A la hora de plantearnos el hacer esta semana de homenaje a Batman fue difícil decidir de qué hablar, ya que lo único que tenía claro uno de nosotros, Diógenes, era que quería trabajar menos que yo… Pero volviendo a Batman, lo que decidimos, como ya se ha visto, fue hablar de unos cuantos comics que nos habían gustado sin pretender representar con detalle cada época del personaje, aunque eso de que al final no hayamos salido de los años 70 y 80 me da a mí que quiere decir algo… (Aunque un día tocara reivindicar a gente como Bill Finger o Jerry Robinson como se merecen) Este último artículo no ha sido una excepción, y eso a pesar de todo el material que había para elegir entre comics, películas, series de animación, etc. Pero al final uno siempre vuelve a los clásicos, y pocas etapas tiene Batman más clásicas (y tristemente cortísima) que la de Steve Englehart y Marshall Rogers, ya que si fueron O’Neil y Adams entre otros quienes devolvieron a Batman a sus raíces, se podría decir que Englehart y Rogers fueron quienes le consolidaron. Y tratándose de estos dos autores no podíamos hablar de otra historia más que de aquella publicada en 1978 en las páginas de Detective Comics 475 («The Laughing Fish») y 476 (“The Sign of the Joker”) y que todo el mundo conoce por el título del primero de sus capítulos, El Pez Sonriente.
Batman se encuentra en una de esas escasas ocasiones en las que la vida personal de Bruce Wayne le preocupa más que el bienestar de Gotham, y es que está convencido de que Silver St. Cloud, el nuevo amor de su vida, ha descubierto su doble identidad. Pero tras confrontarla ella actúa como si no supiese nada, ya que no sabe cómo lidiar con la situación de que su novio, quien ella creía que no era más que un empresario millonario, es en realidad el superhéroe guardián de Gotham. Pero Batman no tiene demasiado tiempo para seguir preocupándose de ello, ya que unos gritos en el puerto le alertan de que algo está sucediendo allí… Todos los peces que los pescadores han recogido esa mañana tienen la cara del Joker, algo que deja a ambas identidades del superhéroes igualmente desconcertadas aunque por motivos muy diferentes. ¿Pero que está tramando en esta ocasión el Joker? Pues uno de los planes más delirantes que jamás ha puesto en marcha…
A la mañana siguiente, en la Oficina de Patentes de Gotham, se desvela el retorcido plan del Joker. Pretende patentar todos esos peces que llevan su cara de forma que todo aquel que comercialice con ellos tenga que pagarle un porcentaje de los beneficios. Sobre el papel parece un plan demente pero perfecto, el único problema es que, como le aclara el director de la oficina, los peces son un recurso natural y no se pueden patentar. El Joker no piensa dejar que algo tan mundano como las leyes se interponga en sus planes, por lo que le da un ultimátum al director, si antes de medianoche sus peces-joker no están registrados a su nombre, estará muerto.
Pero el Joker, al igual que Batman, tiene más de una preocupación en mente, y una vez puesto en marcha su plan de patentar “sus” peces se encarga de otro asuntillo. Rupert Thorne, el mayor jefe criminal de Gotham, está tratando de descubrir la identidad secreta de Batman a través de la investigación del desaparecido Hugo Strange, y eso es algo que el Joker no piensa permitir. Si, el Joker está protegiendo la identidad secreta de Batman, pero lo hace solo porque eso le quitaría toda la diversión a sus enfrentamientos, el se considera la mayor mente criminal del mundo y no quiere enfrentarse a un simple mortal disfrazado. Ya que como el mismo afirma, el Joker necesita a Batman, le merece, pero por suerte para Thorne, no ha podido descubrir ese secreto y por eso el Joker le deja vivir…
Pero la suerte de Thorne no es compartida por los funcionarios de la oficina de patentes de Gotham, el primero de ellos ya ha muerto a manos del Joker tras rociar su casa con su “gas de la risa” pese a todos los esfuerzos de Batman. Su subordinado no corre mejor suerte, ya que pese a que Batman ha aislado la casa de todo ataque con gas, no había forma de evitar, o prever, que el Joker envenenaría al gato de su víctima con uno de sus “peces-joker” y que este a su vez atacaría a su dueño matándole al instante… Pero pese a este doble éxito el Joker tiene sus dudas ¿Y si la población conspira contra él para privarle de sus royalties? ¿Y si todo el mundo deja de comer pescado con tal de no pagarle? Por suerte para alguien tan demencial como el Joker ni eso sería un impedimento, ya que si la gente no come pescado podría limitarse a envenenar el ganado y vender Joker-Burgers… Definitivamente la locura del Joker ha alcanzado un nuevo nivel, y luego nosotros en el mundo real nos quejaremos de los transgénicos y de las semillas de Monsanto…
Mientras tanto Batman y la policía tratan de proteger al último funcionario de la oficina de patentes, a quien en esta ocasión el Joker va a ejecutar directamente ya que las medidas de seguridad han aumentado al máximo en esta ocasión. Pero esta vez Batman consigue descubrirle a tiempo, y tras una larga persecución por las calles de Gotham que termina en lo alto de un edificio en construcción, el Joker es alcanzado por un rayo y cae a una muerte segura a las aguas de la bahía de Gotham. Englehart no podría haber terminado con esta historia de una manera más clásica.
