Siguiendo con mi repaso de los clásicos del cómic británico, hoy toca repasar un clásico del que hasta hace poco desconocía por completo su existencia, pero que dados los autores implicados no me cabía duda de que seria como poco una lectura interesante. Y de forma no demasiado sorprendente mis expectativas se habían quedado muy cortas, ya que The Thirteenth Floor es un gran cómic de horror que pese a estar enfocado a un publico infantil/juvenil, sus autores supieron forzar al máximo los limites de lo que les estaba permitido mostrar y crearon una obra que leída ahora, treinta y cinco años después, sigue manteniendo el nivel. Así que una vez mas vamos a seguir divulgando estas obras tan inmerecidamente poco conocidas por aquí, que no todo va a ser actualidad.
La Torre Maxwell es lo ultimo en alojamiento, un moderno edificio dotado de todas las comodidades modernas controladas por una inteligencia artificial llamada Max cuya principal dedicación es la comodidad y el bienestar de sus vecinos. Unas tareas que sin que nadie lo sepa, y gracias a un fallo en sus sistemas que le ha dotado de libre albedrío y unas habilidades fantásticas, Max ha decidido llevar hasta el extremo, castigando de forma despiadada a cualquiera que amenace la paz y felicidad de sus vecinos. Algo para lo cual Max ha creado el Piso 13, un piso que oficialmente no existe en el edificio por culpa de la superstición y en el que Max puede dar vida a toda clase de horribles y monstruosos escenarios en los que impartir su particular justicia…
Antes de entrar en materia conviene explicar un poco de donde viene este cómic y porque leído hoy en día resulta tan sorprendente. Originalmente The Thirteenth Floor se publicó dentro de la revista Scream!, que había sido creada en 1984 por IPC (los mismos de Action, Battle o 2000 A.D entre otras muchas cabeceras) y que tuvo una corta vida editorial de tan solo 15 números (Tras lo cual se fusiono con la revista Eagle). Una revista que estaba enfocada a un publico infantil/juvenil, pero cualquiera que conozca otras revistas de la época enfocadas al mismo tipo de publico o algunas de las series de televisión británicas que nos llegaron a España (aun tengo escalofríos cuando me acuerdo de Chocky) sabe que la concepción que tenían los británicos en aquellos años de lo que era un contenido adecuado para el publico mas joven es radicalmente distinta de lo que entendemos hoy en día. Y todo ello pese a que en Reino Unido llevaban sufriendo desde la década de los cincuenta su versión del Comics Code, la “Children and Young Persons (Harmful Publications) Act 1955” que limitaba por ley lo que podían contener los cómics enfocados a niños.
Pero pese a todas las limitaciones que tenían y a las polémicas que la editorial ya había sufrido por parte de anteriores publicaciones, los autores de este cómic, José Ortiz e «Ian Holland», el seudónimo tras el que se escondían John Wagner y Alan Grant (dudo que a estas alturas necesite explicar quienes son), quienes ya escribían tantas series que en IPC les pidieron que se escondiesen un poco para que no diese la sensación de que lo hacían casi todo, se las arreglaron para darle a su público todo el horror y la violencia que estos pedían sin salirse de esos limites, algo que a esas alturas ya debía ser un juego de niños para unos autores curtidos en numerosas batallas similares.
Y es que The Thirteenth Floor no es un cómic que se andase con contemplaciones, ya que partiendo de la base de que Max era algo así como el hermano psicópata de Hal 9000, esto hacia que el siniestro ordenador, que era todo amabilidad de cara a sus vecinos, era un torturador que bajo la excusa de hacer justicia se comportaba como un precursor del villano de las películas de Saw. Una labor que fue evolucionando y aunque al principio Max solo buscaba “reformar” a quienes ocasionaban algún tipo de inconveniencia a sus vecinos, pese a alguna muerte accidental que otra, no tardó demasiado en utilizar sus habilidades (que nunca queda del todo claro si se limitaba a crear hologramas o si hay algo mas detrás de los horrores del piso 13) para asesinar sin remordimientos a cualquiera que amenazase a sus vecinos o se acercase demasiado a descubrir su secreto, llegando incluso a manipular mentalmente a sus vecinos para que le ayudasen en sus fines cuando requería de presencia física, todo en nombre del bienestar de la comunidad.
Un cómic que ademas contó con un apartado gráfico de autentico lujo gracias al enorme talento de uno de nuestros mas grandes autores y que a estas alturas no debería necesitar presentación, José Ortiz. Un dibujante que antes de labrarse un nombre en España ya llevaba años dando buena muestra de su talento en los mercados estadounidense y británico y The Thirteenth Floor es un gran ejemplo de ello. El por aquel entonces ya veterano dibujante manejaba como le daba la gana la narración de la historia y sabia sacarle el máximo provecho al formato en blanco y negro para jugar con las luces y las sombras, pero donde realmente se lucia era en las escenas de pesadilla que tenían lugar en el diabólico Piso 13. En ellas podía dar rienda suelta a su talento para “romper” la composición de la pagina como mejor le convenía, alejándose de la estructura mas convencional y de plasmar con todo lujo de detalles las grotescas y monstruosas fantasías creadas por la mente cibernetica de Max con un grado tal de detalle y crudeza que incluso a mi me producen mal rollo, y recordemos de nuevo que esto era un cómic para críos.
Por suerte este y otros muchos clásicos no han quedado perdidos en el tiempo y están siendo recuperados poco a poco por Rebellion (los actuales propietarios de 2000 A.D. entre muchísimos otros títulos), habiéndose publicado de momento un primer tomo (el primero de unos cuantos, espero) dedicado a las aventuras de Max. Una labor enorme que no me cansare de agradecer por todo lo que me ha permitido conocer y disfrutar y que espero que les lleve a reeditar algunos clásicos de mi infancia como Spider, Kelly o Zarpa de Acero. Pero volviendo a The Thirteenth Floor, animo a todo el mundo que domine el ingles a darle una oportunidad a este cómic, que vale mucho la pena, la edición es mas que buena y de lo mas asequible (en España lo partirían en dos tomos a tamaño mas pequeño y cada uno costaría casi lo mismo que el tomo original) que cuanto mas vendan estas cosas mas clásicos se irán reeditando y eso es bueno para todos (menos para la tarjeta de crédito de Diógenes)