Las inmensas llanuras del desierto Australiano en los que nada crece, un puñado de supervivientes que tratan de sobrevivir como pueden en un mundo post-apocalíptico en el que la escasez de agua y alimentos o las peligrosas bandas de criminales que se ceban en ellos pone en peligro esa supervivencia. Y sobre todo un solitario conductor sin hogar ni rumbo fijo que vaga por ese mundo tratando de ocuparse solo de sus propios asuntos, algo que su conciencia no suele dejarle hacer. Si, Mad Max, LA saga post-apocalíptica por antonomasia, ha vuelto treinta años después y lo ha hecho de la mano de su creador original, George Miller de la forma más espectacular posible. Así que abrochémonos el cinturón de seguridad para ver que nos podemos encontrar en Mad Max: Fury Road/Furia en la Carretera.
Después de las guerras del petróleo y las guerras del agua lo que quedo fue un mundo destruido en el que solo los más fuertes podían aspirar a sobrevivir. Y pocos hay más fuertes que Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne), el dictador de la Ciudadela, quien gobierna con puño de hierro esa ciudad que alberga un tesoro de valor incalculable, agua potable. Al mando de sus deformes hijos, su ejército de fanáticos y leales Warboys e Imperators y asociado con los líderes de Gas Town y Bullet Farm, parece que nadie puede oponerse a él. Pero ese férreo control al que somete a su gente será roto cuando una de sus mejores soldados se rebele contra él y escape de la Ciudadela con su mayor tesoro, sus esposas. Se iniciara entonces una implacable persecución por las inmensas llanuras desérticas en la que se verá envuelto un solitario vagabundo que no quería tener nada que ver con todo ello…
Tras ver la película uno se podría ver tentado a decir que un titulo más apropiado para esta película hubiera sido “Imperator Furiosa: Fury Road”, ya que aquí Max no es más que un pasajero involuntario que se deja arrastrar por las circunstancias (y que de una extraña y retorcida manera me recuerda a Corto Maltes). Furiosa es el hilo conductor de la película, la que con sus acciones pone en marcha los acontecimientos que dan pie a toda la historia, quien la conduce si se me permite el chiste malo. Y si es capaz de soportar gran parte del peso de la película es gracias a una Charlize Theron esta impecable en su papel de dura soldado parca en palabras cuya conciencia acaba resurgiendo y la hace renegar del loco dictador que la ha dominado toda su vida y lo abandona todo en busca de algo que en ese mundo desolado ya no parece existir, esperanza.
Pero no podemos olvidar al titular de la película, un Max Rockatansky que en esta nueva entrega es casi un pasajero en su propia historia, quizás para recordarnos ese papel de marginado de toda sociedad que ha querido adoptar, y que en esta ocasión está interpretado por Tom Hardy, un cambio que al principio me costaba muchísimo aceptar porque no podía imaginarme una película de Mad Max sin Mel Gibson. Pero como este ahora mismo no es precisamente alguien demasiado bien visto en Hollywood y Miller quería que Max tuviese más o menos la misma edad que en la trilogía original (aunque me hubiera encantado un Mad Max a lo “Sin Perdón” con el) nos ha tocado este cambio que al final no se ha notado demasiado. Y esto es gracias al gran trabajo que realiza aquí Hardy, quien nos trae de vuelta a este oscuro antihéroe huraño y atormentado por los fantasmas de todos aquellos a los que ha sido incapaz de salvar y que le han llevado a querer apartarse de la humanidad, algo que a su pesar su conciencia no le deja hacer. Algo que nos queda claro desde el primer momento en el que le escuchamos hablar, con una voz rasposa y expresándose casi como un salvaje que demuestran que este Max lleva demasiado tiempo sin relacionarse con nadie.
Y a quien sí que no podemos dejar de mencionar es a George Miller, quien a sus setenta años ha dejado claro que no solo no ha envejecido lo mas mínimo, sino que muchos directores especializados en cine de acción a los que dobla la edad aun tienen muchísimo que aprender de él, porque hace falta muchísimo talento y cabeza para que funcione como un reloj una película que es básicamente una persecución enloquecida de dos horas de duración. En esta nueva entrega Miller nos devuelve lo que es la esencia de la saga, una historia de venganza y redención que le sigue debiendo muchísimo al western. Historia que además esta repleta de pequeños guiños a la saga original, desde el “cameo” del V8 Interceptor de Max, a la pequeña caja de música que encuentra una de las novias de Joe idéntica a la que Max recibió en la segunda película de la saga o sobre todo que el villano principal, Immortan Joe, este interpretado por Hugh Keays-Byrne, quien interpretase también el papel del villano Toecutter en la primera película de la saga.
Homenajes aparte, lo que realmente hay que destacar del trabajo de Miller es ese manejo impecable de las escenas de acción que no solo consigue mantenernos en tensión a lo largo de las dos horas que dura la película y que se pasan en un suspiro, sino que consigue que en todo momento quede perfectamente claro que es lo que está sucediendo en pantalla, recordándonos que la acción no consiste en mover mucho la cámara para que no se vea nada. Además Miller se ha apoyado sobre todo en el trabajo de especialistas y efectos prácticos, utilizando los efectos digitales solo cuando era estrictamente necesario (otra lección que debería aprender más de uno), dándole un “realismo” a la película del que lamentablemente carecen demasiados estrenos recientes.
¿Para que hacer docenas de vehículos en CGI y hacerlos explotar cuando los puedes hacer de verdad?
Pero es que además de todo esto Miller ha cuidado hasta el mínimo detalle cada aspecto de la película, sabiendo rodearse de lo mejor de la profesión (esa parte que imperdonablemente suelo dejar de lado cuando hablo de una película). El trabajo del director de fotografía, John Seale, ha sido espectacular, dándole un aspecto visual a la película que deja al espectador con la boca abierta en cada escena, y quien si no se lleva otro Oscar (ya se llevo uno en 1996 por el Paciente Ingles) por esta película perderé la poca fe que me queda en la Academia de Cine. Otro gran talento con el que Miller ha contado para su película ha sido el dibujante de comic Brendan McCarthy, quien ha colaborado en el guion y se ha ocupado del diseño de personajes y vehículos, a quien le debemos buena parte la inquietante estética de todas estas bandas de supervivientes post-apocalípticos y que no tiene nada que envidiar a la a lo que pudimos ver en la trilogía clásica.
En resumen, que George Miller nos ha dado unas de esas películas de acción de las que ya no se hacen y de la que no creo que me haga falta añadir que no solo me ha encantado, sino que ha sido una de las mejores películas que he visto en los últimos años. Y no debo ser el único que se ha visto afectado por el subidon de adrenalina y testosterona de esta película, ya que la taquilla ha sido tan espectacular que ya se está planeando una secuela, por lo que ahora solo nos queda esperar a ver de qué nuevas formas consigue el señor Miller que nos quedemos pegados a la butaca y con la boca abierta, y mientras tanto habrá que matar el tiempo revisitando la trilogía original.