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Cruzados vs Aliens: Lake of Fire

Allá por el siglo XIII se lió parda por el sur de Francia, cuando por un quítame esos cátaros el papa Inocencio III empezó una cruzada -la albigense- que dejó hecho una mierda todas las ciudades de la zona. Las razones de la bronca, más allá de que una gente tuviera una interpretación distinta de los evangelios, venían por un enfrentamiento encubierto entre el rey de Francia y el de Aragón, que el primero no acababa de ver bien que los maños se extendieran más allá de los Pirineos. Y pensaba yo que todo ese follón ya había sido bastante complicado, cuando al colorista de Batman, Fear Agent y no sé cuantas cosas más se le ocurrió contar una historia ambientada en esa época… Y añadirle alienígenas. Con dos cojones.

Que quien dice alienígenas también dice xenomorfos, porque podía haber sido una historia de esas perfectamente.

Nathan Fairbairn y Matt Smith nos cuentan en Lake of Fire como un par de cruzados novatos -Hugh y Theo- llegan hasta un asedio de la cruzada albigense con el objetivo de sumergirse en sangre del hereje por el día y bañarse en vino por la noche. Siendo como son un par de idiotas, el conde de Monfort -que es el que lleva el asedio y es un personaje histórico conocido por ser un pelín hijo de la gran puta- decide mandarlos en una «cruzada especial» para acabar con la herejía en un poblacho perdido de la mano de dios llamado Montaillou, donde por lo visto hay una bronca que sólo pueden haber montado los cátaros o alguien peor. En realidad la expedición es sólo un pretexto para que el conde se libre de cruzados novatos -Hugh y Theo-, cruzados borrachos -Raymond, un veterano que se ha dado cuenta de la gran mentira de su «empresa divina- y de fanáticos que quemarían a su propia madre como el hermano Arnaud, un fraile dominico que arrastra consigo a otros frailes que disfrutan con eso de torturar a la gente en nombre del amor de Dios por todas sus criaturas.

Pues sí, la gente iba a las cruzadas como quien hoy en día se va a una rave…

Tras un mesecito de marcha, la expedición llega al pueblo para encontrárselo completamente vacío; los habitantes han decidido refugiarse en la casa torre del señor feudal y se niegan a salir de allí porque tienen miedo de unos demonios. Como en aquellos tiempos la cordura no era algo imperante y el hermano Arnaud era un tipo de ideas fijas, nada más llegar al pueblo el fraile pasa olímpicamente de los demonios y empieza a elaborar una lista de sospechosos de herejía, llegando a descubrir la existencia de Bernadette, una cátara que vive en el bosque y que comercia de vez en cuando con ellos. Consciente de que las supersticiones de una mujer del bosque son más peligrosas que una horda demoniaca que ha arrasado el pueblo entero, los frailes dan caza a la mujer mientras Raymond, Hugh y Theo los acompañan para evitar que hagan ninguna burrada y de paso tratar de descubrir de que va el misterio de los demonios… Que no tardan en aparecer y en merendarse a gran parte de la expedición.

Entre hacer la estatua, vomitar y salir corriendo, yo elijo salir corriendo. Lo de la lanza ya es para los muy valientes (o idiotas)…

Poco se nos cuenta en Lake of Fire sobre la naturaleza de los alienígenas o que pintan en nuestro planeta, porque no deja de ser un cómic que se centra más en la locura de aquella época y en las reacciones de los distintos personajes a una situación que escapa a su entendimiento. Los alienígenas actúan más como xenomorfos que como krees o khunds, con lo que os aconsejo que no le cojáis mucho cariño a los personajes porque en los cinco números que dura la miniserie caen como los pichones que cazaban Hugh y Theo al principio de la historia. Se puede decir que este es un cómic de aventuras sin muchas más pretensiones, con personajes no muy desarrollados pero no por ello contradictorios; es cierto que fanáticos como Arnaud son unidimensionales mientras que el borracho Raymond no deja de ser el típico héroe veterano pasado de vueltas pero de buen corazón, pero lo cierto es que a veces la mezcla de arquetipos funciona bien y le comunica rápidamente al lector lo que se puede esperar del cómic, que no deja de ser una historia de aventuras más o menos breve que parece hecha a medida para ser vendida a Hollywood y tal vez hasta tener éxito donde Cowboys vs Aliens no la tuvo.

¿Luchas para salvar tu propia vida, quizás? Porque para eso igual es mejor salir corriendo…

Mención aparte merece el aspecto gráfico del cómic, con el tratamiento del color de Faribarn -que como buen profesional pone todo al servicio de la narración, con lo que vamos pasando del amarillo y el verde otoñal a colores más apagados según empiezan a aparecer los alienígenas a acojonar al personal- y con el dibujo de Matt Smith, un tipo que para mí es completamente nuevo pero que por lo visto ya había colaborado en la cosa esa que le gusta tanto a M’Rabo llamada Head Looper -que sigue sin tener ni puta gracia-. Smith es un dibujante «de línea clara» en la escuela de los Chris Samnee o Francavila que aunque le veo todavía un poco verde, me recuerda al estilo de algunas películas de Disney, más interesado en la gestualidad y expresividad de los personajes que en la floritura, con lo que le pega bastante bien a una historia que requiere esa fluidez.

Lo normal en el siglo XIII, que sales un día a plantar un pino y te cae encima una nave espacial.

En definitiva, que Lake of Fire es un buen ejemplo de todo lo bueno que nos puede dar Image a pesar de haber sido fundada por algunos de los mayores cabestros de la historia del cómic, una historia recomendable que, aunque no pretende contarnos una epopeya de niveles simonsonianos, nos permite pasar el buen rato que nos merecemos después de soportar tanta morralla de Marvel y DC -o de IDW como la puta tostadora valiente- autojustificada en la nostalgia mal entendida…

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