Ayer vimos como Puño de Hierro, que nació para aprovechar el tirón que estaba teniendo en Estados Unidos el cine de artes marciales, languidecía poco a poco por culpa de sucesivos cambios de autores que en algunos casos no tenían tiempo para hacer nada con el personaje y en otros parecía que simplemente no daban para más. Pero la llegada de un aun novato Chris Claremont a las páginas de Marvel Premiere, a quien no tardaría en unirse otro “novato” como John Byrne, convirtió a la serie en una de las más interesantes de la época en Marvel y que propicio indirectamente la que fue una de las mejores etapas de la Patrulla-X. Así que sin más dilación asistamos al renacimiento de Puño de Hierro.
Con Claremont en los guiones la calidad de la serie subió muchísimos enteros y paso a tocar temas bastante más candentes. Cualquiera que haya seguido su carrera saber que Claremont siempre ha sido un tipo muy comprometido y preocupado por temas más serios, algo que siempre se ha visto reflejado en su trabajo y que dejo patentemente claro ya en su primera historia en la serie. Hasta aquel momento Puño de Hierro se había enfrentado al asesino de su padre, a ninjas místicos, sectas hindúes y mercenarios varios, todo bastante genérico y digno de lo más casposo de un videoclub. Pero Claremont decidió buscarle otro tipo de enemigo y le enfrento a Warhawk, un francotirador y ex-agente de la CIA a quien el proceso al que había sido sometido para convertirle en un supersoldado sumado al estrés post traumático de haber sido prisionero de guerra en Vietnam habían vuelto loco, lo que le había llevado a asesinar a gente inocente en Central Park ya que creía que seguía en la guerra… ¡En un comic publicado el mismo año en el que Estados Unidos retiraba sus tropas de Vietnam!
Soy incapaz de imaginar cómo reaccionaron los lectores de la época al leer en este comic lo que sus padres y hermanos mayores estaban sufriendo en ese mismo momento, pero estaba claro que Claremont no había llegado al comic de superhéroes para limitarse a contar lo mismo de siempre. Sus siguientes historias siguieron la misma tónica y Puño de Hierro se enfrentó a terroristas islámicos que pretendían abolir la monarquía de su país (tan solo cuatro años antes del derrocamiento del Sah de Persia y el nacimiento de la República Islámica de Irán), a las consecuencias de los terribles atentados del IRA e hizo mucho por cambiar el papel de las mujeres en el comic de superhéroes. Y es que es de sobras conocido que otro de los puntos fuertes de Claremont son sus personajes femeninos, que siempre han sido radicalmente opuestos al tradicional papel de “damisela en apuros”, algo que también quedo reflejado en la serie. Es cierto que los guionistas anteriores ya habían mostrado que Collen Wing era toda una guerrera que no necesitaba que la protegiesen, algo que Claremont aprovecho para dejar claro algo que ya se había tocado por encima en los episodios anteriores, que K’un-Lun lejos de ser ese idílico lugar del que hablaban las leyendas era una sociedad alienígena algo xenófoba y terriblemente sexista y que a Danny Rand le quedaba mucho por aprender sobre cómo tratar con el sexo femenino.
Pero si hablamos de Puño de Hierro y de personajes femeninos, de quien hay que hablar de verdad es de Misty Knight. Aunque había sido creada por Tony Isabella, su papel fue tan anecdótico que casi se podría decir que Claremont es su “autentico padre”, lo que es otra constante de su trabajo, el dar nueva vida a personajes creador por otros. En sus manos Misty se convirtió prácticamente en co-protagonista de la serie, y si Puño de Hierro había nacido inspirado en el cine de artes marciales, Misty bebería a partir de entonces de la blaxploitation, convirtiéndose en la viva imagen de Cleopatra Jones y en un personaje que ya desde su reintroducción en la serie por parte de Claremont, quedo claro que ella tampoco iba a ser una “damisela en apuros”.
