La prensa generalista había coronado a Stan Lee como el nuevo Walt Disney, y muchos de aquellos periodistas habían endulzado el relato diciendo que Stan Lee llegaba hasta a dibujar los cómics que producía. Jack Kirby no podía soportar esas mentiras, pero el ser padre de cuatro hijos y tener que pagar facturas todos los meses no le permitía la posibilidad de salir corriendo a pastos mejores. En Archie no le querían mucho, y National seguía siendo el reino de Weisinger, Schiff y toda esa gente que le quería tan mal. Kirby seguía encerrado en Marvel, una editorial que lo valoraba muchísimo en lo artístico pero muy poco en lo económico. Lo que es peor, Stan Lee cada vez le ponía más pegas y le obligaba a redibujar algunas páginas para acomodarlas a sus guiones. Pero las cosas iban a cambiar muy pronto…
Porque en septiembre de 1968 Martin Goodman vendió su editorial a la Perfect Film & Chemical Corporation, con la idea de jubilarse para 1972 y dejar su puesto de Publisher para su hijo Chip, que hasta entonces iría aprendiendo el negocio junto aél mismo y Stan Lee. Sin embargo, las ideas de los nuevos propietarios -que pronto se cambiarían el nombre a Cadence Industries- no irían por ese lado, porque les interesaba principalmente la figura de mediática de Stan Lee, ése icono nacido de la noche a la mañana y que los iba a hacer ricos. Todo lo demás les daba igual, con lo que para formalizar la compra de la editorial pidieron como requisito imprescindible que Stan siguiera trabajando durante años y años bajo un contrato digno de delantero centro de Champions League. Lee, que nunca le había hecho ascos a ser tratado a cuerpo de rey, firmó el contrato sin pensárselo mucho y se preparó para continuar al frente de la editorial -Cadence se libraría de los Goodman a las primeras de cambio, pero esa es otra historia- con lo que los nuevos dueños creyeron que lo tenían todo atado y bien atado para que Marvel siguiera imprimiendo dinero. Pero en Cadence no tenían ni la menor idea de cómics, porque en Cadence ni les sonaba el nombre de Jack Kirby.
A pesar de que de puertas para fuera todo fuera alegría y diversión, los dos últimos años de Jack Kirby en Marvel fueron tremendamente tensos. Al escaso reconocimiento de la empresa se unió la ya mencionada tendencia a coartar su libertad creativa, con un Stan Lee que empezó a rechazar todos sus intentos de «avanzar» la historia de Thor y los asgardianos. Kirby había planteado toda una reformulación de la serie, con un Ragnarok que acabaría con todo lo anterior y haría renacer todo con unos nuevos dioses asgardianos. Pero Lee había rechazado la idea, porque tras 7 u 8 años de ideas arriesgadas y en las que valía todo, Marvel había empezado a buscar una estabilidad, un «status quo» de sus personajes que poder vender de puertas para fuera al estilo de Superman, Batman o Mickey Mouse. Los cambios no ayudaban a que un personaje fuera icónico, con lo que Lee empezó a implantar el concepto de «ilusión de cambio» que iría cristalizando en las décadas posteriores. Esto frustraba tremendamente a Kirby, porque le forzaba a repetirse constantemente y era precisamente una de las razones por las que en su día no le gustaba trabajar para DC. Pero claro, la DC de 1968 ya no era la de los 50…
Porque el viejo orden de Mort Weisinger había empezado a derrumbarse en 1967, cuando Kinney National Services compró National Periodical Publications y empezó a volcarse en el mundo editorial y el del espectáculo para diversificar el negocio. Kinney -que pronto adquiriría Warner Bros. y adoptaría ese nombre- no veía con buenos ojos a Weisinger, un tipo que llevaba más de veinte años en la editorial y que la había hecho entrar en franca decadencia, permitiendo que los «novatos» de Marvel se habían convertido en los líderes del mercado. Y todo esto a pesar de que el editor en cuestión hablaba con total desprecio de sus propios comics, se autoplagiaba guiones, maltrataba empleados, iba a trabajar uno o dos días a la semana y pedía subidas de salario absurdamente altas que los anteriores propietarios de la editorial le concedían porque creían ciegamente en él. Pero en el nuevo orden no se compartía esa actitud, y tras empezar una criba entre sus colaboradores más fieles que se llevaría por delante a Jack Schiff, prejubilaron a Weisinger en 1970, dejando a Carmine Infantino las riendas de la editorial. Carmine Infantino, el mismo dibujante que había recuperado a Flash y el renacer de lo superhéroes, el mismo Carmine Infantino que Stan Lee había intentado fichar en 1967 por mucho más de lo que cobraba Kirby. Carmine Infantino, un artista de los pies a la cabeza que no tardó en ponerse a contratar a algunos de los mejores autores de las demás editoriales, un tipo que por fín podía plantar cara a lo que suponía Marvel. Y sí, Carmine Infantino era amigo de Jack Kirby.
