La muerte de Douglas Ramsey hizo pasar a los Nuevos Mutantes por varias de las etapas del duelo, haciendo hincapié en la etapa de ira y depresión durante el numero siguiente a la muerte del chaval. En este cómic veremos la etapa de aceptación, esa misma aceptación que tuvimos que tener muchos fans cuando vimos como Rob Liefeld destrozaba para siempre una de nuestras series favoritas y la transformaba en aquella aberración llamada X-Force.
A título personal tengo que decir que hasta la llegada de Liefeld a Los Nuevos Mutantes yo pecaba de esa inocencia infantil que te hace creer en la «realidad» de los cómics que estas leyendo. Que todo lo que lees está bien, porque ha pasado así, y tu espíritu crítico no se cuestiona cuando los personajes reaccionan de forma contradictoria o directamente absurda. Es una mentalidad maravillosa para las editoriales, porque al lector le puede gustar o no gustar una historia, pero nunca va a cuestionarla. Rob Liefeld puso a Los Nuevos Mutantes al servicio de un vejestorio paramilitar sin ninguna cualidad interesante, y con ello cruzó todas las líneas rojas de mi cabeza: para mi aquello no era un giro radical y diferente que picaba mi curiosidad, si no una traición absoluta a la identidad de los personajes… Haciéndolos prescindibles. Porque claro, durante la mayor parte de los años 80 Uncanny X-Men tenía un solo spin-off y se le consideraba una parte vital del canon; luego vendrían X-Factor, Excalibur o Wolverine, pero la estrecha colaboración entre sus autores los convertía en títulos coherentes entre sí, por más que transcurrieran en continentes distintos o trataran situaciones completamente diferentes. Sin embargo la llegada de los Liefeld y los Lee rompería con esto, estableciendo series de mutantes de primera y de segunda clase. El hecho de que se creara una segunda serie de X-Men dejaba claro que los Nuevos Mutantes no eran X-Men, y el remate lo trajo ya el hecho de que se llamaran ahora X-Force y se comportaran como la hermandad de mutantes paramilitares. Tras la partida de Liefeld y la etapa de Greg Capullo en la serie, X-Force se convirtió en una serie completamente irrelevante que de forma inevitable acabó siendo cancelada.
La creencia errónea de que lo que Los Nuevos Mutantes habían necesitado eran un enfoque más violento y oscuro sólo podía surgir de una mente que no hubiera leido -o entendido- estos cómics. New Mutants 64 es una historia completamente macabra, deprimente y hasta excesivamente melodramática, pero a la vez es un estudio sobre el personaje de Rahne Sinclair que la hace evolucionar desde su origen reprimido y lastrado por el fundamentalismo religioso. En el momento en el que empieza este cómic, Rahne todavía es incapaz de aceptar la pérdida de Doug y se pasa día y noche metida en la sala de peligro, sumergida en una recreación holográfica del momento fatal en el que el doctor Animus dispara sobre su amigo y, a diferencia de lo que realmente ocurrió, ella consigue salvarlo. Esa tortura a la que se somete nace de su sentimiento de culpa, sentimiento que la ha acompañado desde su primera aparición ya que fue educada por un cura tarado que la consideraba un demonio o algo peor. Rahne cree, por tanto, que su negligencia provocó la muerte de Doug y no es capaz de ver que fue la propia voluntad del chaval la que lo hizo sacrificarse por ella… Y eso psicológicamente es muy gordo, porque en realidad lo que estamos viendo es a una Rahne con la autoestima por los suelos e incapaz de creer que alguien quiera dar su vida por ella.
Por otro lado tenemos a Warlock, un niño alienígena que no entiende muchas de las conductas más básicas de los seres humanos o de la vida orgánica en general. A Dani Moonstar no se le ocurre otra cosa que ver La Noche de los Muertos Vivientes en un momento tan sensible, con lo que a Warlock se le ocurre la idea de que si los muertos pueden levantarse de sus tumbas, Doug también puede. Dani le quita esa idea de la cabeza, pero cuando más tarde los chavales van al velatorio y ven el cadaver, Rahne tiene otra crisis nerviosa y empieza a quejarse desconsolada de que que van a meter a Doug en una caja bajo tierra, lo cual provoca el pánico de Warlock, que no era consciente de esa bárbara costumbre terrestre. Sam intenta arreglarlo diciéndole que según la tradición cristiana el enterramiento es algo que se hace para que los cuerpos se mantengan «seguros» hasta que puedan levantarse el día del jucio final, lo cual hace bastante más daño que bien… Porque esa misma noche, Warlock decide que no piensa esperar al juicio final, y que Doug se va a levantar ahora.
