Icono del sitio BRAINSTOMPING

Bob Harras triunfa en la competencia: El hombre que destruyó Marvel y masacra DC (parte 9)

Uno no puede dejar de tener la imagen mental de un Bob Harras sentado en la oscuridad de su casa, mirando hacia el infinito y pensando en su venganza contra Marvel, contra Joe Quesada, contra Bill Jemas y contra Ike Perlmutter. Lo había dado todo por la empresa, había obedecido a rajatabla todo lo que sus jefes le habían ordenado y hasta había llegado a enfrentarse a las tiránicas órdenes de Perlmutter que sólo llevaban la empresa a la ruina. Y al final de todo el camino, cuando Marvel estaba estrenando sus películas y empezaban a salir del agujero, lo echaban.

Pobrecito, se le veía tan feliz…

La salida de Harras había estado precedida de los cabreos de muchos de los autores que habían trabajado para él. Scott Lobdell, Joe Kelly, Steven Seagle, Mark Waid… El de Waid había sido un caso especial, porque antes del despido de Harras ya había manifestado en internet su opinión sobre la forma de «editar» de Bob. En una entrevista con Warren Ellis, Waid denunció que Harras había hecho más daño a la industria del cómic que cualquier otro ser vivo, incluido Gareb Shamus. Que hasta sacaría a Ron Perelman del mismo infierno antes que perdonar a Bob Harras. Que la filosofía editorial de su Marvel había sido la de hacer cada cómic lo más laberíntico y confuso posible, que Bob tenía el cómic más importante del hemisferio occidental -X-Men- y que había hecho todo lo imaginable para hacerlo lo más incomprensible e inaccesible posible. Que cuando Marvel publicó un minicomic de X-Men en la guía de TV aprovechando el estreno de la película, les endosó una porquería ininteligible que ni él mismo con sus 34 años de experiencia como lector de cómics podía entender. Y que es imperdonable que, estando como estaba en crisis el mundo del cómic, desaprovechara de una forma tan imbécil una oportunidad de llegar a los ocho millones de lectores de TVGuide. Que lo de Harras no era un despido justo, era un despido necesario desde hacía muchísimos años, que era un falso y un traidor. Muchos recuerdan su visita a Asturias por aquellos tiempos, y las pestes que echaba de él y de otro de sus compinches, Scott Lobdell…

«-Bienvenido a mi casa. Entra libremente y por tu propia voluntad…»

Un año después de su caída, Bob Harras trabajaba desde su casa de New Jersey para la Wildstorm de Jim Lee. Uno no sabe si lo estaba haciendo porque odiaba a sus antiguos jefes o porque se había resignado a la situación y tomado la sabia decisión de pasar página -más bien tiene pinta de que fue lo segundo-, pero lo cierto es que Bob estaba trabajando para una empresa de DC Comics, la competencia directa de sus antiguos jefes. Y no solo él trabajaba ahora para ellos, Scott Lobdell también llevaba desde los tiempos de Heroes Reborn colaborando con Wildstorm, y ya en la propia DC había editores como Matt Idleson -una de tantas víctimas de los despidos masivos de Ike Perlmuter- que había encontrado su sitio editando Superman y llevándose con ellos autores de Marvel como Joe Kelly. Si las cosas estaban cambiando para Marvel con el inicio de la era Quesada, para DC iban a cambiar más todavía; el principio del fín de 20 años de gobierno de Jeanette Khan y Paul Levitz estaba empezando a llegar a su fín.

¡Con Paul Levitz estas cosas no pasaban!

Para 2002, Harras pone a Chris Claremont al frente del relanzamiento de Gen13. En esos momentos Claremont todavía sigue trabajando para Marvel en Xtreme X-Men, pero ya ha dejado su responsabilidades editoriales. Harras también colaborará con Jimmy Palmiotti -recién salido de Marvel tras el ascenso de Quesada- y Justin Gray editando su cómic para adultos 21 Down, más tarde The Resistance y ya en 2005 y tras el cierre de todas ellas, en The Twilight Experiment. Recuperando su faceta de guionista casi diez años después, fue en ese año en el que Harras escribía The Breach, una serie del universo DC editada por Matt Idleson y dibujada por Marcos Martín.

«-¡Mecagonmarvel!»

