Hoy toca hablar de uno de esos cómics de superhéroes que destacan dentro del mainstream de las dos grandes y al que no le hemos hecho tanto caso por aquí como deberíamos- El Pantera Negra de Ta-Nehisi Coates. Porque aunque en el pasado ya he hablado de la etapa de este escritor con el personaje, la serie actual es tan diferente en su planteamiento y en su desarrollo que prácticamente es otro cómic. Una serie en la que de nuevo Coates, acompañado principalmente por el gran Daniel Acuña, pone patas arriba el mundo de T’Challa para ofrecernos una gran historia de esas que por suerte aun podemos encontrar dentro de Marvel. Y para la ocasión tratare de mantener los SPOILERS al mínimo aunque inevitablemente alguno caerá.
Dos mil años en el futuro un esclavo sin nombre ni memoria, plagado por misteriosas pesadillas y dotado de extraordinarias habilidades se rebela contra su situación y contra la tiranía del Imperio Intergalactico de Wakanda. Y un acto de fortuna o del destino le pone en el camino de aquellos que como el se oponen a la dictadura del despótico Emperador N’Jadaka, los Maroons (O Cimarrón, nombre que en el mundo real recibieron los esclavos negros que en el Caribe escaparon para vivir en libertad) quienes le aceptan entre sus filas y que como el resto de los Sin Nombre recibe un nombre sacado de las antiguas leyendas, el nombre de alguien que nació Rey pero murió siendo un héroe… T’Challa.
Aunque le costó hacerse con el medio del cómic (lo suyo era escribir ensayos socio politicos, la autobiografía y el periodismo) lo que provocó que sus primeros cómics pecasen de un desarrollo excesivamente lento, la historia que estaba contando con Pantera Negra resultaba tan atrayente que consiguió que aguantase en la serie hasta que se hizo con el ritmo del cómic mensual y paso de ser un cómic con posibles a ser un gran cómic. Y el mayor acierto de Coates con el personaje fue huir del enfoque de otros autores del pasado (te estoy mirando a ti Hudlin) que habían querido convertir a Pantera Negra y su pueblo en poco menos que en perfectos seres de luz infalibles. Coates en lugar de eso nos monstruo los pies de barro de todo ello, cuestionó lo que hasta entonces habían sido verdades fundamentales en la historia del personaje como el papel de las Dora Milaje o la misma monarquía en la sociedad o esa imagen de pueblo perfecto y elegido que siempre había sido tan característico de los Wakanda para convertirles en otro pueblo de colonizadores que arrebato por la fuerza su tierra a sus anteriores ocupantes, les convirtió en humanos.
Y en su actual etapa, El Imperio Intergalactico de Wakanda, Coates parte de un elemento que introdujo Jonathan Hickman en sus Vengadores y en el epilogo de Secret Wars para ir por unos derroteros que no creo yo que fuesen los que tenia Hickman en mente. Allí veíamos como T’Challa quería que la humanidad se extendiese por las estrellas y que buscase nuevos mundos que habitar. Pero de nuevo Coates ha querido huir de lo obvio y nos ha mostrado lo contrario de lo que muchos esperarían de una premisa así recordándonos que el poder absoluto es algo que nadie debería tener, ni siquiera los herederos de alguien benevolente como el Rey de Wakanda.
El Imperio Intergalactico de Wakanda en manos de Coates no es una idílica Utopía en la que todos son felices y tratan a sus vecinos con respeto y solidaridad, es una monstruosa maquinaria bélica que se nutre de esclavos de cientos de mundos para aumentar y consolidar un poder que ya roza lo absoluto. Una dictadura genocida e imparable ante la que solo se opone un pequeño grupo de rebeldes… Porque si, si reducimos la historia a su armazón mas básico Coates nos esta contando su particular versión de Star Wars con un montón de personajes con nombres mas que familiares y un misterioso protagonista que no lo es tanto.
Pero este cambio tan radical de escenario no hace mella en la trayectoria que Coates ha venido siguiendo desde que se hizo cargo de la serie, y sigue volcando sobre ella todos sus miedos e inquietudes sobre la sociedad en la que vivimos y ese abismo al que a veces parece que nos dirigimos, unos temas que que aunque obviamente se centran sobre todo en lo que el vive como Estadounidense negro, no son temas con los que cueste demasiado identificarnos en el resto del mundo. Unos temas que sigue consiguiendo hilvanar en la trama sin que parezca que nos quiere sermonear o adoctrinar (porque aunque algunos autores no lo crean se pueden crear cómics con un fuerte contenido político sin convertirlo en un panfleto) mientras nos cuenta una entretenida space-opera bastante clásica.
Un cómic en el que de nuevo Coates se ha rodeado (o le han rodeado mas bien) de grandísimos colaboradores como Jen Bartel, Kevin Walker o sin desmerecer al resto, mi favorito, Daniel Acuña. Un equipo creativo en el que pese a que sus estilos artísticos no se complementan todo lo bien que deberían, entre todos han sabido trasladar al papel toda la espectacularidad de esta historia de ciencia ficción que ha llevado a este T’Challa y a sus rebeldes por todos los rincones de su galaxia maravillándonos con su talento.
Así que de nuevo, como ya me sucedió con el Immortal Hulk, mas vale tarde que nunca, que este arco argumental lleva publicándose ya casi un año y por lo sucedido en el ultimo numero parece que no le queda mucho para llegar a su conclusión. Pero es un retraso que ha servido al menos para confirmar lo que ya pensaba cuando se inicio esta historia, que estamos no solo ante una gran etapa de Pantera Negra sino ante otro de esos cómics que han quedado aislados en su pequeño rincón lejos de interferencias editoriales y crossovers varios recordándonos de forma agridulce que en las dos grandes siguen siendo capaces de publicar grandes cómics, pero que simplemente a veces parece que no quieren hacerlo.