Si exceptuamos a profesionales y aficionados a la historia, la imagen que la mayoría de nosotros tiene de los espartanos está muy condicionada por el comic 300 de Frank Miller y por su adaptación al cine dirigida por Zack “me cague y me mee en Superman” Snyder. El problema es que esa versión idealizada con la que tantos han tenido sueños húmedos (Miller el primero) en la que los espartanos fueron nobles y heroicos guerreros que dieron su vida contra la tiranía de los malvadísimos persas no se ajusta del todo a la realidad. Es verdad que no deberíamos juzgar el comportamiento de gente que vivió hace más de mil años desde perspectiva del siglo 21, pero si vas a idolatrarles lo menos que puedes hacer es saber cómo eran realmente. Y esto es lo que se propuso hacer Kieron Gillen con su Three, una miniserie que se podría definir como el Anti-300.
Han pasado muchos años desde la famosa batalla de las termopilas y Esparta está en franca decadencia y su número y poder se ha reducido drásticamente, pero eso no les ha impedido mantener su despiadada y brutal forma de vida. Entre otras cosas se seguía celebrando anualmente la Krypteia, un rito de iniciación en el que los jóvenes espartanos se dedicaban a asesinar a los Helots/Ilotas (una especie de esclavos públicos/campesinos) para demostrar su valía. Estos vivían atemorizados sabiendo que sus vidas no valían nada para sus amos espartanos, solo existían para servir y si en algún momento faltaban al respeto a sus amos o sencillamente a estos les apetecía demostrar su poder, podían perder sus vidas.
Es en esta época y en la región de Lakonia, Grecia, donde nos encontramos con tres de estos Helots/Ilotas, Klaros, un carnicero tullido, Damar una viuda que perdio a su esposo en una krypteia y Terpander un esclavo de ciudad aficionado a contar historias. Este trío de esclavos viven la misma atemorizada vida que sus congéneres hasta que una lluviosa noche un grupo de espartanos buscan refugio en su granja. Estos pasan la noche bebiendo y humillando a sus anfitriones haciendo ostentación de su poder. No tienen nada que temer, son la elite del país, los más grandes guerreros de su era, pero de lo que no son conscientes es de que espartanos o no siguen siendo mortales y que incluso la paciencia de un esclavo tiene sus límites…
Kieron Gillen fue muy aficionado a la historia de los espartanos desde que era niño, la batalla de las termopilas es un relato épico que emociona fácilmente a un crio. Pero a medida que Gillen creció y fue leyendo más acerca de esta sociedad más se fue desencantando con ellos, hasta que una noche en la que estaba de mal humor y se encontraba leyendo el 300 de Miller, no pudo evitar cabrearse con la historia y gritarle al comic que no eran más que unos asesinos de esclavos, o al menos eso es lo que cuenta el. Sea cierta o no la anécdota, no deja de tener razón Gillen, esos espartanos eran asesinos que no daban valor a ninguna vida que no fuese la suya y que habían conseguido ser tan grandes guerreros gracias a los esclavos que se encargaban de todas las demás tareas que requiere cualquier sociedad, esclavos que pese a lo mucho que aportaban a Esparta, eran casi peor tratados que los caballos.
Y esto es Three, el intento de Kieron Gillen de desmitificar a los espartanos, mostrarnos como era realmente su sociedad y borrar de nuestras mentes esa imagen idealizada e irreal de los nobles guerreros que tan metida está en la mente de mucha gente. Cinco números le han bastado a Gillen para conseguir su propósito y mostrarnos a la autentica Esparta (todo lo autentica que puede ser partiendo de la poca información que se conserva de ellos, claro está) Pero al igual que en el propio comic, aquí también son tres personas a quienes le debemos esta historia. El propio Gillen, Ryan Kelly, quien consigue con su dibujo transportarnos a aquella época y que no se corta un pelo a la hora de mostrarnos la violencia con toda su crudeza y la portadista y colorista Jordie Bellaire, quien con cada nuevo trabajo demuestra porque es una de las mejores coloristas de la actualidad.
Los cinco números que dura esta serie se hacen cortos, pero son una lectura muy recomendable tras la cual uno no puede evitar ver la famosa batalla de las Termopilas desde otro punto de vista al descubrir que, allí frente a los Persas, habían seiscientos hombres, trescientos guerreros espartanos y sus trescientos esclavos cargando con sus escudos y suministros y muriendo como ellos. Ahora solo queda esperar a que Gillen se curre tanto su trabajo en Iron Man como aquí…