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Más allá de los Sueños – What Dreams May Come: Flipando hasta el más allá

Me vais a perdonar que os hable de una película de hace veinte años de la que ya casi nadie se acuerda, pero es que no me he molestado en verla hasta ahora. Más allá de los Sueños – What Dreams May Come es una película dirigida por Vincent Ward y protagonizada por Robin Williams paseándose por el más allá. Ya, hablar de esta película hoy en día tiene un tanto de morbo, pero vamos a procurar olvidarnos del tema…

Ya el cartel de la película engaña, porque el perro apenas sale. Y sí, es un perro muerto.

Empecemos por contar un poco el argumento como si esto fuera la contraportada de un VHS que hemos cogido en un videoclub, porque al final esta no deja de ser una de las últimas pelis que se alquiló mucha gente poco antes de que llegara el DVD y el formato digital en el que un señor desconocido te presta una película sin conocerte, ya me entendéis. Robin Williams interpreta a un doctor llamado Chris Nielsen que está felizmente casado con Annie Collins (Annabella Sciorra) a pesar de que sus dos hijos se les han muerto y esos dramas de la vida. Pero claro, Robin Williams es Robin Williams y es Patch Adams haga el papel que haga, con lo que el hombre que hizo reir a Spielberg durante la Lista de Schlinder es capaz de aguantar el matrimonio a pesar de la tremenda pérdida. El problema es que un día que volvía del curro hay un accidente en un tunel y se le cae un coche encima, con lo que Chris -que os recuerdo que así se llamaba el personaje de Robin Williams- se muere y despierta en el cielo. Un cielo que para el es una reconstrucción de los cuadros de su mujer al más puro estilo del Sueños de Kurosawa con el turista japonés que se metía en los cuadros de Van Gogh, y que en su época era visualmente muy impresionante porque todavía faltaba un año para que George Lucas hiciera que nos hartáramos de la pantalla azul con La Amenaza Fantasma.
Aquí se tira más por Cezanne que por Van Gogh, pero lo importante es fliparse con los colorines digitales.

Tras una temporada acostumbrándose a las maravillas del paraíso y reencontrándose con seres queridos muertos, Chris descubre que su mujer se ha suicidado por la pena y ha sido enviada al infierno de los suicidas, cosa que al hombre no le hace ni pizca de gracia -normal- y decide renunciar al paraiso y viajar al infierno para rescatarla, como si esto fuera la Divina Comedia pero con un rollito más New Age; y es que la película no deja de estar basada en una novela escrita en los 70 por Richard Matheson -el de Soy Leyenda y El Increíble Hombre Menguante- y… Joder, es que se flipa un tanto. Matheson afirma que hizo una investigación antropológica sobre como definían el más allá las distintas culturas, y que lo que se ve en el libro es el fruto de esa investigación, sin que él haya inventado gran cosa. Y claro, siendo escrita en los 70 cuando la era de acuario estaba a tope, la mezcla entre orientalismo, cristianismo y jipismo está presente hasta en la adaptación cinematográfica de más de veinte años después, en 1998. Y es que el mayor problema de Más allá de los Sueños es que se lo cree, y se lo cree mucho.
En defensa de George Lucas diré que por lo menos el si que sabe que el arte de la pintura no terminó en el siglo XIX.

Primero está el problema de muchas películas de efectos especiales vanguardistas, que se recrean tanto en ellos que envejecen fatal porque hoy en día aburren. Luego está el pequeño detalle de que tienes que ser un gran fan de Robin Williams para soportar la película, porque en un 75% del metraje lo vemos a el haciendo muecas y rodeado de colorines, siendo un tipo perfecto y estupendo inasequible al desaliento, un no-personaje que acaba siendo Robin Williams el 98% del tiempo y Chris Nielsen a ratitos muy breves. Y con esto llegamos a la peor parte, que estamos en 2018 y sabemos que Robin Williams acabó como acabó, con lo que no me cabe en la cabeza una película en la que el hombre está en un más allá en el que los suicidas van al infierno/purgatorio, sobre todo teniendo en cuenta que el personaje que se suicida lo hace por una depresión. Claro, desde la perspectiva de hoy en día en la que hay una mayor conciencia sobre la depresión y el suicidio como la forma en la que esa enfermedad te mata es muy fácil poner a caer de un burro la película por perpetuar el tópico cristiano de que los suicidas no podían ser enterrados «en sagrado», pero creo que habría que juzgarla en su contexto.
Aquí Robin Williams pisando caras.

Y aun así la película se recrea tanto tiempo en sus efectos visuales y diseño artístico -que funcionaron, se llevaron un oscar porque no se había extrenado todavía Matrix- que te da tiempo de sobra para cagarte en la insensibilidad de la película, en la crueldad casi pueril de un más allá lleno de gente torturada y castigada por tener una enfermedad mental que te roba toda esperanza, con lo que a la mierda la de juzgarla en su contexto, ¡merece arder! Y alguno correrá a defenderla diciéndome que eso se arregla porque Robin Williams hace del puto Orfeo y cruza todos los infiernos pisando la jeta de otros suicidas y acaba rescatando -y animando- a su amada, reuniendo a su familia en la otra vida y llegando a la conclusión de que lo mejor que pueden hacer es reencarnarse para poder reencontrarse y envejecer juntos, porque es lo único que no pueden hacer en el cielo. Vamos, que remueves cielo y tierra para reencontrarla y luego decides que es mejor olvidarse el uno del otro y arriesgarse a no encontrarse nunca porque estás convencido de que el destino y… Mirad, ya paso de todo.
Semos intelectuales.

Más allá de los Sueños trata de parecer profunda, de preguntarnos sobre la vida y la muerte, sobre el sentido de nuestra existencia y un porrón de miedos casi innatos de la humanidad, pero a la hora de la verdad es una de las películas más vacías, sosas y planas que recuerdo. Tenemos un lienzo de posibilidades infinitas y elegimos contar una historia que no solo ya se ha contado en algunos de los mitos y obras más famosas de la historia de la literatura, si no que vamos a hacerlo de la forma más pueril y superficial. Y encima me pones a Max Von Sydow haciendo de «el rastreador», un personaje que va en plan Caronte llevando al protagonista al infierno como diciéndonos «eh, que hemos visto el Séptimo Sello y sabemos que este es el tipo que jugaba al ajedrez con la Muerte». Puaj. Vamos, que no me he leído la novela de Matheson -que por cierto, es un escritor del que tengo muy buena opinión- pero me ha quitado todas las ganas de hacerlo. Como odio a los flipaos…
¡La mejor película de Robin Williams sobre el más allá sigue siendo Popeye!

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