¿Quién no ha pensado alguna vez en poder volver atrás en el tiempo y cambiar algo de nuestras vidas? A todos en algún momento u otro se nos ha pasado esa idea por la cabeza, hemos pensado en lo muy diferente que podían haber sido nuestras vidas si hubiésemos hecho alguna cosa de forma diferente. O quizás simplemente hemos querido volver atrás por un sentimiento de nostalgia de una época en la que todo parecía más sencillo y feliz. Es en torno a estas ideas sobre las que gira Barrio Lejano/遥かな町へ (Harukana Machi He) de Jirō Taniguchi, otra de esas relecturas navideñas que quiero compartir.
Hiroshi Nakahara es un oficinista cuarentón, casado y con dos hijas, que no es feliz con su vida. Muchos envidiarían su posición, pero él se siente vació, y el pasarse los días alejado de su hogar y de su familia en viajes de negocio ahogando sus penas con alcohol no ayuda precisamente a llenar dicho vació. Pero un buen día tras uno de esos viajes de negocios, el cansancio o quizás el alcohol le llevan a equivocarse de tren y toma el que le lleva hacia su pueblo natal de Kurayoshi que llevaba años sin pisar.
Pero una vez allí, en lugar de tomar inmediatamente el tren que le lleve de vuelta a Tokio decide tomar un tren posterior y pasar un rato paseando por su pueblo, rememorando los lugares que conoció en su infancia y que el paso del tiempo ha hecho desaparecer. Hiroshi ya no reconoce nada del lugar en el que nació, ni siquiera la casa de su familia ha permanecido intacta, y en el lugar en el que esta se encontraba ahora hay un nuevo edificio. Todo esto no hace más que aumentar la amargura y el resentimiento de Hiroshi, y al alejarse huyendo de su barrio sus pasos le llevan a aparecer de nuevo en un lugar que no esperaba, el cementerio en el que está enterrada su madre.
Allí su estado de ánimo no mejora precisamente, desde que se dio cuenta de que estaba volviendo a su pueblo Hiroshi no había dejado de pensar en ella, en lo mucho que sufrió después de que su padre les abandonase cuando él era un niño y en como esto debió afectar a su salud haciendo que falleciese siendo aun muy joven. Encontrarse allí de pie ante su tumba no hace más que aumentar su tristeza y no puede evitar repetirse las mismas preguntas que le han atormentado desde niño ¿Por qué su padre se marcho? ¿Fue su madre capaz de ser feliz después de aquello? Pero de pronto y sin previo aviso Hiroshi se desmaya ante la tumba…
Despierta un rato después y achaca su desvanecimiento al cansancio y el alcohol, pero Hiroshi no se siente el mismo, su cuerpo parece más pequeño y ligero, ya no lleva sus gafas y en lugar de su traje lleva su uniforme escolar. Asustado y convencido de que todo debe ser un sueño corre hacia el pueblo, solo para encontrarse con que todo vuelve a estar como antes, el barrio que conoció en su infancia esta igual que entonces, todo rastro del paso de los años ha desaparecido y al cruzarse su mirada con su reflejo Hiroshi es consciente de lo que parece haber sucedido en realidad. De alguna forma inexplicable ha viajado atrás en el tiempo y se encuentra dentro de su cuerpo cuando tenía catorce años.
Hiroshi no sabe cómo ha llegado a esa situación, ni siquiera sabe si lo que está viviendo es real o un sueño. Así que sin saber cómo regresar a su época (si es que se encuentra realmente allí) lo único que podrá hacer es volver a vivir su infancia. Pero en esta aparente segunda oportunidad Hiroshi se encuentra armado con los recuerdos y la personalidad de su yo adulto, lo que le llevara a que poco a poco y sin pretenderlo su infancia discurra de forma algo diferente a como el recuerda. Todo ello mientras el paso del tiempo le lleva inexorablemente a uno de los momentos más significativos de su vida, el abandono de su padre. ¿Se le ha presentado una oportunidad de cambiar las cosas? ¿Podrá impedir la marcha de su padre? ¿Conseguirá cambiar el curso de su vida? ¿O está condenado a que la vida siga su curso independientemente de sus actos?
Pese a lo que pueda parecer a primera vista, Taniguchi no se ha limitado aquí a un edulcorado paseo nostálgico, su intención es muy diferente. El mensaje que transmite la obra, y sin querer destripar demasiado el cómic, es que no podemos vivir en el pasado. Por mucho que este nos haya moldeado y nos haya llevado a ser como somos y por muchas ganas que tengamos de que las cosas hubiesen sido diferentes, lo único que tenemos es el presente, y es ahí donde debemos vivir.
Nos encontramos ante un grandísimo cómic que se lee en un suspiro y en el que Jiro Taniguchi nos demuestra una vez más que a la hora de narrar historias cotidianas, eso que llaman costumbrismo (aunque en esta ocasión con sus buenos toques de fantasía), tiene pocos rivales, por no hablar de que se trata ademas de un dibujante magnifico. No creo que pueda recomendar lo suficiente su lectura, pero confío en que este artículo anime a más de uno a acercarse a la obra de este gran autor.