Si el Joker en manos de Dennis O’Neil volvió a ser aquel asesino en serie que había sido en sus orígenes, fue Englehart el que le devolvió esa faceta de bromista enajenado que no se limita sencillamente a matar, sino que lo hace mientras pone en marcha planes tan perturbados como el que nos ocupa en esta historia. Patentar sus peces, gatos envenenados, proteger la identidad de Batman a toda costa… Toda esta locura desatada del Joker ha sido una de las principales influencias en la historia del personaje, uno de esos rasgos definitorios sin los cuales el personaje no sería hoy en día tal y como lo conocemos y que nos remiten directamente a aquella primerísima aparición del Joker en el nº1 de Batman de 1940 a cargo de Bill Finger. Y es que aunque aquí nos hayamos reído en más de una ocasión del trabajo de Englehart cuando no se lo toma en serio, hay que reconocerle que cuando se pone a ello es uno de los mejores en este negocio.
¿Y qué decir de Marshall Rogers? Fue sin duda uno de los mejores dibujantes que jamás paso por las páginas de Batman, uno de esos cuya visión del personaje está grabada a fuego en el recuerdo de quienes la han leído. Marshall Rogers era además un dibujante al que le encantaba su trabajo, y de entre ello le encantaba aun mas dibujar Batman. Pero tristemente, y pese al éxito de su corta etapa y al reconocimiento de la crítica y el público, eso fue algo que DC no le quiso permitir volver a hacer. Si, tal y como ha contado su amigo y compañero de fatigas Steve Englehart, tras su etapa en Batman, Marshall Rogers se dedico a otras cosas y cuando trato de volver a los comics alguien en las altas esferas de DC no le dejo volver a Batman. Durante las siguientes décadas Rogers no tuvo ningún tipo de bonus o tan siquiera un reconocimiento oficial (por suerte los lectores siempre tuvieron más memoria y fueron más agradecidos) y fue marginado por la editorial como si no hubiese sido uno de los mayores artistas de Batman. Pasaron casi treinta años hasta que le dejaron regresar al personaje, pero incluso después de eso trataron de marginarle una vez más, y fue tan solo gracias al apoyo de los lectores que DC accedió a dejarles trabajar juntos una vez más con Batman. Pero tristemente Marshall Rogers falleció dos años más tarde a la edad de 57 años. Que (practicamente todas) las editoriales han tratado demasiadas veces como a basura a los autores que les han dado sus mayores éxitos no es ninguna novedad, pero no por ello es menos triste, o cabrea menos, el enterarse de otro de estos casos. Pero que quien quiera que tomase esta decisión y quienes la mantuvieron durante décadas fuesen unos imbéciles cortos de miras no le quitara jamás a Marshall Rogers el ser uno de los más grandes artistas que jamás han dibujado a Batman.
Con esto terminamos nuestro humilde homenaje a Batman por su 75 aniversario. En el tintero nos hemos dejado demasiadas etapas y autores que también se merecían esta por aquí pero a los que no podríamos haber dado cabida a no ser que dedicásemos todo un mes al personaje, y aun así seguro que nos hubiéramos quedado cortos. Bill Finger, Jerry Robinson, Frank Robbins, Archie Goodwin, Walter Simonson, Doug Moench, Jim Starlin, Jim Aparo, Mike W. Barr, Alan Davis, J.M. DeMatteis & Keith Giffen, Kevin Maguire, Greg Rucka, Ed Brubaker, Carmine Infantino, Gene Colan, Dick Giordano, Brian Bolland, Mike Parobeck, Matt Wagner, JH Williams III… Estos son tan solo algunos de los autores de los que nos hubiera gustado hablar pero que se quedaron por el camino, pero eso no significa que en el futuro no acaben pasando por aquí como se merecen. Que Batman es un personaje demasiado importante como para no retomarlo una y otra vez y con el que ni todos los Didiotas del mundo podrán acabar…