¿Cuál es la trampa definitiva? Esa trampa de la que nadie podrá escapar, la trampa imposible de salir, la trampa que derrotaría al mejor artista de fugas del mundo. La trampa que necesitas para conseguir hacer que otra persona no salga de ella, se quede encerrada para siempre. ¿Una trampa de titanio? ¿Una de adamantium forjado y situada en lo más profundo del océano? ¿Una celda suspendida en el vacío, siendo engullida lentamente oir un agujero negro? Nah, todo eso es pan comido para Scott Free, nada puede parar a Mister Miracle.
Tom King venía de maravillar al mundo con su serie limitada de la Visión y acababa de firmar un contrato de exclusividad con DC, por lo que todavía no sabíamos si su éxito había sido un espejismo o realmente DC estaba haciendo un buen fichaje. Su Nightwing y sus Omega Men habían tenido un éxito más discreto y, aunque estaba claro que no era un trabajo de un perfil tan «personal» como Vision, se notaba que King necesitaba darle a DC un proyecto a la altura, algo que estrenar el año del centenario de Jack -Kirby y estar a la altura de lo que el Rey merecía. Y Tom King decidió recoger el guante del desafío y hacer una serie sobre su mejor creación en DC Comics, Mister Miracle, probablemente la serie más normal de lo que se llamó el Cuarto Mundo pero a la vez un material que muchos otros autores trataron de hacer funcionar pero que nunca daba el éxito comercial que se buscaba.
Por su parte, Mitch Gerads había coincidido por primera vez con King en The Sheriff of Babylon, una serie de creación propia para Vertigo basada en las experiencias de King en la CIA -en la que trabajó después de haber sido ayudante de Chris Claremont, que nosotros sepamos no hay relación entre ambos hechos- y había quedado claro que los dos autores encajaban bastante bien juntos, por lo que creo que podemos dar por hecho que la génesis de esta serie se dió entre los dos autores por el amor que demuestran ambos por Jack Kirby y sus mundos, desplegándolo en cada una de las viñetas de la serie y teniendo siempre presente que ninguno de los cómics del Cuarto Mundo podía o debía ser una historia convencional. Tomando lo principal de la vida de Scott Free -su amor por Barda y por Oberon, el que podríamos llamar que era su padre adoptivo más allá de la locura de Apokolips y Nuevo Génesis- Tom King empieza su historia planteándonos la primera trampa: La depresión.
Y es que el primer número empieza con una muerte por depresión de libro, con el suicidio de Scott Free rajándose las muñecas en el baño, mostrándonos una doble página espeluznante que inmediatamente nos traslada a un formato más Ditko -que curioso- con un esquema de página de nueve viñetas que se mantiene constante a lo largo de toda la serie. Y en ese esquema de nueve viñetas nos cuentan que Oberon ha muerto de cáncer y que Darkseid ha conseguido la ecuación de la antivida, capaz de controlar las mentes y las esperanzas de todo el mundo. Repito, Darkseid ha conseguido una forma de controlar mentalmente a la gente y robarles todas sus esperanzas, empujándolos al suicidio. Y aunque Scott consigue escapar a la trampa de la depresión, es evidente que la trampa sigue en marcha porque la situación se ha desquiciado del todo: el Alto Padre de Nuevo Génesis ha muerto y su sucesor es una de las versiones más fascistoides de Orion, que junto a la versión más lameculos de Lightray ha llevado a Nuevo Génesis a una guerra total contra Apokolips en la que no importan las bajas. Scott y Barda, obligados por el nuevo régimen a participar en la guerra y sangrar lo más grande, acaban metidos en un berenjenal infernal que poco o nada tiene que ver con la existencia habitual de los dos tortolitos en la Tierra, donde sus historias suelen ser más luminosas y no parecen una película de Zack Snyder.
A medida que avanza la serie y vamos descubriendo hasta que punto puede ser energúmeno Orion y mamarracho Lightray, Scott y Barda tratan de sobrevivir a los dos bandos y conciliar su vida familiar, porque ambos acaban teniendo un hijo y los dos tienen que enfrentarse a la realidad de combinar una guerra entre dioses y críar al pequeño Jacob -no, el nombre no es casualidad- para lo cual acaban teniendo que contar con el mayor trilero del universo DC: Funky Flashman, el villano que se inventó Jack Kirby como avatar de todos sus odios hacia Stan Lee. Y mientras que su encarnación original había sido la de un aprovechado que tendía más a ser un villano incompetente que un personaje con un mínimo de fuste, King lo limita a ser un alter ego de Stan Lee que se dedica a cuidar al pequeño Jacob e inventar historias junto a él que nos recuerdan sospechosamente a cómics de la maravillosa competencia bastante famosos.
