerno los cómics y dedicarse a la publicidad «para ahorrarse dolores de cabeza». Eran malos tiempos para el cómic en general y Superman, a pesar de gozar de bastante buena salud, notaba como el advenedizo Capitán Marvel le estaba comiendo la tostada a pesar de que el Hombre de Acero seguía teniendo presencia en seriales radiofónicos y cinematográficos, llegando a tener en preparación hasta una serie de televisión de imagen real; quieras que no trabajar en Superman se pagaba bien, por lo que Swan no tardó ni un año en volver a DC y hacer las paces con Mort Weisinger, que poco a poco empezaría a respetarlo, empezando a encargarle portadas -recordemos que para Weisinger los portadistas siempre tenían un status superior- hasta convertirlo en un dibujante estrella con el estreno de la serie de Jimmy Olsen, que ya dibujaba él por completo.

¿Por qué es el Hombre de Hielo el que sale del armario y Jimmy Olsen no? ¡Si estaba clarísimo!

Cuatro años más tarde, en 1958, Swan era ya el dibujante de la tira de prensa de Superman y el referente gráfico del personaje, el tipo al que debían de imitar todos los demás dibujantes de Superman. Su trabajo mostraba un kryptoniano más cercano a Gary Cooper que a Cary Grant, que aporreaba villanos casi sin despeinarse y un hieratismo casi doloroso; y es que Swan no era un dibujante de acción, era un dibujante más dado al costumbrismo, con lo que sorprende que se convirtiera en el gran dibujante de Superman; Ya he dicho que no soy fan de Swan, pero lo peor de todo es que esto no era tanto culpa suya -cada uno tiene sus fortalezas y sus debilidades, vaya- como de la forma en la que la administración Weisinger le obligaba a dibujar. Si vemos su trabajo en los 70, lejos del «gremlin maligno» que decía Roy Thomas, vemos a un autor bastante más dinámico, pero que aun así está tremendamente lejos del referentes como John Buscema o, llegando al extremo opuesto, el mismísimo Jack Kirby.

Pues no, la verdad, muy dinámico no era.

Es de suponer que Weisinger y su complejo de inferioridad querían un dibujante más cercano a Rockwell y los grandes ilustradores de revistas de la época, por lo que Swan terminaría siendo el dibujante de referencia de Superman hasta mediados de los ochenta y Crisis en Tierras Infinitas. Para entonces la nueva DC quería romper por completo con el pasado y por eso no tuvo ningún reparo en apartar a Curt Swan y personalizar en él todos los atributos del «viejo» Superman. Comercialmente la decisión era correcta, porque los lectores -yo- nunca habríamos vuelto a Superman si hubiera seguido estando realizado al estilo Swan. Pero a la vez, es completamente injusto el mandar al ostracismo a un hombre que se ha pasado cuarenta años trabajando en una empresa, encargarle un último especial para despedir a «su» Superman -el famoso Que fue del Hombre del Mañana, con guión de Alan Moore- y a partir de ahi no encargarle apenas trabajo. Es tremendo tener a un dibujante capaz de hacer tres o cuatro series al mes y encargarle solo una miniserie de Aquaman, dos páginas semanales en Action Comics Weekly -que vaya ideas de bombero hay que tener para serializar una historia de dos páginas semanales, oiga- hasta que por fin se juntó con John Byrne y Jerry Ordway para Superman: The Earth Stealers, en la cual Swan demostró que sí que podía tener un estilo moderno y que podría hacer historias modernas… Si le dejaran hacerlas.

Con entintado de Ordway la cosa mejora bastante y gana muchísimo dinamismo.

Lo que queda por contar no es bonito. Pronto dejó de llegarle trabajo hasta que DC se olvidó por completo que estaba allí, con lo que Curt Swan dejó el cómic sin pena ni gloria. Su última contribución a Superman fue para el álbum de boda de Superman, publicado en 1996 poco después de su muerte, pero seguramente su trabajo más recordado por la época y que realmente le reivindicó como alguien realmente perjudicado por la miopia editorial fue su colaboración con Larry Niven para Penthouse Comix con «Man of Steel, Woman of Kleenex». Sí, Curt Swan tenía un estilo que pertenecía a «otros tiempos», pero estaba claro que podía dibujar «moderno». Que con un entintador apropiado -Ordway- sus cómics tenían otra textura y mayor actualidad. Pero DC no fue capaz de ver eso, y prefirió mandarlo al cementerio de elefantes por miedo a que su «antigüedad» perjudicara al personaje. Es triste, es lamentable, pero lo peor de todo es que es comprensible.

 

Bueno, igual otro tipo de acción si que se le daba bien.

No, no me gusta Curt Swan ni soy la persona más apropiada para recordar su centenario, a pesar de que en todos estos años he aprendido a apreciarlo y soy consciente de su aportación e influencia en dibujantes posteriores. La injusticia ocurrida sobre Curt Swan debería dejar claro a todos los autores posteriores que la lealtad a la empresa no vale de absolutamente nada, y que da igual que seas el dibujante favorito de tres generaciones, porque ni Marvel, ni DC, Dark Horse o Image se acordará de tí cuando todos crean que tu trabajo está pasado de moda. Porque lo que le pasó a Curt Swan le está pasando ahora mismo a Jerry Ordway, a Kevin Maguire y sí, a Chris Claremont. Pero estoy convencido de que montones de autores y editores compartirán hoy un dibujito de Curt Swan en sus redes sociales, recordando sus tebeos favoritos y ni se les pasará por la cabeza mandarle un mensaje a Jerry Ordway para que les dibuje un Superman. Nunca aprenderemos…

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