Hay historias célebres, hay historias maravillosas, hay historias casi perfectas que funcionan casi como un reloj, y hay historias que te dejan con el corazón en un puño. Normalmente estas últimas historias tiran de la emotividad, de golpearte en las tripas como Rocky tratando de desgastar a Apollo Creed hasta que se cansó y ya solo quería aguantar hasta el final del combate sin entregar la toalla o ser noqueado. O como Ben Grimm y el Campeón unos seis años más tarde…
Corría el año 1982 y a diferencia de lo que haría Joe Quesada un par de décadas más tarde, Jim Shooter animaba a sus editores para que escribieran cómics de vez en cuando, para que fueran viendo como era el otro lado del negocio. Al obligarles a trabajar con otros editores, los editores metidos a guionista supuestamente aprendían mucho de la experiencia, lo cual en muchas ocasiones provocó que editores como Roger Stern, Ann Nocenti o Louise Simonson dejaran de editar para pasarse a escribir a tiempo completo y con bastante éxito. Sin embargo, algunos de ellos no alcanzaron ese nivel de excelencia a pesar de intentarlo durante años y, aunque estaría feo decir nombres, lamentablemente se quedaron a medio camino tanto como escritores como editores. La cuestión es -y ya me vais a perdonar que divague tanto- a principios de los 80 y con John Byrne dándolo todo en Fantastic Four, el guionista regular de la serie oficiosa de la Cosa, Marvel Two In One, era Tom DeFalco, que ya por entonces estaba haciendo equipo con uno de sus colaboradores habituales, Ron Wilson. Y aunque su etapa no sea tan recordada como la de Gruenwald o ese número final que lo enfrentó a Ben Grimm -es una larga historia- DeFalco tuvo su momento de gloria en el Annual 7 de la serie, cuando Ben Grimm se enfrentó al Campeón del Universo. Que se llamaba así directamente, porque el creador de Hypertormenta ya en sus inicios tenía ojo para los nombres, si señor.
Nuestra historia empieza de forma costumbrista, con Ben Grimm posando para su novia Alicia, la cual agradece mucho su colaboración además de quejarse de lo duro que es hacer esculturas de supervillanos antipáticos que no se dejan tocar por ella, con lo que acaba teniendo que depender de las descripciones que hace Ben de los mismos (con lo que las esculturas que hace la pobre del Doctor Muerte no le deben de hacer mucha justicia). Que digo yo que si a la niña le diera por escultura no figurativa le iría mejor, pero no, la señora va de academicista y luego encima se queja. La cosa es que el manoseo de ella a él es interrumpido por un alienígena con bombín que se presenta a si mismo como Proja, El Promotor Supremo (nada que ver con el Hechicero Supremo o con el Científico Supremo, aunque Dan Slott es capaz de buscarles relación si hace falta). Proja -cuyo diseño dice mucho de la inexperiencia de Ron Wilson en aquel momento, para que negarlo- empieza a contarle a un atónito Ben que ha venido porque representa al mayor luchador de todos los universos conocidos, y que le gustaría enfrentar al miembro más fuerte del mejor supergrupo del mundo en un combate de boxeo.
La respuesta de Ben, lógicamente, es mandar al cuerno al fulano ese, pero el muy canalla no acepta un no por respuesta y lo teleporta contra su voluntad a vete tu a saber donde. No contento con tener al susodicho miembro más fuerte del mejor supergrupo del mundo, Proja procede a secuestrar a otros fortachones de la Marvel de entonces como Thor, Doc Samson, El Hombre Maravilla, Sasquatch, Namor, Coloso o -por supuestísimo- Hulk. Que ya que estamos, Proja debe de ser un tanto rancio porque se olvida de llamar a Hulka, que por aquel entonces ya era el músculo de los Vengadores y seguramente habría sido una luchadora bastante más interesante que el sosainas de Doc Samson, que no deja de ser un personaje que sólo funciona en su faceta de psicólogo.
Vamos a tener que dejarlo aquí de momento, pero no quería despedirme sin haberos mostrado esa maravillosa escena en la que a Proja no se le ocurre otra cosa que pensar que la Visión es uno de los seres más fuertes de la Tierra, cuando el señor tostadora lo que hace es controlar su densidad y poco más, mientras que su señora… ¡Ay su señora! ¡Anda que no habría estado divertida una serie de la Visión y la Bruja escrita por DeFalco, lo que habría disfrutado M’Rabo escribiendo un millón de posts estiradísimos sobre el tema!