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Como crear una buena serie y convertirla en una mala copia de si misma: 50 años de Star Trek

Lo mío siempre fue Star Wars más que Star Trek. Para mí Star Trek era gente que se pasaba el día sentada mirando una pantalla, una especie de juego metarreferencial sobre los espectadores que lo veían por la tele que nunca iba a ninguna parte. Star Trek eran actores con mucho ego y repeticiones cansinas de las mismas historias, de capitanes que bajaban de su barco a pegarse contra gente sin que tuviera mucho sentido. Del puto Picard y la madre que lo parió, la tripulación de geriátrico del Capitán Kirk y de las aburridísimas Voyager o la copia barata aquella de Babylon 5 cuyo nombre era tan poco comercial que nadie en su sano juicio podría recordar… Hasta que un día ví Star Trek, la verdadera Star Trek.

Gente sentada con armas ridículas, eso era Star Trek.

Y entonces empecé a entender la mitomanía trekkie de Star Trek, y el porqué de que hubiera tantas celebraciones sobre aquella serie a medio camino entre Planeta Prohíbido y Bonanza. Todas las series posteriores habían sido pálidas imitaciones de la serie original, una producción que sabía reírse de si misma y que combinaba un humor inocentón y unas escenas de acción más influenciadas por el Western que por las películas de artes marciales que se pondrían de moda en la década siguiente. La fuerza de Star Trek está en delimitar las personalidades de los tres personajes principales -Kirk, Spock, McCoy- e ir construyendo a partir de ellos. En enfrentar sus personalidades a las situaciones que dan rienda suelta a cada historia, y por eso las versiones posteriores nunca han conseguido llegar a interesarme. La Nueva Generación o DS9 creaban historias corales con personajes en ocasiones hasta caricaturescos con los que no era sencillo empatizar, porque tampoco eran muy humanos. Lo siento mucho por los fans de Picard, pero a mí siempre se me hizo un pelín insoportable -y todo ello a pesar de venir interpretado por Patrick Stewart, un tipo estupendo- tanto el como toda su tripulación.

Yo lo siento por el reparto original, pero hubiera tocado quitar a algunos y poner a otros.

¿Pero cómo hizo Star Trek para, llevando un formato basado en episodios autoconclusivos, darte la impresión de que los personajes iban creciendo episodio a episodio? Porque estamos hablando de que Spock se come con patatas a Data o a Odo sin necesitar para ello largas historias de complicada continuidad. Spock es la interpretación de Nimoy y su relación con McCoy y Kirk, el contraste cómico y casi infantil con sus compañeros de viaje. Data es su amistad con Geordi y sus pequeños pasos para descubrir el mundo, pero nunca acabas de ver que vaya mucho más allá y acaba siendo una de las exploraciones de la inteligencia artificial más sosas a este lado de Her. Por último, Odo es un tipo rarísimo cuyo único interés está en conocer su origen, que acaba siendo bastante soso y… Que sí, que Odo es soso. Y supongo que los personajes más «spockianos» de Voyager y Enterprise serían Seven of Nine (que no aparece hasta la mitad de la serie, y en esencia es la tia buena borg) y T’Pol, pero en ambos casos los personajes son bastante desaprovechados y se quedan solo en el planteamiento.

Que no, que eran una mierda de personajes.

Las series de televisión de Star Trek se volvieron tremendamente aburridas, formuláicas y a ratos hasta absurdas, carentes de ningún sentido. El que delimitaran su reparto de forma tan espartana desde su planteamiento en la mayor parte de los casos -fijáos si no en las películas, en las que tenía que salir toda la tripulación original y aquello acabó siendo el autobús espacial del IMSERSO- provocó que las tramas y las historias se volvieran completamente rígidas, sin la menor sensación de cambio. Voyager va introduciendo algunos cambios -más debido al pánico por las bajas audiencias que otra cosa- y probablemente DS9 sea la que evoluciona más, pero aun así no deja de ser una copia inferior de Babylon 5 y Sheridan se come con patatas a Sisko -¡y eso que estaba interpretado por Avery Brooks, el Luke Cage de los 80!-. Las tripulaciones de Star Trek se volvieron cada vez más «militares», y el colmo de todo ya se vió en Enterprise, una serie que trataba de ser desesperadamente algo que supiera a Star Trek y que precisamente por ello acabó siendo la más odiada por los fans, pese a no ser en absoluto una mala serie. Simplemente no estaba  a la altura de contemporáneas como Battlestar Galactica, y el subidón de calidad que estaba pegando la televisión en aquel momento la dejó en evidencia.

Star Trek Beyond introdujo un personaje nuevo, una de las pocas cosas buenas de la película.

No sé lo que me provocó que tardara tanto tiempo en ver la serie original de Star Trek y que aun así me tragara todas sus inferiores secuelas, supongo que el hecho de ser sesentera y me recordara a Bonanza o peor, al Batman de Adam West hacían que me echara un poco para atrás. Pero una vez te pones a ver la serie y ves desplegarse un universo que todavía no sabe lo que es y no está cartografiado al dedillo en mil guías que los fans recitan de memoria, te das cuenta de que hubo un tiempo en el que Star Trek molaba, y que la única posibilidad que tiene Discovery de sobrevivir en la tele de hoy en día -que es más exigente que el cine- está en el camino que parecen haber tomado, irse del universo conocido hacia lo desconocido. Lo cual tampoco es ninguna idea nueva, porque al fín y al cabo de eso iba la serie original. Eso sí, que por lo menos en esta ocasión se curren al personaje principal y metan pocos secundarios, que eso de delimitar un reparto de nueve personajes y forzarte a seguir con ellos durante años no les acaba de funcionar muy bien…

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