Joe Sinnott era el mejor. Stan Lee era consciente de que era quien más convenía para entintar los lápices de Kirby, y eso es mucho decir cuando hablamos de un tipo al que había entintado gente como Al Williamson o el mismo Ditko. Pero había algo de los lápices de Kirby que pocos sabían sacar a flote tan bien como Joe Sinnott, un entintado demasiado caro para una Marvel en horas bajas y totalmente sometida a los acuerdos de distribución con National. Por eso tuvieron que pasar cuatro años para que Kirby pudiera ser embellecido regularmente por sus tintas.
Sinnott ya había entintado un número anterior de Fantastic Four -el quinto con la presentación del Doctor Muerte, nada más y nada menos- y se había mantenido en colaboraciones esporádicas con la editorial, pero no fue hasta Noviembre de 1965 cuando empezó a formar equipo regular con Kirby en el número 44 de Fantastic Four. El cómic, que presentaba un salto cualitativo espectacular en la serie y mostraba el inicio de la saga que supondría la primera aparición de los Inhumanos, introducía al personaje de Gorgon y como Medusa trataba de huir de él con la ayuda forzosa de Johnny Storm. Habíamos pasado de las viñetas redibujadas del Coletta más vergonzante al mimo casi exagerado de Joe Sinott, que a diferencia de su antecesor no tenía ningún reparo en combinar la mancha de tinta con las líneas más finas. Sinott separaba las figuras del fondo y se apoyaba en el trazo para narrar la historia, molestándose por fin en entender los lápices de Kirby y hablando su mismo lenguaje. Tras la saga de los Inhumanos llegaría Galactus, se presentaría a Pantera Negra y volvería el Doctor Muerte en una de sus historias más memorables, con lo que la Marvel de la era Kirby (y Lee) llegaría a su cénit creativo.
Kirby empieza a llenar sus cómics de dioses y semidioses que se enfrentan entre sí y a una humanidad que parece indefensa ante ellos, pero que mediante la inteligencia de Reed Richards o la simple determinación de un Ben Grimm consiguen plantarles cara. Los temas que se tratan durante estos años tanto en Fantastic Four como Thor o Nick Fury Agent of SHIELD son los temas que acompañarán a Kirby durante el resto de su carrera, con un dibujante obsesionado con plasmar en viñetas algo más grande que toda la humanidad junta, mundos cada vez más complicados y realidades que escapan al entendimiento humano. Usara para ello fotomontajes, collages y otras técnicas experimentales para los cómics de la época, porque de repente Jack Kirby ya no tenía que acogerse al estilo de la editorial, si no la editorial tenía que adaptarse a él. Autores como Don Heck se pasaron horas junto a Kirby tratando de imitar su estilo, replicando sus modos y sus formas, asistiendo a clases magistrales de horas y horas en las que Kirby trataba de enseñar a componer, a narrar, a hacer cómics. No habría aceptado el puesto de director artístico que Stan Lee le ofrecía -prefería trabajar en casa junto a su familia- pero a efectos prácticos, Jack Kirby era el alfa y el omega del estilo Marvel.
El éxito de los cómics Marvel venía no solo de la calidad de unos cómics más maduros y complejos, si no también de la capacidad de Stan Lee para aprender las lecciones de la EC de Bill Gaines y potenciarlas al extremo. Lee, casi desde los inicios, había tratado de buscar una complicidad con el lector y entablar con el conversaciones constantes a través de los correos de lectores, el club de fans de Marvel y tratando de crear la figura del «marvelita», el adicto a Marvel. Stan no se cortaba en acreditar a todos sus colaboradores, con lo que los nombres del personal del Bullpen como Flo Steinberg, Sol Brodsky, Marie Severin o Artie Simek empezaron a hacerse familiares a los lectores, que veían como hasta los mismos Lee, Kirby o Ditko también se convertían en personajes de los cómics. Los medios de comunicación no tardan en fijarse en ellos, y mientras Jack Kirby intenta expresarse como puede, Stan Lee se los lleva de calle con una verborrea que deja claro que había nacido para ser una estrella mediática, con lo que la prensa generalista no tardaría en empezar a coronar a Stan Lee «el nuevo Walt Disney», que justo había fallecido en 1966. Lee empieza a forjarse un personaje mediático para si mismo, el del «chico» rebelde que viene pegando fuerte, mientras que Kirby no acaba de entenderse con la farándula y se mantiene en un segundo plano con tal de seguir cobrando su sueldo.
Aquí Stan Lee, moderando debates mientras guionizaba un Galactus y un Modok.
Y ahí es donde estará la raíz de todos sus problemas futuros, porque de Stan Lee para arriba sólo estaba Martin Goodman, un tipo que nunca fue avispado para los negocios y al que le había tocado la lotería sin darse cuenta. Kirby sabe que las cuestiones de dinero pasan por Goodman, con lo que trata de hablar con el y negociar una mejora en sus condiciones económicas que Goodman constantemente promete pero nunca cumple porque es capaz de decirle lo que sea con tal de quitárselo de encima. Y no es que el tipo sea tan tonto como para no acordarse del cocreador del Capitán América, es solo que como mal empresario que era, prefería seguir siendo un rácano y no compartir el botín hasta que se le declararan en huelga. Y si lo hacían los muy comunistas, como que no tenía más que contratar otro dibujante y en paz, que en su día ya había estado a punto de echar a Stan Lee y no lo había hecho porque le daba mucho trabajo buscar un sustituto. Además, la Marvel de aquel momento estaba alcanzando tales indices de popularidad, que estaba claro que ese buen momento no iba a durar mucho, con lo que no sería mala idea buscar un comprador cuanto antes… Y, fuera de las discusiones creativas, ése fue el principio del fin de Jack Kirby en Marvel.