Aquí se llamó «Teléfono Rojo, ¿volamos hacia Moscú?» más que nada porque la gente es tonta y «Doctor Amorextraño: De como aprendí a dejar de acojonarme y amar a la bomba» les podía sonar raro. A mí me encanta la idea de Stanley Kubrick de hacer una película que se llame «How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb» en mitad de la guerra fría, pero yo no había nacido por aquel entonces, asi que lo mismo ponerle un título que parecía serio tiene sentido, porque así la gente llega esperándose algo serio y se descojona por sorpresa. O bien pensado, esa «traducción» es una puta mierda.
Hay una expresión que me hace mucha gracia, y es la que usa alguna gente cuando habla de algo que le encanta y suelta lo de «si no te gusta (INSERTE COSA QUE LE MOLA A EL) eres mala persona». Lo he oido muchas veces, referido a tonterías como Power Rangers o Final Fantasy VII; alguna gente me crucificaría por no gustarme esas mierdas, otra gente son buenas personas y me respetan aunque no compartan mi opinión. No eres mala persona porque no te guste Doctor Amorextraño, sólo eres… Euh… Un poco ciego. Es como si te quemas la lengua con la sopa y luego no puedes disfrutar del segundo plato, porque tienes el paladar totalmente insensible. Es triste, es dramático, pero ellos mismos no saben la tragedia en la que estan viviendo, asi que son felices. De hecho, para mí las palabras «no me gusta Teléfono Rojo» o «Peter Sellers no me hace gracia» no suenan a nada, no significan nada. Son como la nada de la Historia Interminable, no es algo que puedas decir que tenga un color o un significado determinado, es algo que si lo miras te duelen los ojos. Oir «no me gusta Teléfono Rojo» es algo que tu cerebro no puede llegar a concebir, es una cacofonía sin sentido. Pero nadie es mala persona, ¿eh?
Sin embargo, las palabras «no he visto Teléfono Rojo» si me suenan mejor, me suenan a alguien que tiene la inmensa suerte de no haber tenido una experiencia irrepetible, y que puede tenerla de forma fácil y relativamente barata. Es bonito ver como reaccionan a la película y se divierten, es trágico cuando te miran con ojos de besugo y te dicen «pues no la entiendo» o «no me hace gracia». O se duermen, los hijos de… Bueno no, que habíamos dicho que no eran malas personas. Lo importante es que la película tiene un contexto que a medida que pasa el tiempo el personal desconoce cada vez más, y la idea de que el mundo entero viviera acojonado bajo la amenaza de que un par de desgraciados decidiera usar su arsenal nuclear se le hace extraña a las nuevas generaciones, que viven más preocupadas de encontrar trabajo en mitad de una crisis que ni quiere que estudien ni que trabajen.
La cuestión es que para cuando se estrena Doctor Strangelove, han pasado dos años desde el apocalipsis inminente que parecía que iba a venir durante la crisis de los misiles cubanos -eso sale en Call of Duty, a la gente igual le suena más- y uno desde el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, un presidente de los EEUU que se zumbaba a la Marilyn Monroe y que por lo visto se dedicó a intentar relajar las relaciones diplomáticas de EEUU con la otra superpotencia de aquellos tiempos, la URSS -que debía de ser la primera vez en la historia en la que se enfrentaban dos países hechos con siglas, porque hasta entonces era Alemania contra Francia y cosas así, pero fue llegar la Ilustración y les dió una manía tremenda por ponerse nombres demasiado largos. Aunque ahora que lo pienso lo de «Sacro Imperio Romano Germánico» no era precisamente corto, sólo que ellos no iban a pegarse con el vecino al grito de «¡Somos el SIRG! ¡Santiago y cierra el SIRG!». Aunque habría tenido gracia una segunda guerra mundial en la que se pegaran el SIRG, la URSS, EEUU y la GB. Y el IJ, no hay que olvidarse del IJ, que se pegó con la RC y la incipiente RPC. Y sí, estoy divagando cosa mala…
Pero tampoco acabo de saber que os esperáis de este artículo, porque lo que es yo no os voy a contar la película, que para eso la veis y os enterais de lo fácil que era en tiempos mandar a todo el mundo al cuerno por una cuestión de fluidos. Sólo diré que, en unos tiempos en los que los aliados se espían entre ellos y nos da la impresión de que el fantasma de una guerra nuclear lleva ya muchos años desterrado, uno ve esta película y se da cuenta de que los idiotas que llevan el mundo son los mismos, ya sea al mando de los gobiernos o de las grandes corporaciones…