¿La veis aquí debajo? ¿Sí? ¿Cabeza de Chorlito sonriente con sus amigos, Los Nuevos Mutantes volando tan campantes, estrenando trajes nuevos y dando la impresión de no tener la menor preocupación en la vida? ¿Sí? Pues es la portada más mentirosa que he visto en mi puñetera vida, y mira que en todos estos años he visto portadas engañosas o que directamente trataban de estafar, desde las crueles portadas de Neal Adams o José Luis García López para reimpresiones de material de los 50 hasta las vergonzosas cubiertas de Grimm Fairy Tales, que parecen así como porno pero que no tienen porno por ningún lado. El número 61 de Los Nuevos Mutantes carece de alegría, de felicidad, carece de finales felices. Porque en cuanto abrimos el cómic y pasamos a la primera página ya solo nos espera el drama, la tragedia y el dolor de unos niños que acaban de perder a un amigo y están a punto de perder más todavía…
¡Todo son mentiras! ¡Horribles mentiras!
Creo que el lector de Marvel nunca valoró lo suficiente a Bret Blevins, el dibujante de estos cómics y que lamentablemente dejó los cómics a mediados de los 90 para ganar emmys haciendo storyboards para series como Justice League o películas de Pixar. Hoy en día el hombre esta centrado en pintar cuadros (de los de verdad, con lienzo y esas cosas que manchan) y de vez en cuando se le puede ver haciendo alguna colaboración en algún storyboard o hasta en algún cómic como «Harley Quinn Road Trip Special», cómic bastante desmejorado por las tintas de Mike Manley. Blevins había empezado en esto de los cómics realizando varias colaboraciones puntuales a principios de los 80 en adaptaciones cinematográficas como The Dark Crystal, números sueltos de series como Hulk o Doctor Strange, proyectos puntuales como la miniserie The Bozz Chronicles junto a David Michelinie para la línea Epic… No tendría «algo fijo» hasta llegar a Cloak & Dagger, su primera serie regular. Su retrato de Capa como una criatura grotesca de oscuridad y el de Puñal como una adolescente añiñada e inocente debió de picar el interés de Nocenti y Simonson para Los Nuevos Mutantes, serie que desde la partida de Sienkiewicz había perdido gran parte de su identidad gráfica debido al baile de dibujantes que iba experimentando. Tras una colaboración puntual en el número 49, Blevins sería declarado dibujante regular de la serie a partir del 55, dándoles a los personajes un físico adecuado a la edad que supuestamente tenían mediante un estilo más «cartoony»… Que le vendría como anillo al dedo a los planes de la guionista Louise Simonson, que planeaba llevar a los personajes de la alegría al llanto en unos pocos meses.
A lo largo de este cómic los personajes cada vez se van retorciendo más, el trazo se va quebrando cada vez más y las páginas se llenan de un expresionismo que, aunque no tiene nada que ver con lo que Sienkiewicz propuso en la serie en su día, repito que viene que ni pintado para la agonía de unos adolescentes que acaban de perder a un amigo. El cómic empieza justo donde lo habíamos dejado, con Douglas Ramsey desangrado en el suelo y sus amigos llorando la pérdida. En la primera página podemos ver como cada uno de ellos se esta tomando la situación; Rahne directamente ha entrado en un llanto histérico, Illyana esta presa de ira y el resto de los personajes estan a medio camino entre la tristeza y la incredulidad. No es el primer shock que reciben (Karma ya habría aparentado morir en su día, y el grupo entero llegó a entrar en una profunda depresión cuando el Todopoderoso los mató y resucitó en el mismo día) pero sí es el primero ante el que reaccionan de manera lógica (sí, aquí estoy yo a mis años echándole mierda a Claremont). La mezcla de emociones de los personajes será el motor de este cómic, una historia de superhéroes rara en la que no hay malos a los que pegar ni nada más espectacular que gente llorando. Y llorando y llorando y llorando, vaya.
