Normalmente el que se moría era el malo, al final de la historia se caía por un barranco -por su propio pie, eso sí- y el bueno trataba impedirlo pero no lo conseguía por el orgullo del villano o lo que sea. Esto empezó a ser así desde los años cuarenta hasta los sesenta, porque en los treinta Superman disfrutaba muchísimo tirando coches llenos de mafiosos por el susodicho precipicio.
Con la explosión Lee/Kirby de los sesenta las cosas empezaron a cambiar, pero tampoco mucho; se daban casos como los del Espadachín o el Hombre Maravilla, personajes puntuales con cierta nobleza que se sacrificaban e inspiraban a los héroes a ser mejores personas y ponerles monumentos en el patio de atrás. En aquella época los villanos solían resucitar a menudo y lo primero que solían hacer es relatar su rocambolesca salvación en el último momento y lo que habían estado haciendo todo ese tiempo, normalmente urdiendo algún plan con el que vengarse del héroe. Y estos eran los estándares del género, lo que solíamos ver mes a mes -aunque había contadas excepciones- y lo que para nosotros era la «normalidad» antes de los 70. Porque claro, en los años 70 se rompió el melón.
La cosa empezó con Gwen Stacy, que se murió cayéndose por un puente; Gerry Conway quería hacer algo impactante y dejar huella para poder estar a la altura del puesto en el que le habían dejado, con lo que elaboró una historia en la que la novia del protagonista acababa en el otro barrio y el archienemigo de Spiderman empalado por su propio aerodeslizador. Aquella historia se convirtió en un clásico instantaneo no tanto por su calidad como por los tabús que rompía, con lo que podría decirse que marcó definitivamente lo que serían los años 70 con la primera gran muerte de un personaje secundario. Hay que tener en cuenta que hasta entonces Spiderman había sido una serie con una evolución más o menos lineal, en la que Peter Parker había ido conociendo secundarios sin ir perdiéndolos por el camino; hasta daba la impresión de que la serie se iba a quedar fosilizada con Peter como fotógrafo del Daily Bugle, su novia eterna y su círculo de amigos tal cual los habían dejado Lee y Romita unos años antes. Y así se abrió la veda de la caza del personaje secundario…
Porque hasta entonces los secundarios que se habían muerto eran figuras paternales del estilo del tío Ben o Charles Xavier, pero la muerte de Gwen deja claro que ahora puedes matarle una novia a Luke cage y darle algo de interés a la serie, con lo que lo de matar novias se convierte en un recurso para llamar la atención de un lector que es demasiado consciente de que el protagonista nunca va a morir, sólo los secundarios; nunca matarías al Capitán América, nunca matarías a Jean Grey, nunca matarías a… Sí, vamos directos al meollo de la cuestión, en 1981 Marvel se cansa de matar secundarios y se carga a Jean Grey, básicamente porque se ha vuelto mala y se ha comido un planeta y eso al editor jefe Jim Shooter no le hace ni pizca de gracia y ordenó la muerte del personaje. Uno tendría que preguntarse cual habría sido la respuesta de Shooter si los autores de Uncanny X-Men en aquel momento, Chris Claremont y John Byrne, le hubieran propuesto directamente matar a Jean Grey antes de montar todo el pollo de la muchacha comiéndose estrellas, estoy convencido de que Shooter habría puesto bastantes pegas. Y es que la «ilusión de cambio» pegaba muy fuerte por aquellos tiempos…
Tristemente, Jean Grey se acabaría convirtiendo en el símbolo de las resurrecciones milagrosas, a pesar de que el personaje no hizo mucho para ganarse un título tan infame. Porque claro, «Fénix Oscura» reaparecería en el especial New Titans/X-Men y una pelirroja idéntica a Jean llamada Madelyne Pryor tendría una larga relación con Scott Summers durante seis años, pero Jean no fue resucitada hasta que en 1986 John Byrne, Layton, Shooter y Busiek pergeñan su resurrección en otra serie con la perversa intención de crear una serie de mutantes fuera del control del patriarca mutante, Chris Claremont. Jean permanecería viva durante casi veinte años hasta su muerte al final de los New X-Men de Grant Morrison, pero para entonces ya se había llevado la fama de chica maravillosa que muere y resucita cada dos por tres, y todo esto a pesar de que en aquel momento la mujer sólo había resucitado una vez.
