Cualquiera que se pase por Brainstomping habitualmente habrá notado que ni Diógenes ni yo somos muy de leer comic japonés. En mi caso personal no es exactamente que no me guste, he leído un montón, es solo que cada día me cuesta más encontrar alguno que me enganche. Decepciones como el final de Monster o las enajenaciones de Junji Ito han hecho que me lo piense más de dos veces antes de embarcarme a leer alguna nueva serie. Pero hay un autor que siempre cuenta con mi voto de confianza porque es capaz de mantener el nivel y escribir una historia coherente con un final a la altura, Jiro Taniguchi. Así que aprovechando que esta semana me he releído el manga con el que le descubrí, el Caminante/Aruku Hito, aprovechare para recomendarlo.
El caminante no es lo que uno suele esperar de un manga, al menos no se corresponde con la imagen tópica del mismo. No nos encontramos ante una historia kilométrica estirada hasta el hartazgo, ni hay violencia extrema ni enajenaciones dignas de una celda acolchada. Es el recordatorio perfecto de que en Japón hay más variedad de la que los tópicos, y muchos de los mal llamados aficionados, nos quieren hacer ver. Aquí Taniguchi lo que nos trae es una serie de historias cortas de tono costumbrista, sin apenas diálogos y en las que básicamente vemos a un hombre pasear…
Del protagonista ni sabemos su nombre ni nos importa, solo sabemos que es un oficinista de unos treinta y muchos años, que está casado, que vive en una pequeña casa de estilo tradicional y que le encanta dar largos paseos por su ciudad. Si, ese es el único hilo conductor de estas historias, acompañar al “caminante” en sus paseos por la ciudad y ver la misma a través de sus ojos. En estos paseos sin rumbo fijo podemos descubrir todos esos pequeños rincones de la ciudad que normalmente, y por culpa del ajetreado ritmo que normalmente tenemos que llevar, nos pasarían desapercibidos.
Descubrir un pequeño parquecillo aislado en un rincón de la ciudad, encontrar un antiguo templo a las afueras, disfrutar de un paseo bajo la lluvia o realizar una excursión a la costa para devolver al mar una caracola, estas son las historias cotidianas que Taniguchi nos narra en este comic. Todas estas historias, pese a que pueda parecer lo contrario, no se hacen nada repetitivas, y es todo un placer añadido el poder disfrutar del increíble y detallado trazo de Taniguchi, quien consigue que uno casi sienta como si conociese de verdad todos esos lugares que descubre día a día el Caminante.
Lo único que estropea un poco este conjunto de historias es la última de ellas que, precedida por un “diez años después”, da la impresión de ser alguna historia que Taniguchi realizo una década más tarde, pero en esta edición no lo aclaran. Pero sea lo que sea, por algún motivo Taniguchi pensó que sería una buena idea complementar esta última historia con multitud de textos de apoyo con los pensamientos del protagonista, algo que, por su carácter redundante, se carga por completo el ritmo pausado y relajante que habían tenido las historias hasta el momento. Pero este pequeño punto negro no afecta demasiado a la buena nota final de la obra.
Yo tengo que reconocer que si este cómic me engancho fue básicamente por compartir la afición de este personaje con los largos paseos sin objetivo, nada relaja mas e invita a la reflexión como lanzarse a caminar sin tener claro a dónde vas a llegar (y la de ideas para artículos que salen y te maldices por no haber llevado nada para tomar notas). Aunque obviamente El Caminante no es un cómic para todo el mundo, pero debería serlo, que conviene recordar de vez en cuando que en Japón, como en cualquier otro sitio, existen más cosas que los superventas de turno.