Rahne está rota por completo, sintiéndose responsable de que Doug muriera sin que ella se diera cuenta, a pesar de haber dicho por activa y por pasiva que lo protegería al ser el único miembro del grupo sin poderes «de combate». Por su parte, Illyana cree que podía haber hecho más, y sólo piensa en vengarse de todo y de todos. Cuando uno de los sonrientes miembros de La Verdad trata de acribillarlos aprovechando su momento de debilidad, Illyana ya no se corta ningún pelo y lo manda directamente al Limbo, ordenando a sus demonios que lo atormenten por toda la eternidad. Illyana, que durante toda la serie ha intentado resistirse a sus poderes demoniacos y no sucumbir a la tentación de convertirse en otro demonio más del Limbo, ahora no se corta un pelo en no solo matar a una persona, si no torturarla por toda la eternidad; lo que es peor, Rahne no solo lo ve bien, si no que la anima a hacerlo porque «es lo que se merecen». Rahne, un personaje que durante años se ha caracterizado por su ortodoxia religiosa y unos complejos que la sumergían en la creencia de que hasta su mismo ser era un pecado, ahora de repente se pone del lado de la reina diablesa de los infiernos.
Y el grupo decide teleportarse de vuelta a casa, dejando atrás a un Cabeza de Chorlito del que nunca más se supo (excepto por el twitter de Liefeld) y volviendo a una mansión vacía en la que, a la espera de lo que decida Magneto, tienen que dejar el cuerpo de Doug en la enfermería, tapado con una simple sábana. Warlock -que no deja de ser un crío alienígena- no acaba de comprender el concepto de «muerte», pero aún más le sorprende que Illyana defienda el papel de Magneto en todo esto, el tipo que cuando más lo necesitaban se había ido con sus amigotes del Club Fuego Infernal. Da igual que Magneto lo hiciera para localizar la isla donde se estaban pegando los Nuevos Mutantes, lo único que vieron Warlock y Bobby es a su maestro largándose con su peor enemigo, y por eso les choca que Illyana siga defendiéndolo ya que, después de todo, ella no dejaba de ser el miembro más rebelde del grupo. Ante el cadaver de Doug Illyana se confiesa a Warlock diciéndole que ella sólo quería ser una adolescente normal, y que había puesto toda su fe en la promesa de Magneto de que el iba a servir de barrera de contención contra el Limbo. Sin embargo su fé empieza a quebrarse tras la muerte de Doug, y cuando unas páginas después el grupo descubre que su hermano y La Patrulla X han muerto en Dallas (¿recordáis que esto era un crossover llamado La Caida de los Mutantes?) sin que Magneto tampoco hiciera nada, Illyana ya la pierde por completo.
Y es justo en ese momento en el que Magneto vuelve a la mansión y se encuentra a Doug muerto, al grupo embajonado y a Illyana rabiosa porque en el mismo día ha perdido a uno de sus mejores amigos y a su hermano, y aun así el supervillano que juega a ser un Profesor Xavier de segunda tiene el cuajo de echarles la culpa de todo a ellos. El grupo se enfrenta a la ira de un Magneto que vive aterrorizado por no estar a la altura de la tarea que Xavier le ha encomendado, aterrorizado por un mundo que está empezando a registrar a los mutantes igual que Hitler registró a su pueblo cuando él era niño y, sobre todo, aterrorizado porque como supervillano era un fracasado y como héroe lo es aún más. Ésta es la escena que marca la gran derrota del Magneto «héroe», porque Illyana y el resto del grupo ya no confían en el y, conscientes de que sin la Patrulla X la única defensa que les queda a los mutantes son ellos mismos -Factor X es un esperpento-, deciden que ya no pueden ser unos adolescentes y que les toca ser adultos, con lo que el grupo abandona el uniforme de la escuela y empieza a llevar sus propios colores6.
Los números siguientes -62 y 63- son dos fill-ins, en el uno nos vienen a contar las aventuras de Magma con los Infernales (ya no volvería a la serie hasta los tiempos de X-Force) y el otro es puro relleno sin la menor transcendencia. Es en el número 64 donde vemos el verdadero epílogo de esta historia, el momento en el que los chavales vuelven a enfrentarse con la realidad durante el funeral de Douglas Ramsey.