No es ningún secreto que la ciencia-ficción es un tema que siempre me ha fascinado en cualquier medio, ya sea cine, televisión, comics y sobre todo allí donde nació, en los libros. Pero la literatura es un tema que solemos tener algo abandonado por aquí en Brainstomping, algo a lo que quiero intentar poner remedio compartiendo mis impresiones sobre una de mis últimas lecturas con la que mas he disfrutado, el Pórtico (Gateway) de Frederik Pohl.
Un hallazgo fortuito en unos túneles abandonados hace miles de años en el interior de Venus desencadeno en el descubrimiento de la estación espacial a la que la humanidad llamo Pórtico. Creada por los alienígenas conocidos como los “Heechee”, una raza misteriosa que se desvaneció hace más de medio millón de años dejando más preguntas que respuestas, Pórtico fue la verdadera puerta hacia las estrellas para la raza humana. En la estación se encontraban aparcadas cientos de naves capaces de viajar más rápido que la luz pero que tenían un grave inconveniente, los controles eran tan indescifrables que no había forma de controlar su destino y solo se podía seguir las rutas que los Heechee habían preprogramado en ellas. Se inicio entonces una nueva aventura para la humanidad, cientos de hombres y mujeres apodados “prospectores” se prestaron voluntarios en una arriesgada lotería que podía hacerles ricos mas allá de toda medida si conseguían regresar de su viaje con algo valioso o que podía acabar con ellos desapareciendo para siempre en las vastedades del universo.
Quienes se ofrecieron a realizar esos viajes tan peligrosos eran personas desesperadas por una vida mejor que la que podía ofrecerles una Tierra superpoblada en la que cada vez escaseaban mas los recursos y la brecha entre ricos y pobres aumentaba cada vez mas. Robinette Broadhead es una de esas personas, un hombre desesperado que aprovechando la buena fortuna de ganar la lotería, gastó todo su dinero en un pasaje de ida hacia Pórtico con la esperanza de repetir su buena suerte. Pero una vez en la antigua estación espacial Broadhead se encontrara con que una cosa es decidirse a dar un paso y otra muy distinta darlo y que de su valor dependerá no precisamente el de la raza humana, sino el suyo propio.
De entre toda la ciencia-ficción mi favorita suele ser desde los años setenta/ochenta hacia atrás, cuando parecía que aun quedaban cosas nuevas que contar y los escritores iban al grano sin sentir la necesidad de engordar sus libros para que estos abultasen mas en las librerías como si se vendiesen al peso. Y eso es lo que hace aquí Frederik Pohl, ir al grano en una historia que en dos líneas temporales paralelas en el presente y el pasado (o futuro y mas futuro, según como lo queramos ver) nos va descubriendo que llevó a Broadhead a viajar a Pórtico y que fue lo que saco de esa experiencia, sin añadir nada que sobre en la historia.
Pohl toca muchos temas habituales en el género, partiendo de ese escenario distopico en el que la propia humanidad se ha encargado de destruir la Tierra con su avaricia y esta apenas es capaz de sustentar a un número cada vez mayor de habitantes, Una situación a la que ni los primeros y pequeños pasos de la colonización espacial, otro de los temas habituales del genero, consiguen poner freno. Y tampoco podemos olvidar la omnipresente presencia (o más bien ausencia) de unos misteriosos alienígenas. Pero donde destaca mas esta novela (como sucede en otras obras del autor) es en los terreno psicológico y filosofico. Aquí es tan importante, o casi mas, saber qué es lo que impulsa a Broadhead, que le ha llevado por el camino que ha seguido y que traumas y secuelas le han quedado por ello, que saber más de esa misteriosa raza alienígena que tanto obsesiona a la humanidad.
Y por si todo esto no fuese suficiente, nos encontramos con que esta saga de los Heechee del señor Pohl, a diferencia de lo que me ha sucedido con otras famosas sagas del genero (aun no me he recuperado de las secuelas de Cita Con Rama), de momento no solo no se está desinflando, sino que a ratos supera el nivel de la primera entrega. Pero esto es algo que no debería extrañarnos viniendo de alguien que siempre supo mantenerse en lo más alto de una carrera que duro más de setenta y cinco años y en la que continuo hasta prácticamente el final de su vida.