No es nada nuevo eso de oir a gente decir que «a mi me gustaría leer tal serie, pero es que es tan complicado meterse…», mantra que aterroriza a unas editoriales que ven como única solución el meterte un nuevo número uno y quedarse tan frescos. Pero el viejo truco apenas funciona ya y se empieza a desgastar, con lo que igual toca buscar nuevas ideas o revolver en el pasado a la búsqueda de una solución. Así que hoy voy a poner en marcha una serie que no debería escribir yo, porque la idea es coger un número suelto de X-Men de distintas épocas -la serie históricamente más confusa de todas- y ver como de accesible es para un lector recién llegado. Ya lo sé, hago trampa, no soy un nuevo y seguramente tenga más fácil que la media entender de que van los tebeos en cuestión, pero trataremos de hacer un esfuerzo y olvidarnos por completo de todo lo que sabemos.
Y vamos a empezar por mayo de 1968, que con portada de julio del mismo año -ya sabéis que los cómics yanquis lían las fechas de portada cosa mala- nos presentaba una portada en la que se nos anuncia que esto es el final de los X-Men. Pues empezamos bien, si algo atrae a los nuevos lectores es el morbo de ver como se acaba una serie que no leían. Es una ilustración al viejo estilo, definiendo claramente la composición del grupo y al villano que está destruyéndolos, una especie de Quasimodo enorme que, recordemos, todavía no sabemos como se llama. Una vez en el interior nos encontramos con una ilustración a toda página con los miembros del grupo delante de una tumba, y un texto explicándonos que los X-Men son los jóvenes protegidos de un tal Charles Xavier que acaba de morir y los dejado un tanto afectados a pesar de que han conseguido terminar con la terrible amenaza de un tal Magneto.
Como nuevos lectores no nos hemos parado a mirar en que el cómic viene escrito por Gary Friedrich -el otro Roy Thomas de los 60, aunque no llegó tan lejos-y dibujado por Don Heck junto a Werner Roth, así que nos centraremos en que los pobres hombres X están completamente aterrorizados ante la perspectiva de vivir sin su guía. Ninguno de ellos se identifica por su nombre, con lo que sabemos que la chica era consciente de que Charles estaba muriendo y uno de los tipos con gafas es el nuevo líder del grupo. Hasta la séptima viñeta del cómic no se identifica por el nombre a un miembro del grupo -Hank- y es para presentarnos a un tal Amos Duncan, agente del FBI que por lo visto ya los conocía y hasta hay una nota avisándonos de que esperan que el lector lo recuerde por el origen de un tal «Cyke» que aparecía en el número 39. Genial, no me he enterado de nada.
Para cuando vuelven a la escuela resulta que se encuentran con el abogado Foggy Nelson que va a leerles el testamento de Charles Xavier -el personaje rubio, identificado ahora como Warren Worthington por un cuadro de texto, habla de que nadie había siquiera pensando en el testamento excepto por un tal «Scotty»- en el cual se identifica a Scott -Scotty- Summers como administrador de un fondo de caridad para ayudar a niños «dotados»; notad que de momento no se ha mencionado la palabra mutante una sola vez. El resto del testamento pues es más de lo mismo, y al final de su lectura se identifica a la chica del grupo como «Miss Grey». Y un tal Stan Lee nos dice en una caja de texto que el abogado en cuestión aparece en la serie de Daredevil, si al final me están presentando más a los personajes de Daredevil que a los de X-Men, manda narices. Ah, y el señor del FBI dice que hay un problema muy gordo que puede afectar el futuro de todo el planeta, pero no debe ser tan importante porque pasan rápidamente a contarnos que está haciendo el Juggernaut.
Porque así identifican en la primera viñeta en que aparece al susodicho Quasimodo de la portada, que por lo visto no es tanto jorobado como un señor con traje raro que está prisionero de una dimensión del «cosmos carmesí» y que es liberado por una luz que lo manda al laboratorio de Charles Xavier, que es hermanastro suyo. Y nos ponen un cuadro de texto avisándonos de que el Juggernaut ya se ha pegado varias veces con los equismenes, y el propio personaje insiste en que los habría derrotado de no ser porque Xavier siempre intervenía. Juggy se pone a romper cosas y los chicos dotados -sigo sin poder decir la palabra mutante, maldita sea- se ponen sus trajes y bajan a pegarse con el.
Nos repiten otra vez que el Juggernaut estaba prisionero del cosmos carmesí ese, y también que la luz amarilla que lo trajo de vuelta fue gracias a una máquina que Xavier debió de dejarse enchufada. Juggernaut reacciona de mala manera al enterarse gracias al chico rubio de que Charles Xavier está muerto y decide que van a morir por mentirle, y es cuando la bronca empieza cuando por primera vez -página 8- leemos la palabra «mutante» referida a los hombres X. Pronto se identifica a la chica pelirroja como «Jeannie» -a la cual dicho sea de paso no se la ha dibujado en uniforme hasta esa misma viñeta- y Scott Summers se dedica a escudarla en todo momento porque la moza no debe de tener poderes y le gusta estorbar o algo, provocando que ambos acaben fuera de combate después de que Hank y Warren Worthington cayeran antes que ellos. Juggernaut termina por derrotar a todo el grupo cuando un chico hecho de hielo que hasta entonces sólo había aparecido de fondo trata de congelarlo y el villano lo identifica como Iceman, derrotándolo de un soberano empujón o algo parecido, visualmente no se identifica muy bien como lo noquea.
