Los pasados dos días hemos visto como Marvel y DC han visto tiempos mejores y como pese a que aun tienen alguna que otra serie que vale la pena leer, la calidad media oscila entre lo correcto y lo mediocre. Pero por suerte no es que estemos sin alternativas a las que hincarles el diente, ya que las editoriales independientes y algún que otro autor patrio siguen dando la talla y haciendo que no haga falta llegar a extremismos como uno que yo se me que ya amenaza con dejar de leer comics por completo… (¡¡Si, es el, que es un talibán negrero!!) Así que una vez más, y un poco por incomparecencia del rival, es el mal llamado comic independiente, con Image a la cabeza, quien se lleva todos los honores.
Para mi uno de los descubrimientos del pasado año ha sido Andrew MacLean, un autor del que no sabía absolutamente nada y que con los dos comics que publico en 2015 me ha convertido en un fiel seguidor (todo lo contrario que Diógenes que como es un amargado no le soporta). Primero fue ApocalyptiGirl, un relato post-apocalíptico bastante más optimista de lo que suele ser habitual en él genero. Y después llego Head Lopper, una divertida miniserie de espada y brujería que le debe mucho a Conan y a Mike Mignola y en la que MacLean se ha desmelenado con esta peculiar serie de aventuras con una de las parejas protagonistas más raras que he visto en mucho tiempo. Visto lo visto, estamos ante un autor cuya carrera habrá que seguir muy de cerca.
Y aunque comenzó su publicación en 2014 soy incapaz de no mencionar aquí el Ragnarok (IDW) de Walter Simonson, donde el veterano autor reinterpreta de nuevo los mitos nórdicos para darnos una versión de Thor muy diferente a la que realizo en Marvel pero que no tiene nada que envidiarle a ella y que sigue siendo uno de los mejores comics que se publica en Estados Unidos ahora mismo. No tan bueno como este, pero si muy recomendable, es el Past Aways (Dark Horse) de Matt Kindt y Scott Kolins, una divertida historia de viajes temporales con una premisa que se sale de lo corriente y que es capaz de sacar una sorpresa detrás de otra.
La ciencia ficción ha sido uno de los géneros mejor representados en el mundo del comic, con una gran variedad y calidad entre los títulos estrenados este año. Con el Descender de Jeff Lemire y Dustin Nguyen hemos visto un futuro casi post-apocalíptico cuya destrucción y salvación se encuentran en las manos de un pequeño robot, un comic en el que Nguyen despliega todo su arte de forma espectacular haciendo de casi cada página una obra de arte. No menos espectacular visualmente hablando es el Injection de Warren Ellis y Declan Shalvey, un cómic en el que una secreta organización gubernamental tiene que proteger al mundo de amenazas ficticias que se han convertido en realidad. Otro futuro post-apocalíptico, uno bastante peculiar, ha sido el de The Empty, donde Jimmie Robinson nos muestra como la llegada de una extraña a la costa de una pequeña aldea pondrá en marcha una serie de acontecimientos que podrían salvar al mundo o condenarlo.
Pero para mundos peculiares el que nos han mostrado Kurt Busiek y Benjamin Dewey en The Autumnlands: Tooth & Claw, donde un mundo poblado por animales antropomórficos en el que reina la magia se ve perturbado por el regreso de una leyenda viviente que no es precisamente como quienes le han traído de vuelta esperaban. En cierto modo el I Hate Fairyland de Scottie Young va también de expectativas incumplidas, en este caso las de la pequeña Gert, quien descubre que su deseo de vivir en el mundo de sus cuentos de hadas se hubiera quedado mejor sin cumplir, en una hilarante, irreverente y muy violenta historia que poco tiene que ver con los cuentos de hadas clásicos y si mucho con el trabajo de genios como Tex Avery o Chuck Jones.
Mark Millar se ha ganado a pulso la reputación de ser un autor especializado en la extrema violencia y el gore, algo que parecía estar cansando a sus lectores y a el mismo, y parece que ha decido de una vez por todas cambiar de tono. Esto ya se había notado en trabajos anteriores como Starlight o Chrononauts, pero ha sido en Huck cuando Millar ha roto del todo con su imagen. Y ya sea por estar realmente asqueado con lo que estaba haciendo o por haberse dado cuenta de que o cambiaba o se hundía, esta entrañable historia a medio camino entre Forrest Gump y Superman es un soplo de aire fresco en su bibliografía.
