Para rematar esta semana temática que nos ha servido como particular cuenta atrás hasta el estreno de Avengers: Endgame (¡y yo aun tengo que esperar hasta mañana!) quería dejar a un lado el cine y volver a los orígenes de los personajes en el cómic. Pero no quería hablar del grupo de forma genérica o centrarme en alguna grandiosa y épica saga, sino en algo que tuviese un significado un poco mas especial, al menos para mi. Así que ojeando entre mis viejos cómics encontré uno que era perfecto para lo que buscaba, uno de aquellos números de relleno que tanto abundaban antes que nos presentaba una historia autoconclusiva y sin ninguna repercusión para el futuro de la serie pero que de niño leí incontables veces y que repasándola ahora me he encontrado con que representa todo lo que son los Vengadores para mi. Un cómic con el que ademas me he llevado la relativa “sorpresa” de encontrarme con que estaba realizado por dos autores por cuyo trabajo siento un enorme cariño cariño, Bill Mantlo y Gene Colan. Así que como la ocasión lo merece vamos a recordar “Fire on the Streets” publicado en el numero 206 de los Vengadores en 1981 en Estados Unidos y en 1984 en España (¡los ochenta!).
La ciudad de Nueva York se encuentra bajo una fría y apacible noche invernal. Una tranquilidad que se ve rota cuando salta la noticia de un incendio catastrófico en una planta química en New Jersey que los bomberos, incluso contando con la ayuda de la Antorcha Humana, se ven incapaces de controlar. Una noticia que pone en acción a los Vengadores que parten inmediatamente a la zona antes de que el incendio acabe borrando del mapa todo el estado. Pero los Vengadores no tardaran en comprender que ese fuego incontrolable es mucho mas que un simple incendio, es casi un ser vivo con mente propia que quizás sea incluso demasiado para los héroes mas poderosos de la tierra…
Cuando yo era niño los Vengadores eran para mi un cómic muy especial porque parecía que era la serie donde salia todo el mundo. Allí me encontraba con que aparecían personajes a los que leía en sus series propias como el Capitán América, Thor o Iron Man e incluso personajes a los que conocía de otras series como la Bestia (al que casi al mismo tiempo que Vengador lo conocí como X-Men en la Saga de Fénix Oscura) o como en este caso concreto a la Antorcha Humana de los 4F. Por eso esta pequeña historia aunque intrascendente para la historia del grupo me encantaba, porque era como una muestra de lo grande que era Marvel. Pero es que ademas y como señalaba mas arriba, esta pequeña gran historia simboliza a la perfección lo que con los años se convirtió para mi en la marca de fabrica del grupo.
En este cómic la Mansión (y cuanto la echo de menos) no era simplemente una base de operaciones, un lugar frio y profesional donde los héroes se reúnen para organizar su trabajo. En estos años la Mansión aun era un hogar, el lugar de residencia de muchos de sus miembros quienes compartían techo y comida no como compañeros de trabajo o como profesionales unidos por una causa común, sino casi como una familia. Una sensación que en los últimos años el grupo ha dejado de transmitirme pero que en aquellos días era la norma y no solo un recuerdo.
También resulta curioso ver como los Vengadores no necesitaba enfrentarse a esas “amenazas mas grandes que la vida” que tanto le gustan a algunos guionistas y que hacen que a veces el cómic de superhéroes parezca imitar lo peor de Dragon Ball Z. Aquí en cambio una amenaza relativamente pequeña, que no ponía en peligro el universo sino “solo” una pequeña ciudad terrestre, podía dar pie a una historia en la que el peligro parecía real, en la que los héroes parecían estar jugandoselo todo sin necesidad de envolverlo en “fuegos artificiales” para que todo parezca falsamente épico.
Y aunque la amenaza en cuestión no había liquidado la mitad de la vida del universo, ni ponía en riesgo la integridad de la realidad o dependía del Macguffin cósmico de turno, el peligro para los Vengadores no era menor. Y gracias a esto en este cómic pudimos ver a los Vengadores hacer lo que mejor se les da, darlo todo por los demás. A lo largo de sus poco mas de veinte paginas podemos ver como los Vengadores están dispuestos cualquier sacrificio para proteger a los ciudadanos de New Jersey y a sus compañeros, negándose a abandonar la lucha incluso aunque eso ponga en peligro sus vidas. De niño me impactaron profundamente momentos como el de ese Iron Man que se ve forzado a congelar su armadura para no morir en ese fuego abrasador, cuando la Avispa se lo juega todo para detener al villano o especialmente cuando Jocasta destruye la única protección que tiene contra ese fuego imposible para salvar las vidas de sus camaradas y a continuación empieza a fundirse.
Aunque todo esto no es muy sorprendente teniendo en cuenta los dos profesionales que se encontraban detrás de este cómic y para quienes una simple historia de relleno era tratada con el máximo respeto. De Bill Mantlo me queda poco que decir, con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de como buena parte de mis cómics favoritos de la infancia habían sido escritos por el y como las relecturas en tiempos recientes no han mermado lo mucho que me sigue gustando su trabajo. Pero es que ademas este cómic estaba dibujado por el que es uno de mis dibujantes favoritos de todos los tiempos, Gene Colan. Un dibujante al que posiblemente descubrí en este mismo cómic y que su magistral habilidad para crear atmósferas tenebrosas conseguía que este incendio pareciese el mismísimo infierno y que treinta y cinco años después, aun tengo grabadas de forma indeleble en la memoria alguna pagina que otra.
Si, este es un cómic que no pasara a la historia del grupo, que nunca veremos adaptado en ninguna película o serie de televisión y que probablemente no muchos conocerán su existencia. Pero es también un cómic que es puro Vengadores de principio a fin, que clava las caracterizaciones de los personajes y que nos recuerda que los Héroes mas grandes de la Tierra lo son también cuando tienen que ayudar a apagar un incendio desbocado. Y este espíritu Vengador es el que espero encontrarme mañana por la tarde cuando me siente en la sala del cine a disfrutar (espero) de la conclusión del primer capitulo de una saga cinematográfica que sin duda aquel niño que a mediado de los ochenta se leía este cómic jamas hubiese creído que seria una realidad.