No se puede negar que el mundo del cómic no habría sido el mismo sin Jim Shooter. Editor Jefe de Marvel entre 1978 y 1987, Shooter definió el mundo del cómic de los 80 y parte de los 90 produciéndose bajo su guardia algunos de los mejores trabajos de Walter Simonson, John Byrne, Frank Miller o Chris Claremont. Pero Shooter también era escritor, y de su pluma han salido alguna de las mejores historias de Los Vengadores, Legión de Superhéroes o hitos editoriales como Secret Wars. Sin Jim Shooter no habría habido un G.I.Joe, o por lo menos no habría habido unos Transformers tal y como los conocemos. Ni siquiera habría existido un Rom que no fuera un juguete que pareciera una tostadora… Pero a la vez, muchos acusan de que gracias a Jim Shooter nos hemos perdido muchas otras cosas, y que su gestión esta repleta de luces y sombras. Comenzamos hoy una serie de artículos sobre la figura de Jim Shooter que -el que avisa no es traidor- promete ser un poquito más larga que la de Dan DiDio y hasta más larga que la de la DC preAlan Moore. Vamos a ello.
Pero para hablar de Shooter debemos regresar a mediados de los 60 y encontrarnos con una criatura maligna llamada Mort Weisinger. De puertas para fuera, aquel monstruo era un hombre apacible y bueno, que adoraba a los niños y a los que les regalaba cómics y caramelos. Un ciudadano modelo, el orgullo de América. Pero de puertas para dentro Mort era un tirano sádico de mediana edad que maltrataba psicológicamente a sus trabajadores y miraba con amargura todo lo que le rodeaba, un escritor que se había frustrado a si mismo y que odiaba su trabajo. Pero las cosas no habían sido siempre así…
Porque a Mort le gustaba muchísimo la ciencia ficción de los pulp. Había nacido en la Nueva York de 1915 y más o menos era de la misma quinta que los Asimov o Heinlein, escritores cuyo biberón literario había sido Amazing Stories y que admiraban el trabajo de autores como E.R. Burroghs o Doc Smith. Por eso y en cuanto pudo, Weisinger había empezado a trabajar en 1930 en crear un club de Ciencia Ficción y un fanzine sobre el tema, y durante aquella experiencia haría amistad con un tal Julius Schwartz, que con el tiempo ejercería de editor de la revista. Tras ser bautizada originalmente como «Time Traveler», la publicación de Weisinger y Schwartz acabaría llamándose «Fantasy Magazine», y la cosa llegaría tan lejos como para llegar a contar entre sus autores a gente como el mismísimo Doc Smith, Ray Bradbury, Robert E. Howard o un tal H.P. Lovecraft.
Años después y gracias a los contactos que haría haciendo gracias a la revista, en 1934 Weisinger decidiría crear junto a Schwartz la primera agencia literaria de Ciencia Ficción, la Solar Sales Service, consiguiendo contar entre sus clientes a algunos de los escritores que ya habían colaborado con Fantasy Magazine y otros como Alfred Bester, Leigh Brackett o Ray Bradbury. Sin embargo, Weisinger perdería interés en la agencia rapidamente y la abandonaría en manos de Schwartz un par de años después, con el objetivo de dedicarse de lleno al trabajo de editor de las revista Thrilling Wonder Stories. Thrilling había sido la continuación de la Wonder Stories del legendario Hugo Gernsback, y bajo el mando de Weisinger empezó a transformarse en una revista de perfil un poco más inmaduro, dando lugar al «protomeme» de que aquello eran simples revistas de monstruos con ojos de bicho (Bug-Eyed monsters). La etapa de Weisinger en la revista sería tremendamente exitosa y daría lugar a los spinoffs Startling Stories y Strange Stories, además de Captain Future. Cada una de ellas tenía una temática distinta, y mientras Thrilling había sido siempre una antología de relatos cortos, Startling iba a ser una revista con una sola historia por ejemplar y Strange iba a ser la revista de la ciencia ficción rara y las historias sobrenaturales con historias de herederos de Lovecraft como August Derleth. En 1941 Mort Weisinger era un editor exitoso de revistas de ciencia ficción, pero fue entonces cuando le llegaría una suculenta oferta para editar algunas de las revistas más exitosas del momento, una serie de revistas de National Periodicals que vendían millones mes a mes: Action Comics y Detective Comics, Superman y Batman.
En la futura DC el trabajo de Weisinger no sólo era editar el trabajo de otros, si no que también tenía que crear personajes; esto no era algo raro para él, ya que llevaba años escribiendo pequeños relatos de ciencia ficción y hasta había llegado a publicarlos en Amazing Stories. Sería en More Fun Comics donde aparecerían sus primeras creaciones en el mundo de los superhéroes, personajes de escasa originalidad que fusilaban sin piedad a otros de la competencia como el SubMariner de Marvel (Aquaman), el Flash de All American Publications (Johnny Quick) o una extraña mezcla entre Robin Hood y Batman (Green Arrow, que tenía hasta su propio Robin). Como decía, todos ellos serían publicados en More Fun Comics, una de las revistas más veteranas de la editorial que había quedado en un segundo plano con la aparición de Batman, Superman y el extraño experimento que se esteba llevando a cabo con All Star Comics y su JSA. La primera historia de Weisinger para sus nuevos jefes sería publicada en el número 71 de More Fun Comics y contaría con el debut de Johnny Quick, presentando a Green Arrow y Aquaman un par de números más tarde.
Cuando en 1944 National Comics absorbe de forma sospechosa la All American Publications de Max Gaines -el cual moriría tres años después en un accidente del cual ya no sé que pensar-, Weisinger se reencuentra con su amigo Julius Schwartz, que había empezado a trabajar de editor ese mismo año para All American. Entre los dos se dividirían la editorial, con Weisinger controlando las publicaciones de la antigua National -fundamentalmente Batman y Superman- y Schwartz con los restos de All American, pero esto no dejaba de ser una especie de regalo envenenado. Y es que la fusión con All American por parte de National sólo era la consolidación de las intenciones del conglomerado de editoriales de Donenfeld y Liebowitz para dominar el mercado por completo y acabar con toda competencia a cualquier precio. Una vez National tuvo aseguradas sus gallinas de los huevos de oro Batman y Superman a finales de los 40 -mediante abogados trileros y un Bob Kane que dejó vendidos a Siegel y Shuster-, ya no les hacían falta los personajes de National y, en una extraña política de «demasiados superhéroes diluyen el éxito de Superman», un año después de la muerte de Gaines dejan de publicar historias de Alan Scott, Jay Garrick y el resto de la JSA. Schwartz se centraría a partir de entonces en editar cómics bélicos, westerns y de aventuras, experimentos editoriales de ciencia ficción y otros generos que, en general, tendrían un éxito mucho más discreto. Sin embargo, Schwartz no dejaría de crecer y crecer como profesional, mientras que Weisinger se iría haciendo más pequeño a medida que iba ganando más y más dinero…