Pero claro, para entonces anda que no ha corrido agua bajo el puente; se han resucitado personajes emblemáticos como Elektra, se han muerto y resucitado Reed Richards, Tony Stark (que fue sustituido por una versión adolescente), Thor y hasta el pobre Coloso se ha suicidado con la esperanza de ver a su hermanita Illyana en el más allá a pesar de que el chaval era más ateo que Karl Marx. El ya mencionado concepto de ilusión de cambio -da igual lo que pase, la serie siempre vuelve a un status quo inmutable- ya incluye la muerte del protagonista y su sustitución temporal por un secundario, y aunque no se llega a los excesos de DC -Flash y Green Lantern fueron sustituidos durante más de diez años con desiguales resultados- lo cierto es que a la Marvel del siglo XXI no le tiembla el pulso a la hora de matar al Capitán América y sustituirlo por Bucky durante años, y la cosa cada vez va a más hasta llegar a la situación actual, cuando se alcanza la percepción de que la mayor parte de los héroes clásicos de la editorial ha sido sustituida por nuevos personajes o personajes secundarios. Y claro, no es la primera vez que se da una sustitución pero no «todo a la vez».
Y esto ha provocado una situación inédita entre los fans de Marvel, porque si en su día habíamos visto enfrentamientos entre los fans de Ben Reilly y los de Peter Parker, ahora estábamos viendo en internet auténticas carnicerías verbales entre fans de lo viejo y fans de «lo nuevo». Con merluzos exhibiendo galones y desautorizando al vecino porque son «fans nuevos» y mamarrachos sin criterio alguno creyendo que la historia que han leído es la mejor del mundo porque es la primera que leen. Y mientras tanto, de fondo, los fans de los 4 Fantásticos se sienten como Ben y Johnny en aquella azotea, preguntándose si alguien se acordará de ellos para algo que no sea reirse de Josh Trank. Pero claro, no hay mal que cien años dure y ahora volvemos a «lo viejo», porque la rueda del destino es como es y la ilusión de cambio es algo a preservar como sea. El problema es que la ilusión de marras en un principio exigía la supervivencia del protagonista y sus secundarios, luego empezó a prescindir de sus secundarios, luego al status quo del protagonista y ahora hasta permite que el protagonista sea sustituido -o su serie cancelada- durante largos periodos de tiempo. Si seguimos con esta progresión, ¿cuál es el siguiente paso? ¿Sustituir a los personajes definitivamente? ¿Romper la ilusión del todo? Ya no hay mucho que se pueda hacer «para cambiarlo todo y aun así todo siga igual», el propio cinismo de los lectores ya atribuyen multitud de muertes y resurrecciones a personajes que habrán muerto una o dos veces.
Pero tal vez haya otra solución distinta. Tal vez las editoriales deberían pensar menos como Gerry Conway y más como Chris Claremont, no buscar el shock del momento determinado, si no el shock a largo plazo. El formato actual de los cómics -con el comicbook funcionando como avance extremadamente caro de lo importante y el grueso de las ventas, el TPB- permite contar historias más elaboradas y pensando más a largo plazo, con lo que ya no debería merecer la pena el giro truculento ni estar pensando constantemente en las ventas mes a mes, porque al final lo importante es que tus TPBs se sigan vendiendo en Amazon. Una cosa esta clara, llegará el día en el que Joe Quesada vaya a USA Today a anunciar que van a matar al Capitán América y no le dejen salir en antena porque ya les aburre. Y entonces van a tener un problema muy gordo…