Ya había intentado ficharlo en 1968, pero la presencia de Weisinger no hacía la oferta muy seductora, con lo que durante los siguientes dos años Kirby seguiría en contacto con Infantino, preparando un hipotético desembarco en el caso de que Weisinger fuera prejubilado de una vez. Más allá de una posible lealtad a Marvel, Jack Kirby amaba su trabajo por encima de todo, y todavía creía que podría conseguir el reconocimiento que merecía. Pero los desplantes habían continuado tras la venta de Goodman, y los abogados de Perfect Film se habían reído ante sus reclamaciones porque «aquí el que inventa todo es Stan Lee, los demás sólo dibujáis lo que a él se le ocurre». Esto destrozaba a Jack Kirby, con lo que en 1969 decidió mudarse con su familia a California con la esperanza de que algún lector de sus cómics hubiera crecido hasta convertirse en algún jefazo de Hollywood con el interés de contratarlo. Su vida seguía basándose en sobrevivir y proveer a su familia, en aguantar y luchar todo lo que pudiera, pero dentro de él seguía habiendo un artista que soñaba con trabajar en el cine, en contar al mundo las películas que contaba en sus cómics.
Mientras tanto, Stan Lee seguía endiosándose y su relación con Jack se estropeaba aún más; tanto el uno como el otro empezaron a buscarse fallos por todos lados, con lo que Stan Lee no tardó en buscarle sustitutos y, aparte de tratar el fichaje del mismísimo Infantino, se hizo con los servicios de un tal John Buscema que poco a poco se empezó a convertir en su nuevo dibujante estrella; estamos hablando de un autor de corte clásico con mucha menos espectacularidad que Kirby, pero que le otorgaba a sus dibujos una majestuosidad que le venía como anillo al dedo al nuevo «status quo» que buscaba Lee, con lo que pronto crearía junto a él y a espaldas de Kirby una nueva serie de Estela Plateada. Para Kirby todo esto empezaba a hacerle sentir como si volviera a estar en 1941 y aquella sabandija chivata volviera a jugársela como cuando se chivó a Goodman de su pluriempleo en National; Silver Surfer era un personaje que reclamaba como una creación completamente suya, Stan Lee no tenía derecho a robárselo.
Y si Jack Kirby ya se estaba tomando todo esto como algo personal, cuando meses más tarde Stan Lee fracasaba y le pedía sopitas a Kirby, buscando una nueva orientación del personaje -el Salvaje Estela Plateada, porque el fracaso debía deberse a que el personaje era demasiado pacifista y eso era aburrido- el dibujante aprovechó para contar una historia completamente desquiciada en la que el heraldo de Galactus se enfrentaba hasta con Mandíbulas, con la familia real de los Inhumanos y hasta juraba venganza sobre la humanidad… Venganza que no llevó a cabo, porque justo al mes siguiente Jack Kirby se largaba de Marvel. Los que conocían minimamente la situación por la que estaba pesando el cocreador del Universo Marvel fueron conscientes de lo que significaba aquel cómic, pero los abogados de la Perfect Film & Chemical que llevaban todo el año bombardeándolo con un nuevo contrato para Marvel ni se enteraron de lo que estaban pasando. Kirby se había negado a firmar aquel papelajo que le obligaba a tener unas condiciones aún peores que las que le había dado Goodman hasta entonces -lo podían echar cuando quisieran, sin plusvalías, no había aumento de sueldo a la vista y ni siquiera se aseguraba que se acreditara su trabajo, además de asegurarse de que Kirby no pudiera emprender jamás acciones legales contra ellos- con lo que el dibujante mandó a su abogado a renegociar el contrato… Pero Perfect Film no quiso ni recibirlo.
Finalmente y tras ver que no firmaba ni a la de tres, lo llamaron directamente por teléfono preguntándole cuándo recibirían el contrato de una vez, a lo que Kirby respondió que todavía necesitaba unos cambios en sus términos. La respuesta del abogado fue inflexible, no hay cambios posibles, lo tomas o lo dejas. Kirby le dijo que el era demasiado importante en la compañía como para que lo tratara de esa forma, y el tipejo -que no se sabe si era abogado, secretario o tonto redondo a secas- le dijo que no dijera chorradas, que el creador de todo era Stan Lee y que cualquier idiota podría dibujarlo todo. Jack Kirby colgó sin decir nada, llamó a Carmine Infantino y pasó página, con lo que pronto Stan Lee dejaría de escribir cómics y una nueva generación tendría que salvar una Marvel que quedaba patas arriba tras su marcha.
Cuenta la leyenda que, al conocer la noticia, Marie Severin recogió una colilla de la última visita de Jack Kirby al Bullpen y la colgó de la pared con la etiqueta «El último puro de Jack Kirby en Marvel» y «Kirby estuvo aquí». El futuro de DC Comics pintaba la mar de bien…