A raíz de ese crimen contra la humanidad que es Batman v Superman me he encontrado al personal indignado por el retrato de Batman, pero en muchas ocasiones se pasa de puntillas por Superman. Sí, ya lo sé, no está de moda hablar de Superman y más de uno hasta considera que el retrato de Snyder es acertado, pero a estas alturas de la vida -y prometiendo dejar/olvidar el tema Batman v Superman por una larga temporada- creo que no vendría mal hacer un post que condense todas las razones por las que necesitamos un superhéroe tan «caduco» como Superman…
El personaje que crearon Jerry Siegel y Joe Shuster era tremendamente básico; un tipo tremendamente fuerte que se dedicaba a apalizar a los abusones de la sociedad. Estamos hablando de un personaje que luchaba contra las injusticias ya fueran estas legales o ilegales, el defensor de los oprimidos. Esa actitud ante la ley era la misma que tenían predecesores directos como El Zorro o La Pimpinela Escarlata, con lo que en un primer momento podría chocarnos el que para cuando las editoriales empiezan a generar imitaciones de Superman, las hagan sumamente respetuosas con la ley, siendo algunos hasta policías como La Antorcha Humana o The Spectre (este último también creado por el guionista original de Superman, Jerry Siegel). Es cierto que había honrosas excepciones como Namor, pero la Segunda Guerra Mundial enviaría a casi todos los superhéroes a la guerra y a su vuelta todos abandonarían su defensa de la justicia por una defensa de la ley. Y ahí es donde empezaron los problemas de Superman…
Porque si el Capitán América pasó de cazar nazis a cazar rojos para el FBI de Edgar Hoover, Superman se había domesticado bastante y en un mismo mes podía combinar los argumentos de «científico loco del día» con la lucha contra hombres de negocios completamente desaprensivos que actuaban dentro de la legalidad. Es una posguerra en la que Superman es uno de los héroes más populares del momento, con adaptaciones cinematográficas y radiofónicas que llegan a más gente de la que llegó jamás el cómic (que aun así era tremendamente popular). Sin embargo, por aquella misma época empieza a crecer una figura que empezará a hacerle sombra: el Capitán Marvel de la Fawcett Comics, un personaje muchísimo más infantil e inocente que el kryptoniano.
La competencia entre Superman y el Capitán Marvel acabaría con DC interponiendo una demanda contra Fawcett por plagio, juicio que acabaría ganando la editorial de Superman justo a tiempo para la llegada de los años 50 y la crisis del Comics Code. El Hombre del Mañana también se mantendría en los tribunales por la misma época debido a que Siegel y Shuster empezaron a reclamar la propiedad del personaje al expirar el contrato por diez años que ligaba al personaje a la editorial. Pero las malas artes de Liebowitz y Donenfeld, los jefes de la DC de aquellos tiempos, arrebatarían para siempre el personaje de las manos de sus creadores, poniéndolo en las manos de un editor, Mort Weisinger, que trataría de destilar el éxito comercial del Capitán Marvel de Fawcett y adaptarlo a Superman en aquellos nuevos tiempos del recién creado Comics Code Authority, el nuevo organismo censor que lastraría el género durante los años venideros.
Y es que el Capitán Marvel combinaba un humor infantil y cierto surrealismo cartoon que no le pegaba nada al Superman más «social», con lo que Weisinger empezó a dar rienda suelta a historias en las que Superman viajaba en el tiempo para demostrar que los terrenos en los que se había construido Metropolis habían sido vendidos legalmente a los «hombres blancos» -que por lo visto no lo habían sido- y el Hombre de Acero es tan sumamente cabrón como para engañarlos para que los vendieran. El personaje había pasado de héroe a villano por la gracia de Weisinger, y ni todas las historias imaginarias como Superman Rojo/Azul o sus peleas contra Brainiac o Lex Luthor conseguían devolverle al personaje su identidad original. Y es que el que luchaba contra los abusones se había convertido en un abusón…
Hacia finales de los años 60, con Weisinger a punto de jubilarse y Denny O’Neil y Neal Adams recreando a Batman, Superman se mantiene en la misma posición. Y mientras Batman, el personaje que tradicionalmente ha trabajado para la policía empieza a verse motivado más por la justicia que por el cumplimiento de la ley, Superman sigue enfrentado a alienígenas que le cambian su cuerpo y trata de unirse a grupos de mujeres con poderes (las Galactons, no preguntéis). Los años 70 demostrarían una incapacidad absoluta a la hora de estar a la altura de un mundo del cómic en el que Marvel Comics había cambiado por completo la forma de ver los superhéroes y los movimientos underground empezaban a dejar claro que el medio daba para mucho más que tíos en mallas, con lo que Superman parecía sobrevivir sólo por lo que en tiempos había significado su nombre. Sus spin-offs de Jimmy Olsen (que ni el mismísimo Jack Kirby conseguiría salvar) y Lois Lane cerrarían en 1974, con lo que el personaje mantendría dos series -Action Comics y Superman- sólo por vergüenza torera de la editorial.
Pero las cosas cambiarían radicalmente con el estreno de la película de Richard Donner a finales de los 70, la cual constituiría todo un soplo de aire fresco para un personaje que históricamente tanto le había debido a sus adaptaciones. Porque si gran parte de la mitología del personaje venía dada por su serial radiofónico y sus adaptaciones al cine y la TV, la historia se repetiría con la película protagonizada por Christopher Reeve. Y es que Donner, que había sido uno de esos niños que había crecido con el serial radiofónico y la serie de TV del personaje, tenía una visión de Superman más fiel al original que no se veía empañada por los años de Weisinger y sus imitadores, con lo que la película estrenada en 1978 presentaba a un personaje que, aunque prescindía de la conciencia social que lo acompañaba en sus orígenes, abandonaba el surrealismo y humanizaba a un Superman que por aquel entonces parecía más kryptoniano que un granjero de Kansas.
Aun así y a pesar de que el Lex Luthor que muestra la película sigue siendo un personaje completamente cómico, lo cierto es que todo el plan del villano se centra en la especulación inmobiliaria que tanto molestaba a Siegel; en la película el personaje interpretado por Gene Hackman compra montones de hectáreas del desierto de Nevada con la intención provocar una explosión en la falla de San Andrés que hunda todo el estado de California y que así sus terrenos se conviertan en primera línea de playa. Un plan completamente alocado pero que deja claro que el villano es otro de tantos desaprensivos que sólo busca lucrarse de cualquier forma posible.