Ayer repasábamos los primeros premios Alley otorgados por los fans en 1962 y nos encontrábamos que la mitad de los premios los había copado DC, mientras que el resto se los había quedado Marvel. Los lectores de aquellos tiempos podían estar encantados con Hawkman o el Adam Strange de Fox, Infantino y Anderson, pero la serie que realmente estaba llamando la atención y que todavía tenía que dar mucho que hablar en los años venideros era una que está cancelada hoy en día, Fantastic Four…
Pues sí, los 4 Fantásticos eran la serie del año y bien merecido que lo tenían. En aquel momento estaban en su más tierna infancia y el Doctor Muerte acababa de tener su primera aparición, Namor volvía desde la Golden Age y los dos villanos se juntaban para derrotar a los 4 Fantásticos en el número seis de la serie. Stan Lee y Jack Kirby habían empezado tímidamente con los tres primeros números de la serie, pero las historias que estaban planteando y la dinámica entre los personajes que llevaban a cabo entre sus páginas debió de impactar tremendamente a unos lectores que no estaban acostumbrados a que los villanos tuvieran tanta fuerza y no fueran unos simples mamarrachos como Kanjar Ro -admitámoslo, los villanos no eran el fuerte de la DC del momento-. Namor jugaba con ventaja para ganar el premio al mejor villano, porque no dejaba de ser un personaje que había tenido serie propia veinte años antes y seguramente los lectores valoraron más la recuperación de un personaje veterano y su macarreo con Susan Richards que su originalidad. Pero es que no vayamos a negarlo, Namor era mil veces mejor personaje que cualquiera de los villanos del momento, ¡Doctor Muerte incluido!
Además, el premio al mejor personaje secundario se lo llevaba el mismísimo Ben Grimm, la Adorable Cosa de Ojos Azules, que en aquel momento todavía estaba en su estado arcilloso y se pasaba el día peleándose con la Antorcha Humana y gruñendo más de lo normal. Pero claro, estábamos hablando de un héroe atípico, más Kirby que todos los de Marvel o DC de aquel momento. Si ya habíamos visto en Newsboy Legion y sus clónicos que Jack siempre introducía un tipo gruñón pero de buen corazón en sus grupos, Stan Lee no se cortó un pelo para dejar que lo incluyera en los 4 Fantásticos y hasta lo potenció al máximo, dándole el máximo protagonismo y convirtiéndolo en uno de los pilares del incipiente universo Marvel.
Y al final de todo este repaso tenemos a la gran sensación de principios de los sesenta, a la que sería la mascota corporativa de Marvel y la más querida de las creaciones de Stan Lee -aunque hay gente que tiene sus dudas-, el Asombroso Spiderman y su primera aparición en Amazing Fantasy nº15 con «Origin of Spiderman», que en aquel momento para ira y desesperación de Dan Slott no tiene el guión entre Spider y Man. Si bien es cierto que en aquel momento ya se estaban publicando historias de Superman o Wonder Woman adolescentes, Spiderman es el primer héroe adolescente que realmente funciona por estar escrito pensando en lo que era ser un adolescente en aquel momento. Dejando de lado la posible inspiración Kirbyana, Steve Ditko volcó todas sus inquietudes juveniles en la historia de Peter Parker, un chico que al conseguir poderes su primer impulso es el de sacarles provecho económico, pagando un alto precio por su egoismo y el resto ya os lo conocéis de sobra. Kubert en Hawkman podía dibujar como los ángeles, Mystery in Space ser la mejor antología de ciencia ficción de la época y La Liga de la Justicia contar con los auténticos pesos pesados del momento, y hasta podríamos decir que los 4 Fantásticos eran el pilar central alrededor del que se movería el género durante toda la edad de plata, pero lo que hacía grande la historia de Peter Parker era que los cómics por fin miraban a sus lectores cara a cara.
Porque vamos a ver, es cierto que existían cómics de adolescentes en la línea Archie, y que el Capitán Marvel original era un niño que trabajaba en la radio, pero ninguno de ellos se había sentido tan cercano a los problemas que tenía un chaval de 1962. Estudiar, trabajar, el no tener un centavo y aspirar a tener algo más, a ser algo más. Estaban en la edad de querer ser adultos y ser superhéroes, y Peter Parker conseguía ambas cosas sólo para encontrarse que la vida no es tan sencilla. Que si no habías aprendido ya con Fantastic Four que tener poderes podía ser una auténtica mierda -y si no que se lo pregunten a Ben Grimm- a Spiderman para colmo le venían encima una serie de responsabilidades enormes, con lo que empatizar con sus desventuras era mucho más fácil que con un héroe perfecto e imposible. Para los lectores de 2018 esto puede parecer algo casi increíble, pero es que en 1962 Spiderman era un cómic tremendamente realista, crudo y se sentía como algo tangible, y por eso premiaron su primera aparición como la mejor historia corta del año.
Si los años sesenta se consideran históricamente como uno de los grandes periodos de cambio del siglo XX en EEUU, en el cómic se da el verdadero punto de inflexión que garantizaría la pervivencia del género de superhéroes y su hegemonía durante las décadas venideras. Los fans que otorgaron los premios Alley eran fans de superhéroes, fanzineros, entusiastas de un género que hasta hacía pocos años había estado muerto en favor de las historias de vaqueros o de monstruos. Estamos hablando de una generación que creció con superhéroes y maduró con la EC, pero que en cuanto llegó a la universidad o al mundo laboral y pudo pedir el regreso de sus personajes de la infancia, no se cortó en hacerlo. Porque si compañeros, cada vez estoy más seguro de que gran parte de la culpa de la Silver Age fue por la nostalgia de los años 40, la cual probablemente se debió a que aquellos lectorcitos yanquis no los bombardeó nadie y no tuvieron que pasar tanta hambre como esos desharrapados europeos…
Jodida nostalgia.