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El Profesor Xavier en Giant-Size X-Men #1 (II): Sólo pueden hacerte daño los que más te quieren

Ayer nos clavábamos alfileres en los testículos y tratábamos de ver los fallos de las primeras páginas de un cómic que nos encanta, el Giant-Size X-Men número 1. Si otro se mete con este cómic lo echamos a los perros, pero nosotros podemos decirle cosas feas porque lo amamos…

Nótese que entre la primera y segunda viñeta Shiro le ha dejado a Xavier con la incertidumbre de si acepta o no, y hasta que se vistió no le contestó. ¡Tío borde!

En otras dos viñetas vemos como un paralítico es obligado a tomar el té sentado a la manera japonesa y le convence a Shiro Yoshida de que se ponga a sus órdenes diciéndole más o menos… ¿Nada? Xavier le dice que conoce sus sentimientos hacia occidente y que por eso nunca le habría pedido ayuda, y en base a eso Shiro deduce que sólo él puede ayudarlo y que, aunque no le deba nada al profesor, seguramente “se lo deba a si mismo”. Y hala, ya está reclutado. Quien lo entienda…

Illyana se transformaría con el tiempo en una hechicera demoniaca adolescente que transformaría Nueva York en un infierno. ¡Cosas de Claremont!

Con Coloso ya tenemos algo más de dos páginas y la primera aparición de uno de mis ídolos de infancia, Illyana Rasputín. Piotr Nikolaievitch es presentado como un honrado trabajador de una granja colectiva que usa sus poderes para salvar a su hermana pequeña y ayudar a sus camaradas, pero Xavier le viene a decir que sus poderes deben ser usados para ayudar a todo el mundo y no sólo al Estado (entendiendose como estado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, un estado de estados que en origen no atendia a nacionalidades y de clara vocación internacionalista hasta que a Stalin hizo lo que le salió del bigote, pero de eso si queréis ya hablamos otro día). Coloso habla con sus padres (esos que algunos guionistas canallas e incompetentes matarán de la forma más innecesaria veinte años después) y decide que su conciencia lo obliga a irse con Xavier, porque el señor calvo dice que sus poderes son necesitados más dónde dice él que en la Unión Soviética. Pues vale.

Lo puto peor. Y ‘nuff said.

Y la última parada la tenemos con el muerto, con Ave de Trueno. John Proudstar está en ese momento haciendo lo que hacen todos los apaches, pegarse con bisontes por deporte porque todo el mundo sabe que los indios no cazaban para alimentarse y estuvieron encantados de que Bufalo Bill los reventara todos sólo por joder. Lo importante es que Xavier llega y le dice que con su ayuda devolverá el orgullo perdido a los apaches, a lo cual John responde de la forma más lógica y le dice que se meta un cactus por el ojete. Y entonces Xavier lo llama gallina (MacFly) y de la misma Ave de Trueno ya está en el bote. En dos páginas Wein y Cockrum han ido del surrealismo al racismo de una forma delirante, dejando claro que John Proudstar es un perfecto imbécil y que su muerte estaba más que programada por Wein y Claremont.

John fue, hasta el momento de su muerte, un tontolaba y un borderline.

Y con esto ya está el grupo reunido. Xavier y Cíclope explicarán a que ha venido todo esto en las siguientes viñetas, pero lo que nos importa de todo esto es que si quieres venderle a alguien un puente, Charles Xavier puede hacerlo por ti sin el menor esfuerzo. Luego Ave de Trueno o Fuego Solar pueden ponerse bordes y decir que lo hacen por el orgullo de su pueblo o porque tienen hemorroides, pero a la hora de la verdad se acabaron jugando el pellejo por gente que ni siquiera les caía bien y que ni siquiera les pagó un duro por ello.

¡Éstos son los mutantes que a mi me gustan, X-Men on Ice!

Cuando suelo decir que la etapa buena de X-Men no empieza hasta el número 98, es por cosas como esta. Y ahora podríamos seguir repasando el resto del cómic y hasta hacer una serie hasta el número 97, pero creo que es mejor dejarlo aquí. Giant Size X-Men no dejaba de ser un experimento del jefazo de Marvel en aquellos tiempos, un cómic que no iba a vender mucho y del que nadie se esperaba nada. Y sin embargo, hay que reconocerle a Wein que supo ver lo necesario que era para X-Men el crear fricciones entre personajes. La mayor parte del peso dramático del cómic está en los problemas de convivencia entre los personajes, los malentendidos entre ellos. Y puede que estos fueran desde lo absurdo hasta lo más infantil, pero no dejan de ser unos buenos mimbres para que unos meses después Chris Claremont y el propio Cockrum empezaran a crear uno de los mejores cómics de la historia del medio.

¡El mejor personaje inventado en el Giant Size X-Men 1, se lo digo yo!

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