Y por mucho que le moleste a Diógenes (que le molesta y mucho) no se puede hacer un artículo sobre lo mejor del año y que no aparezca en el Rick Remender, quien al éxito de Black Science, Low y Deadly Class, ha sumado este año Tokyo Ghosts, donde Remender y Sean Gordon Murphy nos llevan de viaje a un futuro, en algunos aspectos terroríficamente creíble, en el que nos advierten de los peligros de la adición a la tecnología y donde Murphy nos “obliga” a detenernos en cada página a admirar cada pequeño detalle de su trabajo.
Grant Morrison no ha sido alguien que se haya quedado de brazos cruzados este 2015, y aparte de su exitosa Multiversity nos ha traído otros tres títulos de esos que hay que leer. Con Nameless y junto con Chris Burnham, nos ha contado una historia de horror en la que resulta difícil separar realidad de ficción en la que la humanidad se enfrenta a una amenaza más vieja que el propio universo. En Annihilator Morrison y Frazer Irving nos han mostrado otro de los temas favoritos del escocés, los limites que separan al autor y a su creación, contándonos una historia en la que resulta difícil saber quién es realmente el creador y quien el personaje de ficción. Y con uno tono mucho más ligero, pero no menos recomendable, tenemos Klaus, una curiosa historia en la que Morrison y un impresionante Dan Mora nos cuentan el origen secreto de Santa Claus.
2015 también ha sido el año de Brian K. Vaughan, quien además de continuar junto con Fiona Staples la mas que exitosa Saga (que a estas alturas ya no hace falta ni recomendar) ha estrenado este año tres títulos más. We Stand of Guard, este relato acerca de la improbable guerra entre Estados Unidos y Canadá que ha realizado junto con Steve Skroce ha sido el más flojo de los tres, algo que con el nivel de calidad de Vaughan hace que incluso su peor trabajo destaque por encima de la media. Muchísimo mejor está resultando Paper Girls, donde junto a Cliff Chiang nos presenta un bonito homenaje al cine ochentero que no desentonaría lo mas mínimo junto a clásicos como E.T. o los Goonies. Pero es en Barrier, publicado a través de la plataforma de Panel Syndicate, y trabajando de nuevo junto con su habitual compañero de fatigas Marcos Martin, donde ha dado lo mejor de sí mismo en una historia que tocando uno de sus temas favoritos, las barreras idiomáticas, esconde una sorpresa tras otra y requiere el ser bilingüe para disfrutar en su totalidad (maldito Vaughan que quiere que aprendamos idiomas…)
Y si nos alejamos de Estados Unidos y miramos más cerca de casa, nos encontramos con que el 2015 ha sido bastante bueno para el comic nacional, al menos dentro de lo que el presupuesto ha alcanzado, que se que hay muchas cosas que se quedan fuera pero hasta que no nos empiecen a sobornar las editoriales (¡somos baratos!) tenemos que seleccionar mucho. Y es imposible hablar de comic nacional sin mencionar al grandísimo Carlos Giménez, quien este año ha puesto punto y final al emotivo recorrido por la vida del no menos grande José “Pepe” González y que además ha tenido tiempo para adaptar un relato de de uno de sus autores favoritos, Jack London, en “La Peste Escarlata”. Pero para emotivo tenemos La Casa, de Paco Roca, una sencilla historia sobre el vacío que deja una persona al fallecer y que Roca realizo en homenaje a su padre y que es imposible leer sin un nudo en la garganta.
Queda claro que hay más motivos que nunca para ser optimistas sobre el comic aquí y al otro lado del charco, y que no es necesario abandonar la afición del todo porque queda mucho buen material que leer. Pero queda claro también que cuanta más libertad tienen los autores para desarrollar sus historias mejor es el resultado, algo que como a quienes dirigen las grandes editoriales no les entre en la cabeza van condenados a hundirse poco a poco mientras tratan de vivir del éxito de sus adaptaciones al cine y la televisión. Yo por mi parte espero que este 2016 que acaba de comenzar sea aun mejor si cabe y prometo que esta vez sí, este será el año en el que me lea algo de Valiant… Que se quede tullido Diógenes si miento.