El viernes se estrena Capitán América 2: El Soldado de Invierno, y a mi no se me ha ocurrido otra cosa que ver la película original del Capi, la de 1989. Sí, soy idiota…
A finales de los 80, los Marvel Zombies mantenían un curioso complejo de inferioridad respecto a los fans de DC. Era una idiotez, al fín y al cabo no estaban a sueldo de ninguna de las dos editoriales, pero se sentían como si el equipo rival se pasara el día ganando la Champions League mientras ellos sólo arañaban una liga de vez en cuando; DC tenía las películas de Superman y Batman, Marvel no tenía NADA. La cosa iba a cambiar cuando Cannon se hizo con los derechos del Capitán América, y los Golan-Globus empezaron a preparar la película sobre el personaje de Marvel. Lo terrible es que, como bien sabían todas las ratas de vidoclub de aquellos tiempos, los señores Menahem Golan y Yoram Globus eran expertos en hacer películas ultraviolentas de bajo presupuesto como Delta Force o la serie Death Wish que, os parezcan divertidas o no, no eran el estilo apropiado para afrontar la película del Capitán América. Pero eso no era lo peor…
Porque Cannon también había sido la productora a la que Warner había encargado la infecta Superman IV, la entrega que había hundido una de las series más importantes de la década. Pero, aun así, a Menahem Golan parecían gustarle los superhéroes, y cuando dejó la Cannon a finales de los 80 se llevó con el los derechos del Capitán América y Spiderman -de esto habría que hablar otro día, que aquello tampoco fue bonito-, además de un carro de pasta y la productora 21st Century Film Corporation, con la que se puso a trabajar en las adaptaciones de los personajes. Las cosas no acabaron de funcionarle bien en el aspecto arácnido -Spiderman iba a ser el especialista Scott Leva, el Duende Verde iba a ser Dolph Lundgren, Stan Lee iba a ser Jameson, los artículos de prensa se llenaban de nombres como Bob Hoskins, Lauren Bacall, Katherine Hepburn y hasta Peter Cushing, pero todo eran castillos en el aire- asi que Golan se decidió por un proyecto a priori más sencillo, el de un tipo que corría por ahí y tiraba su escudo. Cosa fácil de hacer y sencilla. O eso parecía…
Porque Golan mucho dinero para hacer la película no tenía. Bien es sabido que al hombre le gustaba hacer cutradas como rodar los exteriores de la hipotética película de Spiderman en Israel, pero lo que hizo en Capitán América poco perdón tiene también, porque la Italia donde se desarrolla la mayor parte del film es Yugoslavia. Lo peor vino cuando el director elegido fue… Albert Pyun, director de un par de películas de la serie Kickboxer y La Espada del Hechicero, otro experto en la serie B. Y es que Golan empezaba a notar la presión de que los derechos del Capitán América estaban caducando, y Pyun había sido uno de los que más le había animado a llevar adelante el proyecto. Asi que la cosa se puso en marcha sobre un guión que iba a hablar sobre el viaje de Steve Rogers hacia ser un héroe, sus conflictos personales y que es ser un héroe en los Estados Unidos de América. Y hasta aquí todo lo bonito.
Porque el guión planteaba a Cráneo Rojo como el producto de un experimiento nazi sobre un niño prodigio italiano, al cual transforman en un ser sobrehumano y malvado con la piel roja como un tomate. La doctora -que no doctor- a cargo de la operación, Maria Vaselli, queda horrorizada por lo que los nazis le obligan a hacer y decide desertar a los EEUU, donde realizará el mismo experimento sobre un joven californiano afectado por la polio, Steve Rogers. Rogers, que es californiano «porque sí» y tiene una novia que se llama Bernie -seguramente una referencia a Bernie Rosenthal, cuando lo que tocaba es que fuera Peggy Carter- se ofrece para el experimento y la cosa más o menos se desarrolla como en el cómic original, con la doctora a cargo del proyecto muriendo asesinada por un nazi y el chaval quedando como único supersoldado del mundo. Pero da igual, porque lo mandan de cabeza a por Cráneo Rojo y acaba apalizado y congelado…
Matt Sallinger, el hijo de JD Sallinger, interpreta como puede a Steve Rogers, tratando el traje con toda la dignidad que merece un escudo de plástico barato -y en algunos planos hasta transparente-. Uno se asusta cuando ve a actores como Ned Beatty metidos en este berenjenal, o a Ronny Cox, el malo de Desafío Total interpretando a un presidente de EEUU que es fan del Capitán América y que escapa del secuestro al que lo somete Cráneo Rojo a puñetazo limpio. Hay tantos absurdos en esta película que podríamos hacer una serie entera con todo ello, pero creo que es mejor que cada uno la vea y la descubra por su cuenta antes que destriparla. Porque, sean buenas o malas las películas que se hacen hoy día del Capitán América, siempre podrían ser peor. Siempre podrían ser el Capitán América de Albert Pyun.