El razonamiento del alienígena es bastante sencillo: sí los muertos se levantarán de sus tumbas mediante un rayo mágico de dios, ese rayo no debe de ser muy distinto a la energía que le da vida a el mismo y que su especie consume constantemente al absorber objetos y criaturas orgánicos, así que decide darle parte de su energía a Doug. Pero como Doug está muerto, no puede tomar esa energía, por lo que Warlock en su inocencia cree que lo que pasa es que su amigo se ha olvidado de lo que es estar vivo, con lo que decide llevar a cabo una versión macabra de Que Bello es Vivir y llevar a Doug a ver a su familia y amigos para que vean lo mucho que lo echan de menos.
Después de crearle una crísis nerviosa a su madre, Warlock lleva el cuerpo de Doug a ver a Rahne, la cual no tarda en darse cuenta de lo que está pasando y avisa al resto del grupo, que por fín consiguen explicarle a Warlock que los orgánicos no funcionan de la misma forma que los tecnorgánicos, y que es mejor dejar a Doug descansar en paz. Y es explicándole esta diferencia a Warlock cuando Rahne cae en la cuenta de que sí, que Doug ya se fue para siempre, y que tiene que aceptarlo de una vez y dejar que su amigo «vaya al cielo». Al día siguiente Doug es enterrado y los chavales empezarán a pasar página, poniendo punto final a una historia que empezó con un chico pájaro pidiendo patatas fritas en un McDonalds y piques entre los alumnos de dos colegios privados.
Y mientras dejamos a los Nuevos Mutantes curando sus heridas y Magik tratando de vengarse de Forja por haber «matado» a su hermano y al resto de la Patrulla X, nos damos cuenta de que estos son los últimos números de Ann Nocenti como editora de la serie. Que en un par de números un tal Bob Harras tomará el relevo y se llevarán a cabo historias como la de Gosamyr y Spyder, las tramas se volverán más inconexas y la serie bajará en calidad. Peor claro, hay que tener en cuenta que a finales de los 80 tanto Uncanny X-Men como New Mutants estaban dando unos royalties realmente jugosos, y aunque Ann Nocenti le tenía cariño a los personajes y hasta llegó a realizar un especial con ellos que aquí se llamó «Un Mutante en Megalopolis», la editora ya estaba pensando más en escribir Daredevil e Inhumanos que en forrarse; es más, en pocos años se iría a hacer documentales y labores humanitarias en el tercer mundo, demostrando que Ann Nocenti no solo es buena en lo suyo, si no que tiene un corazón que no le cabe en el pecho.
Por su parte Simonson y Blevins seguirán siendo el equipo regular de la serie durante cosa de un par de años más, siendo Blevins sustituido por Liefeld en el número 86 y abandonando Simonson el título con New Mutants 97 y el crossover X-tinction Agenda, el último crossover de la era Claremont. Y no me cansaré de repetirlo, si durante la etapa de Claremont los Nuevos Mutantes actuaron como jóvenes adultos (coherentes sí, pero jóvenes adultos), Simonson consiguió hacer un cómic en el que los personajes actuaban como auténticos adolescentes y sus malentendidos con Magneto eran lógicos y naturales, dejando en evidencia las verdaderas razones que condujeron en su día a Magneto a convertirse en un villano al ver con completa impotencia como su pueblo moría sin que el pudiera hacer nada. Años después y en la época de Utopía, tanto Magneto como los Nuevos Mutantes convivieron en una misma isla pero nunca llegaron a encontrarse, ni siquiera cuando tras el crossover Necrosha Doug Ramsey fue finalmente resucitado. New Mutants fue cancelada de nuevo menos de un año después sin que a nadie se le pasara por la cabeza escribir un reencuentro entre Magneto y Doug, una escena que casi se escribe sola y que habría hecho bastante más soportable al Magneto actual. Pero en fín, éste es el mundo de Rob Liefeld y nosotros solo vivimos en el…