Y mientras nos rascamos la cabeza al ver como Orion es un gilipollas y muere como un gilipollas mientras que Lightray recibe más que un villano de Ennis y montones de esbirros de Darkseid caen como pichones, Scott Free nos recuerda en todo momento que algo no va bien, que algo no funciona. Un sentimiento de irrealidad rodea toda la serie y se entremezcla con la felicidad que emana la familia de Scott y Barda, ese slice of life kirbyano que todos sabemos que no es correcto, que algo falla en todo lo que está pasando pero que a todos nos da igual, porque queremos a la parejita y queremos que sean felices. Y cuando empieza a acercarse el final de la miniserie y Scott acaba siendo el nuevo Alto Padre de Nuevo Génesis y por fin Darkseid hace su acto de aparición… Muere.
¿Darkseid muerto a las primeras de cambio, derrotado por Mister Miracle y Barda? Algo no funciona, me da igual que King haya puesto la pistola de Chekov unos números antes, Darkseid es un tipo que se enfrenta a la Liga de la Justicia al completo, que es capaz de obligar a Batman a viajar al pasado para esconderse de él, definitivamente algo no funciona. Pero lo importante es que, haya trampa o no, King y Gerads nos han dado un final feliz, Scott Free se ha pasado el videojuego de su vida y por fin puede disfrutar de su familia y hasta de la niña que tienen en camino. Funky Flashman no les ha arruinado todavía, Blue Beetle y Booster Gold están disponibles para salir a tomar algo si hace falta, ya no hay problemas… Y entonces Metron hace su acto de aparición y le abre la puerta a Scott de salir de Matrix, de volver al mundo real con los superhéroes y demás. Que todo lo que hay al otro lado es real, que lo que estamos viendo es todo mentira. Pero Scott se niega a salir.
Se niega a salir en todo momento, y aunque tiene numerosos visitantes del otro lado -que aparecen todos «glitcheados», con artefactos típicos de los errores de video- y hasta el mismísimo Alto Padre de Nuevo Génesis reconoce haber sido «aquel Metron» y que todo había sido una prueba para Scott para ver si era digno de ser su heredero, Scott se niega por completo a seguir los dictados de su padre biológico -aunque, a estas alturas, cualquiera se fía- y decide su propia realidad, una realidad en la que sus hijos existen y está con Barda, mientras que en la otra, esa que se supone que es más verdadera, puede que esté esperándole la verdadera Barda, pero los que no están son sus hijos.
Y es que el propio Scott lo había comentado en uno de los números anteriores, que la duda metódica de Descartes se basaba en dudar de absolutamente todo hasta encontrar un hecho irrefutable a partir del cual ir construyendo certezas que te dejaran ver la realidad. Su certeza fue «pienso, luego existo», pero lo que no pudo llegar a demostrar sin ningún asomo de duda era la existencia de todo lo demás, a pesar de afirmar la existencia de Dios mediante una tautología que sus sucesores nunca llegaron a aceptar. Para Scott Free vivir en el mundo real o no ya le da igual, lo que le importa es ser feliz. Y ahí se encuentra la trampa definitiva, esa de la que no se puede escapar y que es más poderosa que la misma muerte: la felicidad. Si eres feliz, no quieres escapar, y si no quieres escapar, no te escapas. Scott Free toma la decisión consciente de quedarse encerrado en su trampa para ser feliz, sabiendo que puede escapar cuando quiera. King en realidad nos está dando un giro de tuerca a Para el Hombre que lo Tenía Todo, aquella historia de Superman en la que un parásito alienígena le hacía una parecida a Superman pero mientras tanto lo iba devorando por dentro. Aunque en este caso el parásito es el Alto Padre de Nuevo Génesis demostrando ser un verdadero miserable, pero supongo que eso ya le da igual a Scott, porque mientras tanto sigue disfrutando de sus hijos…