Para Octubre de 1996 la redacción de Marvel ya empezaba a ver las primeras cifras del experimento Heroes Reborn. La cosa parecía haber tenido éxito, con las cuatro series colocándose a la cabeza de la lista de ventas y los 4 Fantásticos posicionándose en primera posición con más de 313.000 ejemplares vendidos, unos cuarenta mil por encima de las otras tres series. La mayoría de la gente sacó la conclusión de que esta diferencia se debe a que Jim Lee vende más que sus compañeros Portaccio o Liefeld, pero si tenemos en cuenta que Lee por si solo hacía tiempo que no conseguía arañar la primera posición a la hegemonía de Uncanny X-Men y Spawn, se podría pensar que Los 4 Fantásticos tenían más tela que cortar de la que parecía…
Porque los 4 Fantásticos no habían tenido un planteamiento «moderno» desde que Walter Simonson dejara la serie a principios de la década, y en el interregno entre este y Byrne los dibujantes que habían pasado por la serie habían sido veteranos como Keith Pollard, Romeo Tanghall o John Buscema, autores clásicos muy alejados de los ideales imperantes en la época. La llegada de Jim Lee revoluciona por completo la situación y se invoca el referente de Byrne, que para los lectores adolescentes de la época ya estaba tan caducado para ellos como lo estaba Kirby en los 80; la realidad es que la primera toma de contacto de muchos lectores con Reed y compañía es con Heroes Reborn, con lo que se crea una suerte de reciclaje generacional con unos fans que hasta el momento sólo han leído Image y tebeos de mutantes y que de repente descubren que el Doctor Muerte es el mejor villano de la historia por encima de Mr Siniestro o Apocalipsis, porque lo dibuja Jim Lee y lo ha dicho la Wizard.
El número dos de Fantastic Four continúa el enfrentamiento con el Hombre Topo, y con los protagonistas aprendiendo a usar sus poderes con sorprendente facilidad; el ejemplo más claro lo tenemos cuando Reed le dice a Sue que si ha podido hacer invisible su propia ropa, probablemente también pueda tener el poder de proyectar ese campo de invisibilidad. Susan prueba la idea y zas, ya la tenemos con sus campos de fuerza y todo. Que uno podría decir que en realidad no es que los descubran, que los «recuerdan» del universo anterior, pero para eso habría sido mejor una escena en la que Susan descubriera los campos de fuerza por instinto y no por una deducción marrana de Reed. Lo importante es que el cuarteto consigue escaparse de las cavernas del Hombre Topo sin que sus moloides hagan gran cosa para evitarlo, y para cuando salen a la superficie se encuentran de morros con otro viejo conocido que los encierra en una celda sin mediar palabra.
Y tras una huida infructuosa que sólo sirve para que Jim Lee dibuje el helitransporte por fuera, los 4F son llevados hasta la presencia de Nick Furia en persona, que les viene a contar que Namor se ha pillado otro rebote y que está intentando invadir el mundo de la superficie. Eso, y que Wyatt Wingfoot no actuaba bajo las órdenes de SHIELD -vaya sorpresa- y que dada la situación con la invasión atlante, igual no les vendría mal que les echaran una mano, porque no cree que SHIELD pueda soportar la invasión ella sola -porque el ejército de EEUU debe de estar de vacaciones o algo así-. Los 4 acceden a colaborar y se ponen un uniforme de SHIELD al que Susan hace una pequeña modificación con cinta aislante:
Sí, ya sé que el meter el cuatro de logo ha sido «porque le ha dado la gana», y que el que Reed los llame los 4 Fantásticos ha sido otra de tantas «inspiraciones». Lo que es peor, me imagino a Susan cortando pedacitos de cinta más y más pequeños para poder apañar el logo que llevan en el alzacuellos, porque Jim Lee por aquellos tiempos ya había cogido la costumbre de poner cuello al traje de todo cristo -incluido Namor, que usa su traje de los 70 y el único cambio que le ha hecho es meterle un cuello porque sí.
El tebeo acaba con el enfrentamiento entre los 4F y Namor, que tiene un acceso de asgardianismo y los llama «mortales» -lo de moradores de la superficie no debía de caberle en el bocadillo-, terminando el cómic con su truco más habitual, llamar a Giganto para que aplane un poco la ciudad. Pues no, no es un cómic original, pero me repito en la idea de que el mero hecho de que versionara broncas clásicas de Stan y Jack ya lo hacían bastante más divertido que la media de lo que teníamos que soportar en aquellos tiempos.
A modo de anécdota curiosa me gustaría destacar que el cómic terminaba con una entrevista a unos novatos Joe Kelly y Ed McGuinness, que acababan de empezar a trabajar en una serie regular de Masacre que venía a mostrarnos un cambio de tendencia en Marvel. Eran los inicios de la era Harras como EiC, y aunque en aquel momento los nubarrones de la bancarrota ya eran visibles hasta para el personal del Bullpen, la vida seguía, aunque fuera sin los 4F y los Vengadores.