Pero quizás lo más importante que sucedió relacionado con ambos personajes es que se convirtieron en una de las primeras parejas interraciales del comic de superhéroes (fueron ganados por poco por M’Shulla y Carmilla, secundarios de la serie de Killraven) y la más importante. Y aunque esto es algo que ya se insinuaba en los episodios de Isabella y Byrne dice que fue idea suya, fue Claremont el que desarrollo los inicios de una relación que seguro que no dejo indiferentes a los lectores de la época, sobre todo teniendo en cuenta que en aquel momento apenas había pasado una década desde la legalización del matrimonio interracial en el país.
Pero Claremont no fue el único que brilló en esta serie, ya que tras un par de números dibujados por un monótono Pat Broderick, llegó a la serie un novato John Byrne que creció como artista en esta serie y que junto con Claremont formaría un equipo endiabladamente bueno, tanto que Puño de Hierro pasó enseguida de las páginas de Marvel Premiere a estrenar serie propia. Tras un primer número algo soso, Byrne, acompañado a las tintas primero por Al McWilliams y más tarde por Frank Chiaramonte, fue soltándose poco a poco y pasó a arriesgarse cada vez más con composiciones de páginas que aumentaban su complejidad con cada episodio. Para cuando empezó a colaborar con el entintador Dan Adkins, Byrne parecía haber perdido todo el miedo a las páginas y nos dio algunas de las coreografías más hermosas que se han visto en la serie.
Pero pese a la calidad y al éxito del equipo creativo formado por Claremont y Byrne, la serie regular de Puño de Hierro duro poco más de un año, y fue cancelada en el nº15, más o menos por las mismas fechas en las que ambos autores se convirtieron en los autores regulares de la Patrulla-X. Algunos de los cabos sueltos que quedaron los resolvieron ellos mismos en las páginas de Marvel Team-Up, y otras como la posible relación entre Dientes de Sable (¡que había debutado como villano de Puño de Hierro!) y Lobezno quedaron en el aire durante décadas. Pero los últimos cabos sueltos que quedaron se resolvieron en un sitio bastante inesperado, la serie de Power-Man. Este también se encontraba en horas bajas y sus ventas languidecían, razón por la que debieron encargarle la serie a Claremont, quien en tan solo tres números, y de nuevo acompañado por John Byrne, resolvió la trama que había quedado colgada y unió los destinos de dos personajes que no parecían tener nada que ver uno con el otro mas allá de haber sido creados para aprovechar el éxito de dos modas cinematográficas bien distintas, pero que desde aquel momento fueron prácticamente inseparables.
Esta unión, a priori tan extraña, resulto ser todo un éxito que se alargó de forma moderada durante casi una década, pero que llego a su fin tras 125 números con la muerte de Puño de Hierro y el paso de Power-Man a la clandestinidad. Las siguientes décadas no fueron demasiado amables con los personajes, Power-Man, conocido ahora simplemente como Cage, tuvo una serie propia a comienzos de los noventa que no duro demasiado, más o menos por la misma época en la que John Byrne recuperó a Puño de Hierro en las páginas de su Namor.
Pero pese a algún intento puntual de recuperar a los personajes como el Heroes for Hire de John Ostrander y Pasqual Ferry, no fue hasta comienzos del siglo XXI, cuando Luke cayó en manos de Brian Bendis y Puño de Hierro en las de Brubaker, Fraction y Aja, que los personajes recuperaron el éxito de antaño (del Iron Fist de Karee Andrews casi mejor que me “olvido”) Un nuevo éxito que ha provocado que ambos estuviesen entre los escogidos para dar el salto a la pequeña pantalla de la mano de Netflix.
Muy lejos ha llegado este “joven dragón” que tras unos humildes orígenes consistentes en tratar de aprovechar el éxito de una moda pasajera, acabo convertido en todo un clásico que rompió muchos tabúes, que se ha resistido a morir editorialmente y que no solo ha conseguido sobrevivir a todo lo que le ha caído encima, sino que dentro de nada protagonizará su propia serie de televisión que espero con una ansiedad que no debe ser nada sana, serie a la que espero que la acompañe un nuevo comic algo más afortunado que su última serie regular.