Quizás no sean tan grandes como las manzanas ni tan llamativas como los plátanos, pero las uvas nos han acompañado durante muchísimo tiempo y forman parte de nuestra cultura, nuestros mitos y leyendas. Así que hoy dentro de mis humildes posibilidades vamos a dar un pequeño repaso a esta pequeña fruta que en otros aspectos es tan grande…
Como todo el mundo sabe ya, la uva es el fruto de la vid. Esta planta, de la que existen más de 60 variedades debe toda su importancia a su fruta. ¿Pero porque tiene tanta importancia esta fruta? Pues no por sí misma, sino por lo que se puede sacar de ella, ya que es la materia prima de la que obtenemos el vino (Si, también podemos sacar mosto y vinagre, pero a quien le importa eso…)
Los orígenes del vino se remontan al neolítico, por lo que casi podría decirse que este es uno de los más antiguos “amigos” de la humanidad. Este siempre ha sido una bebida tenida en muy alta estima y que nos ha acompañado en toda clase de celebraciones y actos de todo tipo, banquetes, bodas e incluso la misa, en la que el vino se convierte en la sangre de Cristo. Como a nadie le pareció mala idea predicar que por las venas de Jesucristo corría vino es algo que no me explico, pero igual es solo que en aquellos tiempos no eran tan malpensados.
Pero no es solo en el cristianismo donde el vino tiene su importancia. Los griegos y romanos tenían incluso un dios para esta bebida, Dionisos/Baco. Este dios, que también lo era del éxtasis y la locura. De este dios se decía que era hijo de Zeus, aunque no se tenía del todo claro quién era su madre. Lo que si estaba claro es que sus adoradores le imaginaban como un señor que se pasaba el día bebiendo vino y acompañado por las bacantes, sus compañeras de orgias. Existiendo un dios así uno no entiende como podía haber gente que prefierese adorar al resto de personajes del panteón.
Pero como diría Tony Stark, no dejemos que el vino nos haga olvidar lo importante, estábamos aquí para hablar de las uvas. Que lo más importante de ellas sea esa casi mágica bebida que podemos obtener, no podemos olvidar que las uvas por sí mismas forman parte de algunas de nuestras tradiciones más entrañables, como las doce uvas que se comen en Nochevieja. ¿Quién sería el primero al que se le ocurrió que era buena idea consumir en poco segundos tantas uvas? Lo único que parece claro es que fue un español y la teoría más extendida es que alguien quería librarse de un excedente de uvas que habían sobrado de la cosecha. Este origen tan prosaico debería recordarnos que hay cosas que es mejor no saber, así que igual habría que volver al vino para olvidarlo…
Otras uvas muy famosas son las de la ira. Fue un fallo que se nos trastocasen las fechas y este post no apareciese ayer, que se celebraba el cumpleaños de John Steimbeck, el autor del famoso libro “Las uvas de la ira”. Estas uvas podría decirse que se encuentran tristemente de actualidad, ya que nos recuerdan que la historia suele ser cíclica y que las crisis económicas y los empresarios y bancos que se aprovechan del pueblo no son algo que dejásemos atrás en la década de los años 30.
Quizás en cierto modo esta fruta no sea tan saludable como las otras de las que hemos hablado esta semana, pero tampoco es culpa de la fruta que la fermentemos producir esa bebida que como diría Homer Simpson es a la vez la fuente y la solución de todos los problemas del mundo. Pero aunque esto sea así no deja de tener su gracia que pueda llegar a ser más perjudicial que una fruta que contiene radiación… pero así de maravillosa e imprevisible es la madre naturaleza.