Lion es una película que termina con el mensaje de que cada año se pierden en la India más de 80.000 niños. Dado que estamos hablando de un país de más de mil millones de personas, eso de ochenta mil niños puede parecernos pura estadística y nos permite mirar para otro lado y escudarnos en nuestro cinismo. Pero entonces llega Lion y nos pega el puñetazo que nos merecemos, porque cada uno de esos niños es una persona y nosotros unos gilipollas.
Y lo peor es que nos cuenta eso a través de la historia real de Saroo, uno de los niños que tuvo suerte. A mediados de los ochenta y mientras M’Rabo disfrutaba de una existencia privilegiada rodeado de sus Masters del Universo, Saroo vivía en la calle robando carbón y tratando de ayudar a la alimentar a su familia. El chaval quería hacerlo todo y a veces era más un dolor de muelas para su hermano mayor Guddu que una ayuda, pero le ponía tantas ganas que cuando le pide acompañarlo a trabajar «por la noche» su hermano acaba aceptando. Sin embargo el sueño le acaba pudiendo y se queda dormido en una estación de tren mientras su hermano se va a trabajar, con lo que cuando al despertar horas después descubre que su hermano no está por ninguna parte, entra en pánico y se pone a rebuscarlo por todos los trenes hasta que uno de ellos se pone en marcha y lo envía a más de mil kilómetros de su casa.
Años después y después de haber sido adoptado por una pareja australiana, Saroo ya es un adulto y empieza a buscar a su familia a través de internet. La película se convierte en todo un anuncio de Google Earth, con nuestro exiliado protagonista (ahora interpretado por Dev Patel, el Slumdog Millionaire de The Newsroom) haciéndose un mapa de esos con chinchetas y tratando de recordar desesperadamente cada detalle del viaje que hizo de niño en aquel tren que se lo llevó. Por el camino conoceremos lo más bajo de los suburbios de Calcuta, un orfanato-prisión y gente muy sospechosa de esa de la que las madres siempre avisan de que es mejor mantener alejada, y que conste que en este caso no estoy hablando de Nicole Kidman.
Lion en realidad son dos películas, por un lado el Saroo niño y por el otro el adulto, ambos queriendo volver a casa y ambos aprendiendo mucho por el camino. El Saroo crío, Sunny Pawar, es uno de los mejores actores infantiles que puedas echarte a la cara, empezando la película como el niño-siempre-sonriente pero consiguiendo transmitir una sensación de desasosiego y tristeza y tremenda sin la sobreactuación a la que estamos tan acostumbrados en actores de su edad. Su Saroo no se echa a llorar a moco tendido, no tirita de frío y aun así notas que lo está haciendo, que está machacado y empatizas con él. Se lo pone complicado a un Dev Patel que se mueve por un entorno mucho más «familiar» con actrices como la ya mencionada Nicole Kidman, Rooney Mara o David Wenham, el Faramir de El Señor de los Anillos.
Mientras tanto tenemos al director, Garth Davis, que firma con Lion su primera película después de haberse dedicado principalmente a la televisión. Es curioso como todos los que vienen de las antípodas parecen tener una curiosa obsesión por las tomas aéreas con drones, pero en el caso de Lion podríamos decir que sí que está justificado porque después de todo estamos hablando de gente mirando obsesivamente Google Earth. Personalmente creo que ha sabido contenerse, y que todo alérgico a los drones debe sobreponerse y preparse para pegarse otra llorera con el Marco 2.0, el hombre que se recorrió medio mundo para buscar a su madre.