Lo admito, prejuzgué esta serie. Creía que estaba ante el típico autor que no conoce la historia de los personajes, que se la sopla todo lo anterior y va a saco en función de un par de cómics que se leyó por ahi. Y luego resulta que, a medida que avanza la serie, este cómic que parecía que no tenía mucho que ver con los Nuevos Mutantes tiene absolutamente todo que ver. Y a la vez, es como si Matthew Rosenberg no hubiera entendido a los personajes que forman los Nuevos Mutantes…
De entrada tenemos que la serie parte de la etapa de Marjorie Liu en Astonishing X-Men, unos cómics de los que lo único que se recuerda es que Estrella del Norte se casó -la primera boda gay de Marvel, ¡yay!- y que Gabriel H. Walta hizo algunos números de la etapa final, mejorando la serie considerablemente. De lo que no se acuerda tanto el personal es que aquellos cómics venían a contarnos que Karma -alias Xi’an Coy Manh y ex-líder de los Nuevos Mutantes que se pasó más tiempo buscando a sus hermanos perdidos que siendo miembro del grupo- tenía una bronca tremenda con su malvada hermanastra que trataba de dominar el mundo con nanobots que controlaban mentalmente a la gente como si esto fuera X-Men Gold o Red. Poco se puede decir de aquella etapa más allá de «corre y no mires atrás», así que nos quedaremos con lo importante, que la hermanastra de Karma moría y le dejaba en herencia la corporación Hatchi, y que en New Mutants Dead Souls Xi’an ahora ha contratado a algunos personajes de la serie original para que le hagan recados sobrenaturales, poniendo a Illyana a liderar el grupo.
El problema es que, dejando de lado el horrible flequillo de Illyana que no enmarca como es debido sus ojos llenos de mala leche demoniaca, en todo momento se nos trata de dar la imagen de que este grupo son unos segundones, se les trata como si fueran la versión Authority de la JLI. Te quedas con la impresión de que Rosenberg se ha documentado a fondo sobre los Nuevos Mutantes en general y Karma en particular, pero que no ha entendido conceptos básicos como lo de que el discurrir del tiempo es más rápido dentro del limbo pero que los años que pasas ahi dentro los vives como si fueran tiempo real, con lo que lo lógico es que si metes a alguien durante cincuenta años en el infierno, vuelva realmente cabreado. Lo que es peor, para cuando llega el último número de la serie con un cliffhanger que no te menées, te da la sensación de que toda la serie ha sido un relleno de cara a la historia importante, la gorda, la que no se cuenta aquí y que a priori conlleva que otro personaje clásico del grupo se comporte como un miserable.
Estamos ante otro de tantos cómics actuales que gustará a nuevos lectores -porque es consistente consigo mismo- pero no a los viejos, porque lo que cuenta no se corresponde ni por asomo con lo que conocíamos de los personajes, ni siquiera la personalidad de Karma cuadra con la etapa de Liu en Astonishing. Lo más preocupante es que Rosenberg va a ser uno de los nuevos guionistas de Uncanny X-Men para finales de este año y, si sigue documentándose con la wikipedia, vamos realmente mal. Esperemos que la nueva política editorial que viene con Cebulski de tratar de mezclar a viejos y nuevos autores le de un poco de cordura a una Marvel que parece no ser consciente de que, por encima de recordar que en el número 352 de Uncanny X-Men aparecía un señor calvo guiñando un ojo, hay que procurar hacer que los personajes mantengan su personalidad y sean coherentes con ella. Porque de verdad, Dead Souls tiene un aire al Warren Ellis de Nextwave que podría haber sido muy disfrutable si no fuera porque conocemos estos personajes y no son así.