Ya que lo que esta sucediendo en Event Leviathan me tiene con el alma en vilo y las otras “novedosas” e “innovadoras” ideas de Bendis como que el hijo de Superman desaparezca una temporada y vuelva convertido en adolescente/veinteañero o que vaya a perder su identidad secreta, me apasionan tanto, he decidido que mejor me ponía a leerme la etapa de Siegel y Shuster. Y es que a veces no hay nada mejor que echar la vista atrás a tiempos aparentemente mas simples cuando los autores de cómics tenían algo que contar y no se limitaban a encadenar un golpe de efecto tras otro. Y para ser mas concretos hoy quiero hablar del numero 10 de Action Comics de 1939 y de la historia en la que Jerry Siegel y Joe Shuster enviaron a Superman a prisión.
Cuando el periodista estrella del Daily Star, Clark Kent, recibe una misteriosa llamada citándole para revelarle una información digna de aparecer en portada, no esperaba encontrarse allí con un presidiario fugado que le narra una aterradora historia de malos tratos y torturas por parte del propio alcaide de la prisión. Indignado por ese descubrimiento, ya que considera que nadie, ni siquiera un criminal convicto, merece ser tratado de esa manera, hará todo lo que este en su mano, tanto en su identidad de Clark Kent como en la de Superman, para llevar ante la justicia a ese autentico criminal que abusa de su poder sobre los mas débiles.
En los últimos meses he ido leyendo cada vez mas etapas muy alejadas de la actualidad por puro aburrimiento, y en el caso de Superman he retrocedido tanto como para llegar a unos orígenes de los que había leído muy poco, encontrándome en ellos, o reencontrado mas bien, la evidencia de porque Superman alcanzo tantísima popularidad en su momento. Y es que aunque Siegel y Shuster estaban un poco verdes y a nivel técnico había muchos otros autores que les superaban, su trabajo en Superman tenia una fuerza y una frescura tan grande que ochenta años después de su publicación siguen siendo grandes historias. Aunque eso si, desde un punto de vista actual resulta curioso comprobar lo densas que resultan (no en el mal sentido ojo), que a ellos con catorce paginas les daba para contar lo que otros autores actuales nos contarían en tres o cuatro números.
Pero lo que mas me ha sorprendido de esta historia en concreto, es el tema escogido, ya que aunque desde sus inicios este Superman se había caracterizado por ponerse siempre de parte de los mas débiles. e indefensos y en contra de los opresores, resulta curioso, tanto como debió resultarlo entonces, que aquí las victimas sean delincuentes convictos. Y eso sorprende mas aun teniendo en cuenta que el propio padre de Jerry Siegel murió de un infarto tras sufrir un atraco en su tienda, por lo que hubiese sido mas que comprensible que no sintiese ninguna simpatía por los delincuentes, pero se ve que para el y Joe Shuster, así como para su famoso personaje, nadie, absolutamente nadie, merecía recibir los abusos de aquellos que se aprovechan de su posición de poder.
Aquí Siegel y Shuster no se nadaron con tonterías a la hora de retratar esos abusos, con un alcaide convertido en un autentico monstruo que torturaba a los prisioneros a su cargo sin mostrar el mas mínimo ápice de compasión, un villano con todas las letras a quien nos llegan a mostrar incluso matando a latigazos a uno de esos prisioneros, para que al lector no le quedase duda alguna de la maldad de ese alcaide.
Aunque lo mejor en todo esto es la actitud de Superman al respecto, en ningún momento nos lo muestran dudando o pensando que quizás ese delincuente fugado se lo merecía o que este mintiendo para escapar de prisión., su respuesta ante esta situación es de lo mas simple, alguien esta haciendo algo mal, hay que detenerle y de paso reformar la forma en la que funcionan las prisiones.
Y aunque es cierto que del plan de Superman al respecto se podría decir que es innecesariamente complicado, es todo un placer ver hasta que extremos es capaz de llegar para probar la culpabilidad del alcaide y conseguir que esas torturas dejen de producirse, incluyendo algo que era todo un clásico en la época, Superman irrumpiendo de noche en casa de alguna autoridad para que certificase lo que estaba sucediendo.
Pero dejando a un lado lo mucho que he disfrutado con este cómic pese a su aparente simplicidad, no deja de ser un poco triste ver como en aquellos años ni autores ni editores parecían tener problemas a la hora de publicar una historia como esta, en la que se cuestiona el funcionamiento del sistema penitenciario o la inanición de las autoridades, mientras que hoy en día parece casi imposible que algo así se publique en alguna de las dos grandes, a no ser que se encuentre extremadamente camuflado para evitar levantar suspicacias o alienar a según que sector de los lectores (que ya vemos lo que suele pasar cada vez que se mete contenido político evidente en alguna historia) provocando que aunque hoy en día los cómics sean estéticamente mas espectaculares, sean un poco “cobardes” comparados con lo que se hacia antes.
Porque leyendo estas historias y viendo como esta hoy en día la actualidad, no me cabe duda de que si Siegel y Shuster hubiesen creado a Superman hoy en día, y les hubiesen dado la misma libertad con la que contaron en los años 30, Superman se encontraría hoy derribando muros, apaleando neonazis y liberando a niños de campos de concentración dentro de sus propias fronteras. Pero como algo así dudo que lo veamos a corto plazo, que es mas importante mostrarnos las consecuencias de que Superman pierda otra vez su identidad secreta, siempre nos queda un legado de ocho décadas de historias entre las que podemos encontrar autenticas maravillas con las que seguir disfrutando.