Teníamos ayer a Electro torturado por el Doctor Kafka en el siempre entrañable Arkham Asylum marveliano, Ravencroft, y nos lamentábamos de lo excesivamente teatral del planteamiento (y el desarrollo, y el resultado… Vamos, que la escena es un puñetero cachondeo). Pero no nos alarguemos más y vamos al turrón, que todavía nos queda lo más gordo de la película:
La verdad es que, llegados a este punto, tenemos que reconocer al elefante rosa de la habitación y decirlo bien alto: el estropicio que se le hace a los villanos de esta película es indecente. Si Electro es el hijo bastardo tonto de Mr Freeze con el Parásito, lo de los Osborn ya es para mear y no echar gota. Resulta que Harry, tras haber sido exiliado por su padre y su mejor amigo Peter Parker a los 11 años, vuelve a Nueva York y hereda desde el lecho de muerte de su padre todo el imperio Oscorp y una advertencia: la enfermedad que se lleva por delante a Norman Osborn es hereditaria, y el pobre Harry empieza a notar ya los síntomas de la misma. A lo largo de la película, Harry descubrirá que lo único que puede salvarle es el resultado de los experimentos de Richard Parker, los poderes de Spiderman, su sangre. Harry le pide ayuda a Peter para ponerse en contacto con Spiderman -tu le has sacado fotos, seguro que tienes enchufe y blablabla- y la reacción de Peter es lo menos Peter Parker que uno se pueda imaginar: le dice que no. Hay que tener en cuenta que Harry en ese momento le acaba de decir que se esta muriendo, que esta solo y que él es su única esperanza, y que Peter ni siquiera sabe que el veneno de las arañas sólo funcionaba con su propio ADN, o que Osborn padre fuera el responsable de la muerte de sus padres. Peter dice que no, y ni siquiera argumenta que su sangre es una caja de Pandora que la lió parda en la primera película, le dice a un chaval moribundo que no va a ayudarle porque no le sale de los cojones. Y claro, ya tienes al Harry cabreado con ganas de matar a Spiderman…
Y es que uno los mayores problemas de este Spiderman está en su «tecnofobia»; conocimientos científicos «prohibidos» que crean horrores terribles y que al final de la película deben de ser sellados y borrados, algo muy alejado del optimismo de los cómics de Lee y Ditko. De hecho, espero que Ditko pase bastante de ver esta película, porque en ella Peter Parker es un tío molón liado con la tia buena que es la primera de la promoción y que se enfrenta contra un friki -el pobre Electro-, con lo que poco queda del mensaje original del cómic y su «venganza contra los matones del barrio». Pero bueno, esto ya podría decirse que es más una apreciación personal que otra cosa… Lo cierto es que el guión es completamente irregular, con escenas de comedia que sí que son propias del cómic -¡Spiderman hace chistes mientras pelea!- mezcladas con otras que no son capaces de entender al personaje en absoluto, como cuando Peter se monta un «mapa de la conspiración» en la pared de su cuarto o cuando hace un Dark Knight Rises al final de la película, cuando sabemos que la única forma en la que podríamos hacer que Peter Parker no saltara a salvar a alguien sería que le cortaramos las piernas y los brazos.
Y cuando digo Dark Knight Rises, efectivamente, me refiero al año de luto que guarda por la muerte de Gwen Stacy. Porque sabíamos que Gwen iba a morir, pero lo de Marc Webb ya es puro sadismo. Desde el principio de la película nos muestra a Gwen con su abrigo verde y minifalda, la misma ropa que llevaba el día en el que murió en el cómic. La escena se resuelve más o menos como en el original, Spiderman se pega con el Duende Verde, Gwen se cae, Peter trata de salvarla y la alcanza con un hilo de telaraña, pero ya es demasiado tarde y Gwen muere. Sin embargo, aquí es donde empiezan las diferencias; si en el cómic Gwen estaba cayendo al agua y el tirón de la red provoca un «¡snap!» que viene a cargarse a la pobre muchacha, en la película Spiderman simplemente llega demasiado tarde y para cuando la red la alcanza ella ya esta lo suficientemente cerca del suelo como para chocar con el y morir. Puede que esto aparentemente no sea muy distinto, pero uno de los puntos más interesantes de la historia original está en que sí, la culpa de la muerte de Gwen es de Norman Osborn, pero siempre queda en Peter la sensación de que aquello podía haberlo evitado el mismo. Que podía haberlo hecho mejor, que Gwen no tenía por qué morir. De hecho, en el último número de Superior Spider-Man vemos a Peter salvar a una persona que cae al vacio usando dos hilos de telaraña mientras se dice a si mismo que ha practicado miles de veces como usar la fuerza exacta para impedir que vuelvan las viejas pesadillas: Peter siempre se sentirá culpable por todo, hasta por la muerte de Gwen. Si hacemos que Peter simplemente «no llegue a tiempo porque el Duende le tenía agarrado», le quitamos toda la culpa a Spiderman, porque no le dejaron salvarla.
Como no quiero alargar más esto, me tendré que dejar en el tintero el horrendo tema de Electro -esos susurros que le meten, caricaturizando su locura y a ratos hasta enmarañando los diálogos de la película-, la maravillosa habilidad de Harry Osborn para meterse en una prisión de alta seguridad armado sólo con un táser, el absurdo plan de los ejecutivos de Oscorp para quitarle su empresa a Harry o, como no, lo incomprensible que es que te metan en la carcel por cargarte a los ejecutivos de tu exempresa y a la vez te dejen disponer de los recursos de la misma y montarte un grupo de supervillanos. Manda huevos, oiga…
Amazing Spider-Man 2 tiene sus momentos, pero su argumento no tiene ni pies ni cabeza y el abandono que sufren sus villanos es tal que destroza totalmente el resultado final. Eso sí, el traje de Spiderman es estupendo y se mueve de maravilla, y a veces hasta Marc Webb atina a la hora de meter sus ralentizaciones a lo Matrix. Ojalá los guionistas se dieran cuenta de que Peter Parker es un personaje lo suficientemente rico como para que no hiciera falta reventar Nueva York entera en cada película…