Lo habíamos dejado hace un par de semanas en que Thundra era un personaje creado por Roy Thomas y que venía a ser una feminista pasada de vueltas salida de vete tu a saber donde y que estaba un pelín obsesionada con Ben Grimm «por ser el hombre más fuerte del planeta». Que no me cansaré de repetirlo, pero esta mujer no debía de conocer la existencia de Hulk…
Fantastic Four 151 es el cómic en el que por fín conocemos a Mahkizmo, el peligro público que viene a desestabilizar todo lo que creíamos sobre Thundra. Gerry Conway, que como ya vimos había heredado al personaje de las manos de Thomas, había intentado enfrentar al cuarteto fantástico con una mezcla curiosa de nuevos y viejos enemigos, pero nunca había terminado de solucionar la trama secundaria sobre los orígenes de Thundra y sus verdaderas intenciones. Tras dos años de marear la perdiz, Conway debió de pensar que ya era hora de quitarse el personaje de encima, y es en este cómic en el que un tal Mahkizmo El Hombre Nuclear aparece de la nada en el edificio Baxter preguntando por La Bruja Thundra, Aquella Que Se Hace Llamar Femizona. Y de paso se carga unos cuantos tabiques del edificio, porque hay que cumplir con la etiqueta de los cómics de superhéroes y para pegarse con Ben y Johnny como es debido ante todo hay que montar una buena escena.
Mientras tanto, Thundra le cuenta a Medusa -la conoceréis por ser ese personaje al que ahora meten hasta en la sopa interpretando a la versión inhumana de Charles Xavier- su misterioso origen así, sin preguntarle ella nada porque la femizona no deja de ser como esos pesados que se sientan contigo en el metro para contarte su vida. Por lo visto la buena moza viene de un futuro «que sería una pesadilla para los hombres de tu tiempo» en el que las mujeres son el sexo dominante, una Tierra dominada por las Femizonas. Su relato hace referencia a una historia corta de Stan Lee y John Romita -toma ya- publicada en el número uno de Savage Tales, una revista de esas en plan antología en blanco y negro en la que Marvel, además de Conan, publicaba batallitas para lectores adultos en una mezcla de géneros curiosa que iba desde la espada y brujería a la ciencia ficción (aunque en realidad era una revista de «Conan y otros» hasta que le dieron una revista para el solo y Ka Zar se la quedó para el solo). Llegados a este punto tengo que decepcionaros, porque la batalla de nuestro héroe de testosterona y pelo en pecho Mahkizmo va a tener que esperar una semana más en favor de un examen detallado de esa obra maestra del despropósito que es «Fury of the Femizons», el cómic del patriarca del Universo Marvel que probablemente le dio a Gerry Conway la idea de plasmar la guerra de los sexos en un cómic de los 4 Fantásticos:
En «Fury of the Femizons», Lee cuenta la historia de las Femizonas del Siglo XXIII, unas «perversas voluptuosidades» que gobiernan despiadadamente «New USA» (United Sisterhood Alliance) y tratan a todos los hombres como esclavos sexuales mientras ellas se pegan en armaduras de esas que tapan las tetas y dejan todo lo demás al aire. La protagonista de la historia, la Princesa Lyra -nacida del mismo tubo de esperma que su hermana la Reina Vega- tiene dudas respecto a la sociedad en la que vive. Siente un vacio interior, que algo no funciona en una vida que debería ser perfecta. Ese vacio cambiará por completo cuando conoce a «Mogon de las Colinas», un esclavo que se rebela y descubre las inquietudes de Lyra sobre el pasado prohíbido de la humanidad, aquel que estuvo dominado por los machos y que, a diferencia de la utopía femizona, estaba poblado por guerras y conflictos inútiles.
El esclavo le revela a Lyra la cruel verdad de esa utopía, porque a finales del Siglo XX La Hermandad tomó el control del planeta y decidió abandonar al 90% de los niños en medio del monte, con lo que se asilvestraron cosa mala y acabaron viviendo como cavernícolas, completamente encabronados y diseminados en tribus que han jurado venganza contra las mujeres. El esclavo revela que, por el contrario, él procede de una tribu de hombres que es consciente del pasado de la humanidad y que busca «restaurar el balance entre ambos sexos», ese balance que en 1971 no le dejaba a las mujeres sacar dinero del banco sin aprobación del marido y esas cosas maravillosas.
El plan del osado «balancista» consiste en destruir el Templo de la Genética, donde las Grandes Sacerdotisas guardan su precioso suministro de esperma. La Princesa Lyra accede al loco plan de Mogon, y ambos se dedican a preparar su atentado durante días, fingiendo ser esclavo y ama mientras por las noches daban rienda suelta al amor entre ambos como las mujeres de antaño. Y es que, en efecto, la forma en la que Lyra tenía que realizarse como mujer era buscarse un buen macho, que eso es lo que restaura el balance como Dios manda. Sin embargo, toda esa felicidad se irá al garete un fatídico día en el que la malvada Policía de Seguridad de Syrani les tiende una emboscada y se ven obligados a presentar batalla, la cual consiguen ganar ya que, según la propia Lyra, «por fín cuento con un hombre a mi lado».
Sin embargo la malvada Syrani presenta de todos modos sus acusaciones contra Lyra ante la Reina Vega, la cual se ve obligada a juzgar la inocencia de su hermana obligándolo a matar a su esclavo Mogon. Lyra duda, pero al ver en los ojos de Mogon el ruego para que lo mate y así que por lo menos se salve ella para que la causa viva, Lyra lo ensarta con su espada y pone fín a la trágica historia de amor. La historia termina con Lyra alejándose llorosa, preguntándose si alguna vez todos los hombres fueron como Mogon y la Tierra fue un mundo de amor y valentía. Y es que, se cuestiona Lyra, ¿para qué sirve un reino sin rey?
Y… Esto eran las femizonas, la guerra de los sexos vista desde la óptica de dos señores que han creado algunos de los mejores cómics de la historia. No tenían ni puta idea de lo que hablaban y, para no variar, creían que el status quo era lo correcto, cosa que el tiempo demostró que no tanto porque de repente empezamos a entender cosas como que Vietnam no era una buena idea, que llenar los cielos de humo es contraproducente, que las mujeres tienen derecho a divorciarse si así lo desean y que, en general, creerse todo lo que dicen por la tele no es bueno. La semana que viene os contaré por fín la historia de Mahkizmo y como Gerry Conway recoge este delirio de dos grandes y decide darle un giro la mar de divertido…