2015 parece haber sido el año de los espías. James Bond volvió con la que podría ser la última entrega protagonizada por Daniel Craig y en la que han intentado volver un poco a los orígenes de la saga. Kingsman abrió el año devolviéndonos la diversión y el espectáculo al cine de espías con una película que homenajeaba sin disimulo al Bond más clásico. Y ahora, con algo de retraso, por fin he encontrado tiempo para ver The Man from U.N.C.L.E., la adaptación de aquella famosa serie de televisión sesentera que ha dirigido Guy Ritchie y protagonizado Henry Cavill y Armie Hammer y que al igual que sucedió con Kingsman, ha conseguido ser más fiel al espíritu de 007 que la propia Spectre.
Cuando en plena guerra fría una misteriosa organización secreta está a punto de desarrollar un método para fabricar bombas nucleares de forma más rápida y efectiva y venderlas al mejor postor, los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética no tienen más remedio que apartar sus diferencias a un lado y trabajar juntos para detener a esta peligrosa amenaza, para lo cual los dos mejores agentes de cada nación tendrán que formar equipo. La CIA aporta a Napoleón Solo, un condecorado y brillante ex-militar que tras la guerra decidió que lo de traficar con arte era más lucrativo que servir a su país y que se ve obligado a trabajar para su gobierno a cambio de la conmutación de su condena. De la Unión Soviética llega Illya Kuryakin, hijo de un traidor al partido comunista, agente del KGB, y poseedor de unas inhumanas cualidades físicas y un cortísimo temperamento. Juntos, y con la ayuda de la hija del científico que está desarrollando la mortal arma, tendrán que infiltrarse en la criminal organización y desbaratar sus planes, si consiguen no matarse entre ellos primero.
De esta película he leído que es insustancial, que esta vacía de contenido… Y en cierto modo sus críticos tienen razón. La trama de la película es un macguffin gigantesco, se podría reemplazar el plan de los malos con cualquier otro y la película funcionaria exactamente igual, igual de bien debería añadir. Y es que aunque el argumento no es más que una mera excusa para que sus dos protagonistas vayan limando sus diferencias (spoiler, al final acaban llevándose bien) mientras cumplen su misión, la película es demasiado divertida como para que nada de eso importe.
Localizaciones exóticas, explosiones, espectaculares persecuciones, violencia, acción, humor negro, mujeres espectaculares y unos héroes capaces de salir de cualquier situación sin despeinarse. Guy Ritchie (al igual que Matthew Vaughn en Kingsman) es de los que recuerda que el cine de espías también puede ser un espectáculo divertido sin más pretensiones que entretener al espectador, algo que quienes llevan la franquicia de 007 parecen haber olvidado pese a los tímidos intentos de Spectre. Pero todos elementos por si solos no garantizan nada, por suerte para nosotros dichos elementos han caído en manos de un director como Guy Ritchie, quien ha demostrado con creces a lo largo de su carrera lo bien que se le da combinar la acción frenética con un con un tono algo ligero, ha demostrado ser una combinación ganadora.
Y sus dos protagonistas también han sabido estar a la altura. Henry Cavill es quien más me ha sorprendido, ya que la única otra película suya que había visto fue Man Of Steel, y verle aquí interpretando a un personaje que sabe ser encantador y carismático me ha convencido de algo que sospechaba desde hacia tiempo, que Cavill podría haber sido un Superman realmente bueno de haber trabajado con un director y guionistas competentes. Su compañero de reparto, Armie Hammer, quien curiosamente estuvo a punto de ser Batman en imagen real y lo fue en voz en The Lego Movie, también está perfecto en su papel de frio y casi psicótico agente del KGB que en el fondo es un cacho de pan. Y la química, o quizás sería más acertado decir la falta de ella, entre ambos funciona muy bien. Y si, de nuevo, como con el argumento de la película, se puede acusar a los personajes de ser estereotipados y predecibles, pero también funcionan porque no todo tiene que ser un dramón de introspección psicológica y una película puede ser un simple espectáculo divertido, que eso también tiene mucho merito.
Es triste ver que todo el mundo recuerda más al Bond clásico que el propio James Bond, pero al mismo tiempo es bonito ver como este mismo año dos películas nos han demostrado que se puede hacer cine de espías divertido o incluso ambientarlo en la época en la que mejor funcionan este tipo de historias, y que el resultado sea una gran película. Ahora solo nos queda esperar a que los responsables de 007 aprendan la lección para la próxima entrega del personaje y consolarnos pensando que de no ser así al menos tenemos una secuela de Kingsman en el horizonte y de momento ninguna negativa a una posible secuela de The Man from U.N.C.L.E.