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El futuro ya no es como lo recordamos: Camelot 3000

Más de uno se habrá dado cuenta ya a estas alturas que en los comentarios de Brainstomping suelo exagerar la nota por trollear a M’Rabo, y él hace exactamente lo mismo porque nuestra naturaleza es perjudicar y hacernos el mal mutuamente. Pero la semana pasada comenté que si el Sword of Ages era como Camelot 3000, había que huir de el como de la peste. Y sí, exageraba, pero menos de lo habitual.

Que no digo que la serie no tuviera sus escenas icónicas, pero lo eran por recrear la leyenda original.

Camelot 3000 es una serie limitada de Mike W Barr y un todavía no muy maduro Brian Bolland publicada por DC entre 1982 y 1983 de una forma un tanto aperiódica, y narraba la resurrección del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda en el año 3000. Y con eso y saber que luchan contra una invasión extraterrestre más o menos ya os lo he contado todo, porque no es un cómic que vaya mucho más allá. Hay repetición de la historia original pero con ciertas variaciones mínimas, Morgana vuelve a hacer de las suyas y, en general, a lo largo de toda la serie vemos como Arturo es un cabezabuque y la humanidad se pone a los pies del Rey Arturo «porque hace mucho tiempo que no ven un héroe», ignorando completamente el hecho de que lo último que querrían casi todos los países de la Tierra es ser gobernados por ingleses, que por algo casi todo el planeta ha estado en guerra contra ellos en algún momento de la historia.
Si resucitas a alguien en el año 3000 que sea al Capitán América, ése por lo menos no pretenderá que seas su súbdito, sólo que bebas Coca Cola…

Y es que Barr no anduvo muy acertado en el guión de este cómic, al que se le ve muy cortito de ideas para presentarse como una continuación de una de las grandes leyendas de la literatura. Sí, hay jugueteo con la idea de los caballeros reencarnados cuando uno de ellos se encuentra con un cambio de sexo que no acepta muy bien, otro de ellos acaba convertido en una monstruosidad mutante pero tampoco se le da mucha cuerda al tema y, en general, vemos un cómic que a ratos apunta ideas interesantes pero no hace nada con ellas porque está más interesado en volver a contarnos como Lanzarote y Ginebra zumban como dos macacos en celo y lo muchísimo que esto afecta a Arturo, que sigue con el chip medieval y pensándose que Ginebra es suya a pesar de que en esta encarnación ni siquiera está casado con ella. Se monta una boda y un paripé estúpido para retenerla, nos pasamos unos cuatro o cinco números con las tramas estancadas y los alienígenas de Morgana sin hacer nada, y de repente nos encontramos en el desenlace como si esto fuera un maxicrossover de los de Bendis.
¿Es el año 3000 y todavía no pueden hacer un cambio de sexo como dios manda? ¿Pero qué mierda de futuro es este?

Por lo demás tenemos un personaje -Tom- que se supone que ejerce de hilo introductorio de la historia pero que sobra completamente, porque al final el pobre muchacho lo que hace es estar mientras los personajes de la historia original viven el eterno retorno. Si a esto le unimos el hecho de que Bolland todavía estaba verde en los primeros números y era más ilustrador que dibujante de cómic, pues tenemos un cómic que ni de lejos puede ser considerado como uno de los mejores de los 80, una década en la que la propia DC sacó unas cuantas obras maestras incontestables hoy en día. Eso sí, el que la serie tuviera una periodicidad tan errática que extendió su publicación tres años tiene su lado bueno, porque vemos la inmensa mejora de Bolland para cuando llega el último número, que ya empieza a parecerse mucho más al profesional que conocemos hoy en día y que un par de años después realizaría The Killing Joke.
¡Y lo que le faltaba por mejorar!

Al final Camelot 3000 vendría a ser un equivalente a los blockbuster de Michael Bay en una época en la que DC todavía no había publicado Crisis en Tierras Infinitas y todavía había dudas en Warner Bros sobre la necesidad de mantener la editorial con vida, un cómic que vendió lo suyo y fue muy sobrevalorado en su día, pero que el tiempo ha ido poniendo en su sitio y al que solo la nostalgia perturbada de M’Rabo consideraría como uno de los mejores cómics de una década que parió Watchmen, Batman Año Uno o el Escuadrón Supremo de Gruenwald, un tebeo que no es tan preciosista como Bolland pero que en el global es bastante superior a Camelot 3000, un cómic que sin ser malo tampoco es una maravilla.
 
Lo peor del cómic es que habría funcionado mejor si lo hubieran ambientado en el presente, porque Barr no se molesta mucho en construir esa sociedad futura.

 

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