Eh, ¿os acordais de los Bioshock, aquellos videojuegos de millonarios locos que se montan sociedades utópicas que acaban hechas un desastre porque la naturaleza humana tiene estas cosas? ¿Sí? Pues eso mismo os vais a encontrar en High Rise…
Porque High Rise es una película basada en la novela de JG Ballard del mismo nombre, en la cual se viene a contar como un arquitecto millonario construye una arcología (una especie de edificio-ciudad gigantesco totalmente autocontenido) en la que pretende que todo sea maravilloso. En la película nos encontraremos que el millonario es nada más y nada menos que Jeremy Irons, un tipo solitario con poca inteligencia emocional que aun así se sorprende de que su pequeño experimento sociológico no esté teniendo éxito; la gente de los pisos superiores con más luz desprecia a la gente más pobre de los pisos inferiores, con lo que las diferencias y tensiones entre ambos crecen exponencialmente. Inevitablemente la trama empieza a girar alrededor de esto, y para cuando el edificio empieza a sufrir problemas de suministro eléctrico las ganas de matarse unos a otros empiezan a desbordarlos… Y justo ahí es donde empiezan los problemas de la película.
Porque mientras me iban contando como el protagonista de la película -un médico interpretado por Tom Hiddleston- iba conociendo a sus vecinos y tomando parte en la vida ociosa de muchos de ellos, la película picaba mi curiosidad por su estética retrofuturista, ya que la novela está escrita en los 70 y la película mantiene esa ambientación. Pero cuando empiezan a haber fallos en el suministro eléctrico y la arcología entra en el caos al más puro estilo apagón de Nueva York de los 70, la película se me cae por completo. Porque no estamos hablando de que haya una noche loca en la que ocurre eso y la gente se pone a saquear y saldar deudas personales, estamos hablando de una gente que, aun habiendo un mundo a su alrededor que sigue su curso normal, los habitantes de la torre se vuelven agorafóbicos y deciden quedarse dentro a pesar de que la comida se les esté acabando en el edificio. La gente se pone a cambiar miembros de su familia por comida y suministros, hay auténticas escabechinas en los supermercados y la gente mata por una botella de agua. Y el problema está precisamente ahí, que la película no acaba de hacer creíble la transición entre el momento en que la torre es el sitio donde los personajes tienen su vivienda al punto en el que ese edificio empieza a constituir su único mundo.
Al final la película pretende ser un rechazo al aislacionismo que se da entre los distintos pisos de la torre y entre la propia torre y el resto del mundo. Hay una escena en la que el arquitecto y propietario de la torre se encuentra con todo el caos y violencia que se ha desatado en su obra y, al recibir una visita de la policia en la puerta del edificio, el les dice que no hace falta que vengan, que todo esta bien. Y claro, en ese momento empiezas a pensar en todas esas noticias que leemos sobre gente de la tercera edad que muere y nadie se da cuenta de ello hasta que su cadaver se descompone lo suficiente como para que el olor empiece a molestar a sus vecinos, y entiendes perfectamente lo que es High Rise.
Lo dicho, la película visualmente es muy muy atractiva, y consigue crear algunas imágenes que merecen mucho la pena.
No es una película para todos los gustos (algunos la considerarán demasiado lenta o directamente demasiado rara), pero creo que merece la pena echarle un vistazo aunque sólo sea por el retrofuturismo y la interpretación de algunos actores; para mí es una película que fastidian un par de malas elecciones de guión y montaje.