Juggernaut sube a los pisos superiores de la escuela para matar a Xavier -porque sigue pensando que está vivo- y entonces se encuentra con el agente Amos Duncan -que por cierto, su nombre suele ser Fred Duncan y se les fue la pinza, por lo que acabó siendo Frederick «Fred» Amos Duncan- que le vuelve a repetir que el hombre que busca está muerto y no hay Xavier que valga, pero tampoco se cree nada esta vez y no deja de romper cosas hasta que se encuentra con la tumba y se caga en todo porque le han robado su venganza y esas cosas de villano. Mientras tanto los hombres X despiertan, Warren Worthington se lía a tortas con el Juggernaut de forma infructuosa y acaba en el suelo, a punto de ser rematado por un Juggernaut que es detenido en el sitio por los poderes telequinéticos de «Jeannie» a la que aquí llaman «Marvel Girl». El malvado no tarda en liberarse de nuevo y, tras los infructuosos esfuerzos de Bobby, Scott y Hank para pararlo, Marvel Girl lo consigue dañar por fin con un ataque telepático gracias a los poderes que Xavier «desarrolló en ella». Juggernaut toma como rehén a Warren -al cual identifica como El Ángel- y amenaza con matarlo si Jeannie no para con su ataque, pero en cuanto ella lo detiene el villano se volatiliza en el aire porque la máquina de Xavier parece tener un sistema de seguridad que lo manda de vuelta al cosmos carmesí ese si no es curado de su enajenación en un tiempo determinado.
Tras la pelea, Duncan por fin les cuenta la razón de su visita: sin Xavier los X-Men son un blanco demasiado fácil para los mutantes malvados y cree que cubrirían más terreno si el grupo se esparce por todo EEUU y se enfrenta en solitario a cada mutante malvado. Y por eso les ordena disolver la escuela y les viene a decir que en un futuro les enviará instrucciones de a dónde deben de ir porque el testamento de Xavier se la debe pelar o algo así, aquí manda el FBI y santas pascuas. Hank viene a decir que eso es inconstitucional, pero como Scott es el líder del grupo y está de acuerdo con Duncan, el grupo se disuelve y el cómic termina con cada uno largándose por su lado. Y luego hay un poco de Scott Summers haciendo el patán y siendo incapaz de ir a por Jeannie, pero de eso ya he hablado alguna vez y todos sabemos que no la besa hasta casi la etapa de Claremont, así mejor damos el cómic por terminado.
Vale, a lo largo de sus quince páginas -después hay una historia corta en plan flashback sobre como reclutaron al Hombre de Hielo, pero de esa mejor pasamos- el número 46 de X-Men nos cuenta que el grupo está compuesto por su líder Scott Summers -que tira rayos por los ojos-, Hank -que salta, pega tiene los pies grandes-, Warren alias el Ángel -que vuela, Jeannie alias Marvel Girl -con telequinesis y algo de telepatía- y Bobby alias el Hombre de Hielo que congela cosas. Todos ellos son jóvenes dotados mutantes a las órdenes de Charles Xavier, que se murió no se sabe cómo -probablemente tenga que ver con un tal Magneto- por lo que ahora tienen que soportar que les mangonée un tal Amos Duncan del FBI. Honestamente, esta serie es un mojón. Y es un mojón porque en las 5 primeras páginas de historia me he enterado más de lo que pasa en la serie de Daredevil que en la de los X-Men, porque la historia está repleta de datos redundantes y vacíos que ríete tu de Scott Lobdell, y para cuando por fin llega el Juggernaut y empezamos a enterarnos de quienes son los protagonistas, casi que se nos acaba el número y nos cuentan que se separa el grupo. No, no te están incitando a seguir leyendo el cómic.
Y sé que alguno me dirá que no estoy siendo justo, que lo suyo habría sido coger uno de Roy Thomas y Neal Adams, de Lee y Kirby o de la etapa de Arnold Drake, que estaba al caer. Pero la idea de este experimento es la de coger un cómic aleatorio cada diez años desde la fecha de portada actual -julio de 2018- hacia atrás, con lo que me tocaba empezar por este cómic y seguir adelante con X-men 111 (07/1978), Uncanny X-Men 231 (07/1988), Uncanny X-Men 357 (07/1998), Uncanny X-Men 498 (07/2008) y, a falta hoy en día de una serie titulada Uncanny X-Men vamos a elegir X-Men Red que es la única que no va a cancelar Marvel durante este verano. Soy consciente de que para más de uno es un shock que un cómic de los 60 de Marvel no solo no parezca accesible para los nuevos lectores, si no que para colmo de males es malo a rabiar.
Pero creo que esto también sirve para que valoremos más -si cabe- el trabajo de gente como Stan Lee o Jack Kirby, que conocían bien su oficio y sabían que para atraer al nuevo lector había que dejarle claro de que iba el cómic y quienes eran sus protagonistas, hasta cuando trabajaban a un ritmo de trabajo inhumano. Pero para 1968 X-Men era una serie maldita, abandonada por unos creadores que estaban más preocupados de Spiderman o los 4 Fantásticos, y hasta el sustituto habitual de Stan Lee, Roy Thomas, priorizaba mucho más Vengadores. Con lo que probablemente a Friedrich el encargo le cayó a última hora, provocando que Heck tuviera que abocetarlo a toda prisa y Roth se las viera y deseara para hacer un trabajo mínimamente competente; y aunque es cierto que el resultado deja mucho que desear, lo peor del cómic está en el trabajo de Friedrich y Heck, en una composición de viñeta/narración que no está a la altura de otros trabajos de Heck por la época y unos diálogos totalmente soporíferos y redundantes que apestan a haber sido escritos de un par de horas antes del cierre. Pero tampoco nos cebemos y hablemos de la semana que viene, cuando lleguemos a la etapa de Chris Claremont y John Byrne y nos encontremos un grupo totalmente distinto…