Durante los once números que duró la serie, Breach cuenta la historia de Tim Zanetti, un militar que se convierte en una especie de Capitán Atom -la serie en principio era un reboot del personaje- gracias a un accidente en un experimento en el que se intentaba contactar con otras dimensiones. Toda la serie tiene un aire conspiranoico y referencias al resto del universo DC, con un protagonista que apenas recuerda su vida anterior al accidente y la permanente amenaza de unos seres extradimensionales que se han aliado con Kobra para liarla parda. Es una serie interesante que acabó truncada, con lo que uno no acaba de sacar ninguna conclusión clara sobre si el producto final merecía realmente la pena, porque se deja mucha historia en el «continuará». Tal vez la mejor conclusión que se pueda sacar de ella es la de que, aunque Harras no sea un gran guionista, si que es mejor escritor que editor. En cualquier caso, no os creaís que la historia de Breach terminó cogiendo polvo en un cajón, porque años más tarde sería reaprovechada para el New52 como nuevo origen del Capitán Atom, pero eso ya es otra historia…

Una de las pocas series en las que la JLA recibe de lo lindo.

Hacia 2006 y ya después de terminar Breach, Harras es nombrado editor de paperbacks, lo que viene a ser el tipo que se encarga de los tomos recopilatorios. La cosa todavía está muy reciente como para que sepamos que es lo que pasó en esta época, más allá de que culminaría en 2010 con  el nombramiento de Bob Harras como editor en jefe de la editorial. Dicho puesto no existía en aquel momento en el esquema organizativo de DC, pero con ello Bob había conseguido un hito al ser la primera persona en haber sido editor jefe de las dos grandes editoriales de cómics en EEUU. Puede que por encima de Harras estuviera la presidenta Diane Nelson, el líder creativo Geoff Johns y los «publishers» Dan DiDio y Jim Lee, pero el ascenso de Harras algo de influencia si que debió de tener porque de repente nombres veteranos de Marvel como Bobbie Chase, Scott Lobdell, Fabián Nicieza y demás empezaban a encargarse de series de la editorial. Eventos del estilo «mes del Flashback» ya habían existido en DC en su día con One Million, pero DC volvía a recuperarlos más de diez años después con Villains Month, además de regalarnos crossovers muy parecidos a los que hacía en Marvel como Age of Apocalypse (Flashpoint), Marvel Comics 2 (DC Five years later) o directamente meter a Galactus en Green Lantern. Los usos y costumbres editoriales de la DC y Marvel de los 90 volvían; portadas múltiples y holográficas, relanzamientos a mansalva… Seguramente el relanzamiento más importante sea el de New52, que se llevó a cabo un año después del nombramiento de Harras; aunque es cierto que Dan DiDio era el principal impulsor del borrón y cuenta nueva, Bob siempre fue una buena correa de transmisión entre sus jefes y lo que hubiera por debajo, aunque tendiera a quemar a sus subordinados.

La banda que dirige DC. Temedlos.

Con quejas constantes de retoque de guiones y páginas, cambios bruscos de autores y demás, la DC actual ha impuesto un código de silencio en su interior que hace dificil saber que es lo que está pasando ahi dentro ahora mismo. Sabemos cómo fue Bob Harras en el pasado, que presiones soportó y en que era excepcional: tragar mierda y hacérsela tragar a los demás. Es un empleado cumplidor pero no excepcional, pero sigue siendo el subordinado ideal para un mal jefe, porque acata las órdenes y no hace preguntas. Sus únicos actos de rebeldía conocidos fueron sus quejas a la tiranía de Ike Perlmutter, situación en la que cualquier otra persona habría dimitido o algo peor (que seguramente habría conllevado policías y mucha sangre). Cuando uno oye las quejas de los autores de la DC actual sobre cómo cada guión y cada página son miradas y remiradas por tres o cuatro personas que acaban pidiendo retoques a cada paso, uno no deja de acordarse de las quejas de Waid a finales de los 90 cuando decía que Harras había hecho exactamente eso en Marvel. Si uno ve el diagrama organizativo de la DC actual, con un editor, un editor de grupo, un editor jefe más un jefe creativo y dos «publishers», sólo puede echarse a temblar…

¡Y ahora que alguien haga una serie de posts sobre Diane Nelson, que yo no tengo ni idea!

Salir de la versión móvil